TRAMA Y PROMESA

"¡No necesitas arrastrarme aquí, ya sabes!—Redmond miró furioso a Avid—. Este guerrero lo había sacado del bar antes de que pudiera terminar su segunda botella, así que Redmond estaba lo suficientemente sobrio como para saber a dónde irían. —¡No quiero ir a la casa de la manada! —gruñó.

—¡Oh! ¡Cállate! ¿Por qué te quejas tanto!? —Avid no podía soportarlo más y le gritó.

Curiosamente, Redmond no respondió y solo murmuró de vez en cuando, mientras se quitaba la mano de Avid del hombro. —¡Puedo caminar por mi cuenta! —dijo con veneno y Avid rodó los ojos.

—Solo quiero que sepas, si te atreves a huir, pediré a todos los guerreros que te cacen como a un perro y arrastren tu trasero de vuelta a la casa de la manada!

Redmond frunció el ceño con desdén. —No sabía que podías jurar así.

—Oh, cállate."

Probablemente este era el castigo de Redmond, porque terminaba discutiendo con quienquiera que estuviera, especialmente en este momento cuando estaba de muy mal humor.