"Con una tierna sonrisa, Sebastián se retiró suavemente del abrazo, colocando las manos en el rostro manchado de lágrimas de Abigail. Miró sus ojos, llenos de una mezcla de orgullo, amor y dedicación inquebrantable.
—No tienes nada de qué disculparte. Soy yo quien debería pedir disculpas. Cometí errores y lamento el dolor que te causé. Pero estoy feliz de que finalmente estés lista para empezar de nuevo. Adelante. Siempre me encontrarás a tu lado —su voz temblaba de sinceridad al hablar, sus palabras llevaban el peso de una promesa hecha desde lo más profundo de su alma.
Abigail estaba extasiada, deseando su libertad. Pero continuó llorando cuando le mostró las noticias en el periódico.