"Cuando Cristóbal regresó a casa, se encontró con una escena que le alegró el corazón. Abigail estaba intentando resueltamente tratarse sus propias heridas mientras estaba sentada en la cama y rodeada por el botiquín de primeros auxilios. Su mirada se elevó cuando él entró en la habitación, y una radiante sonrisa iluminó su rostro.
—¡Has vuelto tan pronto! —exclamó, su voz teñida de sorpresa y alegría.
Los labios de Cristóbal se curvaron en una sonrisa suave mientras se acomodaba a su lado. —No podía estar lejos —respondió, su voz era baja y ronca—. Quería estar contigo.
Juntos, trabajaron en quitar la gasa de su cuello, y los dedos de Cristóbal rozaron su piel mientras aplicaba el ungüento. Sus ojos se encontraron y la conexión entre ellos era palpable.
—La herida está sanando bien —observó, el alivio se reflejaba en sus rasgos—. Estará totalmente curada en sólo unos días.