Los brazos superiores de Sunny eran mucho más largos que los de un humano. Se agachó, cayó sobre sus cuatro extremidades y comenzó con un galope bestial, avanzando a una velocidad increíble. Con cada salto, la oscuridad salvadora se acercaba cada vez más. Los eslabones de la cadena celestial sonaban y se balanceaban frenéticamente bajo él mientras el demonio de Alquitrán Negro le perseguía.
Sunny podría haber intentado encontrar seguridad en las profundidades del Cielo Abajo, pero su velocidad y maniobrabilidad en el aire se hubieran visto severamente reducidas. Si la abominación decidiera expulsar otra lluvia de proyectiles cubiertos de alquitrán, él sería destrozado, hecho pedazos y consumido. Además, no había forma de saber si la aterradora criatura podría seguirle hasta el abismo.
Su mejor oportunidad era llegar al segmento de la cadena sumergido en la oscuridad, deslizarse a través de ella como una sombra veloz y escapar a la siguiente isla.