Después de pasar la mayor parte del día fuera, obteniendo un cambio de imagen, Jeff entró en el apartamento, transformado de un individuo robusto a un hombre suave y bien afeitado.
Su barba generalmente indomable había desaparecido, reemplazada por una apariencia meticulosamente cuidada. Y su atuendo, una camisa blanca holgada con pantalones amplios y un sombrero blanco, más por estética que por protección del sol, completaba la transformación.
—¿Mia? ¿Estás aquí? —llamó Jeff, ansioso por mostrarle su apariencia a Mia, quien había despertado su deseo de un cambio de imagen.
Al adentrarse más en el apartamento, notó que la puerta del dormitorio de Mia estaba entreabierta, con una luz suave filtrándose por la rendija.
Pudo verla sentada en el suelo, absorta en su computadora portátil, con algunos papeles esparcidos a su alrededor.