Lith reflexionó sobre las palabras de Faluel, dándose cuenta de que, entre ser capaz de producir Llamas del Origen y de Dominación, básicamente estaba sentado sobre una mina de oro.
—Deja de regodearte en tu mina de oro y empieza a respirar fuego, chico. Ya estoy envidiosa, sería mejor que dejes de pedir una paliza. —La Hidra asomó su cabeza para sacarlo de sus pensamientos.
—¿Cómo sabías en qué estaba pensando? —Exclamó sorprendido.
—Todos los Dragones ponemos la misma cara mientras contamos nuestros tesoros. —Faluel se puso un par de gafas protectoras pesadas mientras preparaba el horno.
La herrería de la Hidra no se parecía en nada a la de Zekell. Un complejo sistema de matrices contenía todo tipo de calor, ya sea natural, mágico o basado en Llamas del Origen.
Un enorme agujero en el centro del laboratorio canalizaba la lava fundida desde las profundidades de Mogar hacia el horno, donde se utilizaba en lugar de carbón para mantener la temperatura constante.