El corazón de Heaven se aceleró de miedo al escuchar la voz de Zarin.
¡No! ¿Por qué estaba aquí? Ya podía ver la ira en los ojos de Zamiel.
—¡Heaven! —De repente, estaba dentro de la habitación con una espada en su mano.
El corazón de Heaven saltó a su garganta. Él iba a salir herido hoy.
Los ojos de Zarin iban de ella a Zamiel antes de levantar su espada y apuntar su punta al extraño.
—¡Heaven ven aquí! —ordenó, sus ojos penetrando en los de Zamiel, advirtiéndole que no se moviera.
Zamiel cruzó sus brazos detrás de su espalda, sin sentirse ni un poco amenazado. —¡No te muevas Heaven!
Heaven no se movió. No era estúpida.
En cambio, se dirigió a Zarin. —Zarin, vete. Estoy bien —le lanzó una mirada de advertencia.
Zarin sostuvo su espada, aún apuntando al extraño. —No tienes que tener miedo. ¡Ven aquí ahora!
—¡Te dije que te fueras, Zarin! —Heaven advirtió.
—¡Dije que vengas aquí! —gritó, sobresaltándola. Era la primera vez que alzaba la voz.