Abigail, aún ruborizada por su momento íntimo, evitaba el contacto visual con Cristóbal, su mirada fija en los dedos de los pies. Miró de reojo a Cristóbal y lo encontró sonriendo con suficiencia, lo que la sorprendió.
—Todo es por tu culpa. No voy a hablarte —ella se sentó a su lado con aire sombrío. Su lenguaje corporal transmitía su incomodidad, con los brazos cruzados con fuerza sobre su pecho y su postura rígida.
Cristóbal, sin embargo, parecía imperturbable por la situación. Sus ojos vagaban libremente sobre las facciones de Abigail, estudiando su expresión con interés. Cuando notó sus mejillas hinchadas, no pudo resistir la tentación de burlarse de ella.
—Eres linda —dijo, con su dedo índice recorriendo su pómulo, haciendo que el rostro de Abigail se tornara aún más rojo. A pesar de su esfuerzo por mantener una cara seria, sus labios temblaron, traicionando su intento de suprimir una sonrisa.