Narra Liam
Varias gotas de sangre caían sobre la acera, dejando un tipo de camino sobre esta, pero ante la falta de luminosidad apenas era visible para cualquier humano que llegase a caminar por aquí, sin embargo será muy notorio para un Hombre Lobo; el aroma quedará impregnado por unos días y mientras tanto se podrá percibir con facilidad.
Abrí la puerta al llegar a casa y cruzamos esta, en estos momentos no había nadie a excepción de nosotros.
—¿Tienes alcohol y vendas? —preguntó Allen.
—Si. Hay un botiquín en el baño, por ese pasillo a la izquierda —señalé.
—Espera en el sillón, ahora vuelvo.
—No —mi respuesta hizo que se girase hacia mi cuando estaba a punto de irse—. Si llego a mancharlo seré hombre muerto —mi tía me comerá vivo—. Vayamos a mi habitación.
—Está bien, en unos momentos iré —se dirigió al pasillo.
Entré a mi habitación sin cerrar la puerta y encendí el foco mientras Allen regresaba con el alcohol y vendas, tomé una playera que se encontraba en el piso para colocarla en mi herida y no seguir manchando el piso y las sábanas; seguidamente me senté en la orilla de la cama a esperar; ejerciendo fuerza en mi brazo herido.
Escuché como alguien más entraba por la puerta principal. Era alguien conocido y gracias a mi olfato pude percibir su aroma; esa persona no tardó en aparecer del otro lado del marco de la puerta para mirar el piso manchado de sangre, después fue subiendo hasta que su mirada y la mía se cruzaron.
—¿Qué haces aquí? —fruncí el ceño extrañado
—¿Qué hago aquí? ¿En serio...? —cruzó el marco de la puerta—. Vengo caminando por la acera cuando misteriosamente olfateo sangre y veo gotas esparcidas sobre la acera, formando un camino que me condujo hasta aquí —Joe se giró al escuchar unos pasos aproximándose detrás de él.
—Ya tengo el alcohol y las ven...das —la mirada de los chicos se cruzó por un segundo, compartiendo sentimientos y emociones entre sí como aquella primera vez en su reencuentro.
Allen se acercó a mí y se sentó a mi lado con el botiquín de primeros auxilios en su mano, el cual colocó sobre la cama. Con la llegada de Joe el silencio profundo fue muy notorio en la habitación.
—¡Por un demonio, Allen! —rompí el silencio—. Aleja tus manos —quise apartar mi brazo de él.
—No seas niñita y deja de moverte —jalo con suavidad mi brazo—. Solo quiero saber si el cuchillo no tenía acónito —siguió observando mi herida.
—Pude haber olfateado el acónito en ese instante —arrugué mi frente.
—¿Acónito? —preguntó Joe acercándose a nosotros—. ¿De qué hablan? ¿Y para qué es el alcohol y las vendas?
—Son para mí —hice una mueca—, tengo una herida.
—Pero... eres un Hombre Lobo.
—Ese es el problema —interrumpió Allen, mientras comenzaba a llenar de alcohol el algodón—. No ha cicatrizado.
—Sigue intacta —respondí.
—¿Pero qué estás diciendo? ¿Cómo demonios te hiciste eso?
—Matthew lo hizo.
—¿Qué? ¿Matthew...? ¿Cómo? ¿Por qué? —Joe hacía demasiadas preguntas.
—Lo sabe —hice una pausa—. Él lo sabe.
—¿Qué? —sus ojos se abrieron de tal asombro—. ¿Por qué se lo dijiste? —solté un quejido en el momento en que Allen comenzó a limpiarme la herida con un pequeño fragmento de algodón humedecido en alcohol.
—Lo descubrió no sé cómo ni cuándo —le respondí, seguidamente hice una pausa para narrarle lo sucedido—. Desde hace días no tenía noticias de él y cada día sin falta iba a su casa a tocar su puerta, pero nunca se molestó en atenderme.
—Porque obviamente algo sucedía —interrumpió Joe, esto me hizo rodar los ojos.
—Ajá —continué—. Como consecuencia perdí la paciencia y tuve que forcejear la puerta para entrar, y lo encontré atemorizado —llené de aire mis pulmones y dejé escapar el aire—. Todo pasó muy rápido, cuando menos lo esperé estaba amenazándome con un cuchillo, pensaba que en cualquier momento lo "atacaría" —hice las famosas comillas imaginarias con una mano—, pero todo sucedió al revés.
—Liam... Eres un...
—Lo sé, no hace falta que me lo digas, soy un estúpido —bajé la mirada y después la levanté—. Matthew me hizo esta herida y desde entonces no ha sanado —por mi mente pasó una posible causa—, tal vez sea porque hirió mis sentimientos... mi mente me impide de alguna forma u otra que pueda sanar —no quedé muy convencido con lo que acabo de decir, pero no encuentro otra respuesta a ello.
Justo en este momento Allen acaba de terminar de limpiar la herida, ahora tomó la venda y la cubrió por completo en unos breves segundos.
—Necesitaremos ir con Nathaniel —dijo Joe.
—Él no es un doctor —fruncí el ceño.
—Liam, esto no es un juego. Eres un Hombre Lobo y no es normal que te suceda esto.
—Opino lo mismo —respondió Allen.
—Chicos —interrumpí—, todo estará bien, mi herida podrá sanar en el transcurso de la noche, no hay de qué preocuparse. Además, ya no siento dolor... miren —toqué con delicadeza la herida. Ninguno de los dos se la creyó por completo y Allen me dio un golpe.
—¡Ahhhh! ¡Demonios...!
—Eres un mentiroso —dijeron los dos a la vez, haciendo que chocaran sus miradas y después la apartaron.
—Solo quiero que no se preocupen.
—Si esa herida no sana para mañana a primera hora, iremos con Nathaniel.
—Está bien —aceptaré con una condición—, pero ¿podrían quedarse esta noche aquí?
Mis tíos no estarán en casa. Además es el momento perfecto para hacer que estos dos se acerquen nuevamente como solían hacerlo meses atrás, es imposible que un Hombre Lobo olvide a su primer amor; los latidos de Joe y Allen lo dicen todo, siguen enamorados.
—De acuerdo —Allen respiró hondo.
No fue difícil convencerlo —pensé.
—Si él se quedará no es necesario que yo también deba quedarme —supuse que se negaría a acceder—, así qué..
—También tu, Joe —lo interrumpí—, ¿acaso olvidaste aquel favor que te hice? —no respondió, se quedó en silencio tratando de recordar—. Además, si esos tipos vuelven por Matthew, en esta condición no podré sin la ayuda de ustedes.
—Pero, ¿dónde piensas que dormiremos?
—En el armario hay un colchón —apunté con mi dedo pulgar y los dos miraron hacia allá—, es suficientemente grande para los dos —Joe se quedó pensativo por unos momentos.
—Lo más conveniente sería que yo duerma en el sofá —respondió en un tono serio—. Espero que no haya problema con ello —arqueó una ceja.
—Para nada.
—Está bien —se dio la vuelta para irse.
—¿A dónde vas?
—Con mis hermanos —se detuvo en el marco de la puerta—, les informaré que pasaré la noche aquí.
—De acuerdo, te esperamos —finalmente se marchó.
Una vez solos, me levanté de la cama para sacar el colchón del armario; lo encontré limpio y reluciente, tampoco tuve complicaciones en sacarlo del armario, a pesar de no poder mover mi brazo por la herida; fue suficiente la fuerza que ejercí en el otro brazo y con eso bastó. Sin embargo tuve que ser muy cuidadoso para no hacer un desastre dentro del armario, seguidamente lo llevé conmigo al lado de mi cama.
—¿Crees que regrese Joe? —Allen se acercó para ayudarme.
—Por supuesto —dije con seguridad.
—¿Por qué estás tan seguro? —me miró de reojo.
—Una simple razón, porqué te ama.
—No digas tonterías —hizo un esfuerzo para no hacer notar su tristeza—. Lo nuestro se acabó hace meses y dudo que esa chispa entre nosotros vuelva a...
—Al parecer tú no has comprendido muy bien como están las cosas —tuve que interrumpirlo—. Un Hombre Lobo nunca, pero nunca y cuando digo nunca quiero decir JAMÁS —recalqué esa última palabra para ser más claro—, olvida a su primer amor.
—¿Cómo estás seguro de eso? —tomé una sábana y me ayudó a ponerla sobre el colchón.
—¿Alguna vez te has sentido atraído por alguien más tanto físicamente como sexualmente?
—No —respondió sin pensarlo.
—He ahí la respuesta —sonreí—. Tanto tú como él son el uno para el otro —volvió a quedarse callado.
Mientras él pensaba que responder tomé una almohada de las tres que tenía y se la entregué para que durmiera mucho más cómodo.
—¿Por qué haces esto?
—Para que duermas cómodo —arrugué mi frente.
—No, esto no —arrojó la almohada hacia el colchón—. ¿Por qué quieres ayudarme a recuperar a Joe?
—Ah —solté una risa pacífica—, solo quiero verlos felices. Cuando conocí a Joe era frío y conservador, actualmente ya no es esa persona que conocí hace tres semanas desde que tú apareciste, una prueba más de que aun te ama.
—Cayó en depresión y sufrió por mi culpa, él me lo dijo cuando nos reencontramos.
—Recuerda que en todos estos meses no tuvo con quien desahogarse —puse mi mano en su hombro y después la quité—. Habla con él y demuéstrale que tan arrepentido estás, mediante acciones. Todos cometemos errores en algún punto de nuestras vidas y lo importante es repararlos.
—Tienes razón —dio un suspiro—, lo haré.
—Bien —di la vuelta y tomé otra almohada, la cual sería para Joe y se la arrojé a Allen para que quedara su aroma en esta—. ¿Qué tal te parece?
—Es demasiado cómoda —la abrazó—, pero con una basta —me la devolvió.