Durante un momento, todo el patio trasero quedó en silencio.
Un destello de satisfacción parpadeó en los ojos de Queta mientras levantaba lentamente la cabeza para mirar la posición de Connor.
Pero cuando Queta vio a Connor, se quedó congelada en su lugar, su expresión incredulmente incrédula.
Porque nunca había esperado ver a Connor ileso en ese momento.
—¿Fallé? —sus ojos mostraron una pizca de confusión, pero sabía en el fondo que esa situación era imposible.
Porque los francotiradores que había contratado esta vez eran todos profesionales, y a tan corta distancia, con dos francotiradores disparando simultáneamente, era imposible que la bala no diera en el blanco.
—¿Qué está pasando? —gritó instintivamente.
Connor miró a Queta, su rostro inexpresivo mientras decía:
—Queta, ¡no eres la única que trajo refuerzos!
Se detuvo un momento al escuchar sus palabras, luego frunció el ceño y preguntó:
—Connor, ¿qué quieres decir con eso?
—¡Bang! ¡Bang!