—No dejes que alguien que no ha hecho nada te diga cómo hacer algo. —Desconocido.
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Zamiel soltó la mano de Cielo cuando vio que sus ojos se llenaban de lágrimas. Se dio cuenta de que estaba siendo demasiado egoísta y pidiendo demasiado. Solo había querido ver su rostro antes de morir y que ella lo sostuviera mientras daba su último aliento.
Su corazón le decía que había llegado a su límite. Todo lo que hacía le causaba dolor. Incluso mantener los ojos abiertos o respirar se sentía como una tortura. Su cuerpo había tenido suficiente después de pasar por tanto. Sentía como si su alma estuviera abandonando lentamente su cuerpo y no tuviera la fuerza para retenerla.
Quizás debería haber muerto ese día. Cuando Cielo estaba dispuesta a matarlo. Si hubiera muerto entonces, les ahorraría a ella y a sí mismo todo este dolor.
¡No!
En realidad, debería haber estado encerrado para siempre en ese ataúd. No debería haber sido liberado. ¿Qué bien trajo?