Cristóbal permaneció allí, inmóvil, mientras una miríada de emociones lo inundaban. Se sentía mareado. La atmósfera asfixiante acrecentaba su ira y perplejidad.
Su ceño fruncido enfurecido, resaltando las líneas de frustración en su rostro. Su mandíbula estaba tensa, y los músculos se endurecieron con tensión. No podía comprender por qué Abigail había estado tan distante y resistente.
No podía entender por qué Abigail seguía empujándolo.
—¿Por qué no se acercaba a él? ¿No podía reconocerlo? ¿Perdió la memoria? —se preguntó con preocupación.
El sabor de sus labios permanecía en los suyos, aumentando su inquietud. La duda lo roía, amenazando con consumir todos sus pensamientos.
Estaba irritado, pero no podía dejar de recordar sus palabras. De repente, recordó que le había dicho que se alejara de ella si quería mantenerse seguro.
El ceño de Cristóbal se profundizó. El peso de sus palabras resonó en su mente, alimentando su enojo.