"Permanecí en mi lugar, inmóvil, como la estatua de un ángel posada en lo alto en el centro de la fuente frente a la iglesia. Pálido de shock y terror, me encontré con un par de ojos azules congelados que han atormentado mis sueños durante años.
«Que esto sea un sueño», rezaba fervientemente al cielo mientras cerraba los ojos, deseando que pronto despertara y me encontrara pacíficamente acostada en mi cama. Pero parece que los cielos no concedieron mis ruegos. Cuando abrí los ojos de nuevo, el hombre seguía de pie y apuntándome con una pistola.
Tragué hondo y fuerte mientras intentaba mantenerme quieta.
El hombre se acercó. Un grito brotó de mis labios cuando su mano apretó mis muñecas.
—Cállate o dispararé la pistola en tu cabeza —su tono agudo me hizo temblar de frío. Cuando no dejé de gritar, apretó aún más mi muñeca y presionó la pistola en mi cuello, al instante cerré la boca.