—Esto es... algo lúgubre.
Sunny caía por un vacío sin límites, una oscuridad fría y vacía. Lejos abajo, falsas estrellas centelleaban con una luz blanca y pálida. Sin embargo, su resplandor apenas iluminaba el Cielo Abajo. A su alrededor, no había... nada.
Sunny seguía descansando sobre el cofre del tesoro, sosteniéndolo con su única mano sana. No tenía un punto de referencia para medir qué tan lejos había viajado, pero sospechaba que la distancia estaba rápidamente dejando el ámbito del sentido y la lógica mundana.
No era muy educado, sin embargo, incluso él sabía que un objeto en caída aceleraría siempre a un ritmo constante... teóricamente. Eso significaba que cada segundo que Sunny caía, su velocidad aumentaba exponencialmente. A estas alturas, tenía que ser simplemente insano.