Anoche, pensé que él era guapo.
Pero al verlo a plena luz del día, me sorprendió darme cuenta de que «guapo» sería quedarse corto. El hombre que estaba delante de mí ahora, con la mano izquierda metida en el bolsillo de sus vaqueros y la otra detrás de su espalda, era un semidiós.
Llevaba una camiseta azul sencilla y pantalones vaqueros azules en la parte inferior. A pesar de la simplicidad en la ropa que llevaba, se podía sentir la autoridad que poseía, combinada con un aura dominante que parecía llevar a donde quiera que fuera.
El cabello salvaje e indomable que coronaba su cabeza anoche no era de tono miel cálida. Quizás debió ser el efecto de la luz pálida del candelabro que me hizo pensar que era ese tono. Hoy me di cuenta de que su cabello era una sorprendente rubia fresa y sus ojos, debajo de sus espesas cejas, eran de un intrigante color verde esmeralda, otro error mío. Debe ser el juego de luces también.