De los bolsillos de Faluel, Solus se habría empapado en un sudor frío si no fuera por la falta total de glándulas. Su sentido del maná permitió a Solus darse cuenta de qué tipo de monstruos los rodeaban, mientras que Lith permanecía tranquilo debido a su dichosa ignorancia.
—Digamoslo de esta manera. Cuanto más interfieran con el juicio, más tiempo desperdiciaremos —dijo Leegaain.
El Guardián tenía la apariencia de un hombre albino delgado, 1,75 metros (5'9") de alto, con cabello y piel blancos como la nieve. Sus ojos eran púrpuras y tenían una pupila vertical. El Padre de todos los Dragones llevaba una armadura de guerra negra completa que solo dejaba al descubierto su rostro y manos.
Varias partes de su piel estaban a medio camino de convertirse en escamas, lo que hacía que Leegaain pareciera que tenía tatuajes.
Ante esas palabras, Inxialot se sentó derecho y cerró la boca. Todo el Consejo admiró una vez más la habilidad del Guardián para realizar milagros.