El aroma de café recién preparado y pasteles llenaba la nariz de Lucas al empujar la puerta de un pintoresco café.
Inhaló profundamente, agradecido de haber decidido salir de la casa para desayunar en vez de conformarse con un bol de cereales frente a la televisión, como se había convertido en su costumbre últimamente.
La usual multitud del domingo por la mañana apenas comenzaba, el sonido de las charlas y el rítmico tintinear de cucharas contra tazas era una banda sonora reconfortante. Lucas escaneó la habitación mientras buscaba un asiento vacío.
La mayoría de las mesas estaban ocupadas por parejas o grupos de amigos, inmersos en conversaciones animadas. Una mujer solitaria estaba sentada junto a la ventana, con una taza de café humeante frente a ella, y Lucas pensó en Amy sentada asimismo ella sola en el salón.
Encontró una junto a la ventana, bañada por un cálido rayo de sol. Perfecto, pensó mientras se dirigía al asiento junto a la ventana que acababa de desocuparse.