Él frunció el ceño, algo atento, el corazón le había dado un brinco ¿acaso pensaba marcharse de la ciudad?
— ¿A dónde? ¿Se puede saber?
— Me voy a Stockton a recoger mis cosas — respondió, todavía mirando hacia el frente.
— ¿A Stockton ?, ¿en tren? Lana, podrías habérmelo dicho, te hubiera llevado en coche, por los menos estoy a tiempo — sonaba alarmante. A parte de Dylan nadie en su vida se había preocupado por ella de esa manera.
— No quiero abusar.
— ¿Abusar? para algo me tiene aquí, soy tu amigo — carraspeó después de decirlo, no le gustaba decir esa palabra, no quería usarla con ella, era evidente que deseaba algo más que una amistad —. Ya sabes estoy aquí sin más, puedes pedirme lo que necesites.
Ella agradeció ese acto, esa amabilidad que evocaba le derretía el corazoncito como si de un helado en el sol tratara.
— De verdad, me sabe mal pedirte tantos favores, llevamos poco tiempo conociéndonos, todavía me falta confianza — admitió parando en seco, llevaban poco recorrido, solamente cinco minutos.
— No te preocupes, poco a poco ¿de acuerdo? — dijo más apaciguado, no le faltaba razón —. Pero puedo llevarte a Stockton no me importa, mañana domingo no tengo nada que hacer.
Lana resopló, aunque le divertía la situación, Jean era imposible.
— Hay un problema — aclaró ella.
—¿Cuál?
—Tu coche.
— ¿Por qué?
— Es demasiado... — trataba de buscar la palabra correcta —. Demasiado espacial, moderno e inteligente. Llevarlo a un lugar como ese, es peligroso.
Él se rascó la nuca pensando cuál solución podía encontrar, la miró buscando una idea, pero esta no aparecía, sus ojos avellanados verdosos irradiaban, viéndose más cristalinos de lo que eran, bajó la vista y... de nuevo se encontró con ese tirante sobre sus hombros, lo deleitaba y mucho, su chaqueta estaba de nuevo entre abierta pero el lado izquierdo de esta, caía sobre su brazo dejando a la luz su hombro descubierto, quiso fundir su cara en su cuello y hombro, fundirse como queso dentro del pan como sándwich, mierda Lana era demasiado.
— ¿Jean? — preguntó sintiéndose presa de él. Desvió la vista, estaba agitado.
— Estaba... — se humedeció los labios, joder la deseaba —... Estaba buscando una solución.
— Oh, ya veo, escucha, no te preocupes puedo ir en tren, si quieres puedes acompañarme.
Pensó en lo mucho que llevaba sin coger el tren, desde que se había sacado la licencia de conducir en la preparatoria, no había vuelto a ver uno.
— Tengo una idea — la agarró de las manos tan suaves y delicadas. Giraron de dirección, retrocediendo el camino que llevaban. Lana se mordió la comisura de los labios, iban agarrados de la mano, él delante y ella detrás siguiéndolo desubicada. Pero el hecho de entrar en contacto con sus robustas manos le encendía un calor extraña en cada pequeña célula de su anatomía. Estaba revolucionada.
— ¿Hacia dónde vamos?
— Hacia Stockton.
—¿Cómo? — se zafó de su agarre, deteniendo el paso tragando con dificultad, ese hombre era todo un loquillo.
Él se detuvo también, en ocasiones sus impulsos lo delataban.
— En mi segunda casa tengo un coche antiguo, nos irá bien.
— Me lo podrías haber dicho, antes de agarrarme de la mano de esa manera.
Jean le lanzó una mirada traviesa, acompañada de media sonrisa.
— Me tienta.
Sus estímulos la alteraban aún más, se le ruborizaba las mejillas, apartó la vista, esto ya era demasiado.
— Me sabe mal estorbar, podemos ir en tren, además tenía programado ir mañana.
— Déjate mimar, vamos — ladeó la cabeza y esbozó una sonrisa tan brillante como él.
— De acuerdo, pero te espero en la entrada de la casa de acogida.
— Muy bien, no tardaré mucho.
Y efectivamente así fue, lo esperó en la entrada y en cuestión de veinte minutos ya estaba allí. Subió directa hacia el vehículo rojo, era bonito, aunque a comparación del actual, éste era más anticuado, pero no dejaba de ser asombroso.
Jean parecía manejarlo bien, ya que iban con marchas, el actual era automático. Estaba regresando a las viejas costumbres.
Llevaban un rato de camino, él tenía puesto el GPS para orientarse, tomó la salida 8B para incorporarse a l-580 East en dirección a Downton Oakland, Hayward - Stockton.
Escucharon música, Lana reía divertida por sus disparates, lo cierto es que lo estaba pasando en grande, a su lado. Bajó la ventanilla dejando que el aire removiera su cabello y el de su compañero, de mientras iba tomando agua, él fumaba tranquilo escuchando su risilla, lo hacía muy feliz.
La música cambió de pronto sonando Disco Tits de Tove Lo, él subió aún más el volumen, disfrutando del viaje en carretera, hacía pequeños movimientos queriendo bailar e impulsando a Lana a hacerlo. Cuando llegaron a mitad del estribillo se miraron cómplices sintiendo la conexión entre ellos, la vibración y cantaron unísonos mientras hacían pequeños movimientos de baile en el asiento, ambos con cinturón obviamente. La letra era explícita pero no importaba, se enfocaron en fusionar sus emociones, mientras el viento seguía cumpliendo la función de alborotar sus cabellos, hacía mucho sol, por lo que Jean tuvo precaución, se puso las gafas de sol y tomó las medidas de seguridad necesarias para no ser vislumbrado por este, apenas eran las seis de la tarde.
Rato después giró a la izquierda por N center Street a setenta metros estaba su destino. Lana sintió esa corriente eléctrica pasando por su espalda, viajando por cada medula, cada espina dorsal. Estaba ahí en la ciudad de nuevo, otra vez apagándose poco a poco como una lombriz.
Él analizó la ciudad, era grande siendo la decimotercera más grande del estado de California en términos de población. No tenía nada que ver con San Francisco, pero si había algo hermoso en esa ciudad era Lana, sin duda alguna. Volteó a mirarla, ya que su silencio llamó su atención, sus ojitos no brillaban, estaban tristes y eso se lo transmitía.
—¿Estás bien? — preguntó apenado, sabía que era duro.
— Sí — parpadeó no queriendo llorar. Todo le recordaba a su infancia y a su hermano. Suspiró hondo y exhaló aire, luego cerró los ojos por segundos, necesitaba oxigenar su cerebro —. Jean iremos rápido, no quiero que nos atraquen — intentó sonar algo más divertida. Él esbozó una sonrisa.
— ¿Dónde está tu casa?
— En Lincoln Village, si quieres puedo conducir yo, sé la ruta más rápida.
— No sabía que tenías a tu disposición el carnet de conducir.
— Oh, creí habértelo dicho — le sonrió amable, aunque evidentemente nerviosa.
Jean asintió, se desabrochó el cinturón y le dejó el asiento disponible cuando bajó. Cambiaron de rol, ella esta vez estaba en el copiloto en su asiento ya calentito, sonrió tímidamente, se abrochó el cinturón y él el suyo. Se ajustó el asiento, no era tan grande como él, así que lo adaptó a su forma. Puso en marcha los motores, cosa que a Jean le pareció adorable, una mujer como ella estaba manejando su auto, adueñándose de todo y de él. Sus amigos se reirían de él, porque no dejaba su volante a nadie, a no ser que fuera situaciones críticas. Pero ella era la diferencia. Cuando llevaban diez minutos de camino lo miró de reojo, se veía guapo y apuesto. Volvió a guiar su mirada por la vía, giró hacia la izquierda por Cumberland Pl, a pocos metros estaba su casa, estacionó el coche justo enfrente, la zona estaba tranquila, los gamberros no rondaban por ahí. Además, tenía una cinta rodeando la casita, ya que estaba bajo orden judicial, por eso se atrevió a buscar sus pertenencias.
Él estudió el lugar; era una casa muy pequeña, común, aunque descuidada, las hojas de los árboles caían por el techo, fueron en dirección a ésta y cuando Lana abrió la puerta, lo hizo pasar. Al entrar, percibieron el polvo de la entrada y el olor a madera rústica, todavía había luz natural del día, pero, aun así, lucía triste, no había luz que la salvara. Estaba todo revuelto, la policía había entrado para averiguar la desaparición de la tía Evie y las sustancias de Dylan.
— Disculpa el desorden — Lo observó apenada. El chico asintió con una tierna sonrisa, aunque sus ojos luego se desviaron en el desorden de la entrada —. Yo solía limpiar todo, mi ausencia ha afectado, además la policía ha removido todo.
—Descuida, no me des explicaciones.
— ¿Quieres subir conmigo? — preguntó apenada —. ¿O prefieres quedarte fuera? — sonaba tan avergonzada que él sintió cierta lástima y se compadeció.
— Quiero ir contigo.
— Vale, pues vamos a mi habitación.
— Eso suena un tanto prometedor.
— Sin embargo, está algo lejos de lo que está pasando por tu mente.
— Ya lo veremos, Lana.
Subieron por las ruidosas escaleras de la estrecha casa, a decir verdad, se hacía tenebrosa. Llegaron al pasillo, en el fondo de este, había una puerta con una hoja que ponía «Lana» en mayúsculas. A él le pareció tierno, se acercaron a la puerta, pero ella tensó sus músculos, dado que alcanzó a ver una pequeña araña caer sobre la tela, cerca de la puerta. Pegó un brinco y tropezó con Jean, asustada y lo abrazó fuerte cerrando los ojos, le daban mucho miedo. En cuanto se dio cuenta abrió los ojos asustada, estaba envolviendo su cuerpo sin darse cuenta, sintiendo latir su pecho fuerte y ese olor a menta que lo caracterizaba, apartó la vista asustada de sí misma, estaban tan cerca que solamente se percibían sus corazones latir con una fuerza mayor a su voluntad.
A la voluntad de besarse, de colisionar.
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