Irene se estaba acostumbrando lentamente a pasar tiempo en los reinos del agua. Aún estaba fascinada por muchas cosas y había conocido a algunas personas. Todos eran amables y acogedores. Había un demonio del agua en particular, Dorota, con quien se había hecho amiga. Nunca antes había tenido amigas, así que este sentimiento era nuevo para ella.
Dorota tenía casi doscientos años y era una dama hermosa, por dentro y por fuera. Su cabello verde era ondulado y sus ojos cambiaban de color, como el de cualquier otro demonio del agua. Era elegante, inteligente y divertida, y ya en su primer encuentro se llevaron muy bien.
Dorota le mostró el reino y le presentó a más personas. Ver a todas las mujeres siendo amigas y a sus hijos y nietos también siendo amigos, le hizo sentir envidia y darse cuenta de lo que se había perdido en la vida.