Antes de la muerte de su madre, la anterior gobernante de la región de Distar, Brinja había dejado que le crecieran hasta los tobillos.
Ahora, sin embargo, no tenía tiempo para cuidar de ello y se los había cortado a la altura de los hombros. Llevaba un vestido de día verde océano que dejaba al descubierto sus esbeltos brazos y resaltaba sus ojos azul cielo.
Su rostro una vez lleno de vida había sido reemplazado por la severa expresión de una gobernante estricta y su brillante sonrisa rara vez llegaba a sus ojos.
—Qué bueno saber de ti, Brinja. ¿Cómo estás? —Él preguntó.
—Depende. ¿Has encontrado a la persona que mató a mi madre?
—No.
—Entonces mis sentimientos son irrelevantes. Te llamo en nombre del Reino. Tenemos que encontrarnos tan pronto como puedas. —Ella respondió.
—Atendí esta llamada porque pensé que me llamabas como amiga. Les dije a todos que no quería ser molestado. —Dijo Lith.