Un golpe en la puerta sonó, indicando que había llegado el momento. Echó un vistazo a su reluciente reloj de pulsera y vio que eran las siete de la tarde. Exactamente la hora en que Lucas Nicolás y él habían acordado ir.
Se levantó del sofá individual. Antes de dirigirse a la puerta tomó sus guantes de cuero que estaban encima de la mesa de vidrio y se los deslizó en los dedos.
Tomó una respiración profunda antes de extender la mano hacia la perilla y abrir la puerta. Su mejor amigo estaba de pie fuera de la puerta. Permanecía recto, con las piernas ligeramente separadas y los brazos cruzados sobre el pecho. Llevaba una máscara de expresión de papel en blanco.
Lucas Nicolás llevaba una camisa negra ajustada de manga larga y vaqueros del mismo color. —¿Estás listo? —preguntó, extendiendo sus dedos enguantados mientras le entregaba el arma.
—Más que tú —contestó mientras tomaba el arma del agarre de su amigo. Enfundó la pistola en la funda de su cadera.