¿No podía hacer ningún sonido? ¡Por Dios!
¿Por qué la idea me provocaba un revuelo en el estómago?
Lucian retiró sus labios de los míos y me miró preocupado.
—¿Estás seguro de que quieres esto? —preguntó—. Si no quieres, no voy a obligarte.
Estaba confundida. ¿Hice algo para hacerle creer que no quería? Pensé que sonaba desesperada.
—Estás temblando y pareces estresada —él explicó.
—Oh… Sí, estaba estresada, estresada por tenerlo. Era como si no pudiera esperar. —Estoy temblando de necesidad, Lucian. Te necesito —le aseguré sin sentirme en lo más mínimo avergonzada.
Los ojos de Lucian se oscurecieron y tomó mi boca con la suya en un beso salvaje. Sus manos recorrieron los costados de mi cuerpo, por mi espalda, sobre mi trasero y agarrando mis muslos me levantó. Tomé la indirecta y enrollé mis piernas alrededor de su cintura mientras él me llevaba hacia la cama sin apartar sus labios de los míos. Allí me acostó suavemente y se alejó.