—Nunca lo hagas de nuevo —dijo Caña con voz severa, mordisqueó la punta de su nariz, pero cuando ella no respondió, levantó la cabeza y la miró a los ojos azules.
—No puedo prometerte eso. —Iris levantó la mano y acarició su rostro. Su cabello necesitaba ser cortado, ya que había crecido bastante—. Sabes que con mi poder puedo hacer las cosas mucho más fáciles para ti.
—No quiero que te involucres. —Caña sabía que si usaba a Iris, lograría algunas tareas de manera mucho más fácil y efectiva, pero no podía verla así. No estaba seguro desde cuándo la había excluido de su plan calculador, porque ciertamente no tenía este sentimiento al principio.
—Caña, sabes que puedes contar conmigo ahora. No soy indefensa y puedo ayudarte.
—Estás embarazada.
—Iris quería reír, qué excusa tan absurda era esa. Levantó un poco la cabeza y besó la punta de su nariz—. Estoy bien consciente de eso, pero gracias por recordármelo.
—No seas sarcástica conmigo.