—Te extraño mamá —susurré, arrodillándome frente a la tumba de mamá—, y colocando el ramo de sus rosas favoritas encima de ella.
Tragué el nudo que se había formado en mi garganta mientras mis ojos observaban el tallado dorado grabado en la lápida.
Hasta ahora, todavía no puedo creer que se haya ido. La vida sin ella sería muy diferente. No solo perdí a mi mejor amiga sino también a mi mundo.
—No quiero que te vayas, pero es mejor así que verte sufrir —le dije, acariciando la lápida con la punta de mis dedos—. La imagen de su rostro vino a mis pensamientos, pero no era la misma cara agonizante que vi la última vez en el hospital. En cambio, era la imagen de su rostro sereno iluminado con una sonrisa que se formó en mi imaginación cuando cerré mis ojos.
El viento pasó a mi lado, el maravilloso aroma de las rosas impregnó mis fosas nasales. Inhalé profundamente para llenar mi pecho con su calmante aroma.