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Bab 23: Arco 2.8

Jen estaba sorprendido. La sala era diferente a lo que imaginó. Tras atravesar esa habitación repleta de cuerpos, había esperado encontrarse con un entorno igual de lúgubre y asqueroso. Sin embargo, el espacio frente a él, estaba bastante alejado de esa idea.

Había elementos del mundo humano, debidamente colocados en mesadas, tablas, estantes, o simplemente en el suelo. Todo el lugar estaba limpio, denotando la gran importancia que le brindaba su dueño.

La piel de Jen se erizó. Podía sentir como los vellos de su cuello se erguían, ante el mal presentimiento que se elevaba por su cuerpo.

Jen inmediatamente tomó la mano de Tip. Se aferró a esa palma con fuerza, entrelazando sus dedos. No pensaba separarse ni un centímetro de él.

Tip presionó ligeramente su mano. Le indicó a Jen que no tema, que él estaría a su lado y no permitiría que nada malo le pasase.

Luces rojas cubrieron la habitación. Esto permitió que los sobrevivientes contemplaran levemente lo que había a su alrededor.

Rosé se unió al dúo. Fue la segunda en llegar a la enorme habitación, antes de que otras personas comenzaran a acercarse. Como polillas siendo atraídas por las llamas, se reunían en un mismo lugar. Después de todo, se sentían seguros entre la multitud.

Un gruñido gutural resonó por el centro de la habitación. Las paredes que rodeaban la sala se sacudieron, seguido del suelo que comenzó a estremecerse.

Jen perdió estabilidad, siendo sujetado por los brazos de Tip. Se aferró firmemente a él.

La habitación comenzó a transformarse. Los objetos, cuidadosamente ubicados, cayeron bruscamente.

El pánico no tardó en apoderarse del corazón de los escasos sobrevivientes. De 15 personas transportadas, ahora solo quedaban siete. Un número lamentable y desgarrador, pero que no derrotaba el deseo de salir con vida que cargaba cada uno en su corazón.

Las paredes se movieron de un lado al otro. Crearon una especie de habitación más pequeña, similar a un cubículo que ahora los albergaba dentro. Eran como ratones dentro de una jaula.

Jen enarcó una ceja. No le gustaba estar encerrado de esta manera. No había mucho espacio para huir o esconderse. Quizás eso era lo que buscaba ese monstruo.

Las luces rojas se apagaron. La oscuridad volvió a apoderarse del entorno, sumiendo a la gente en un caos. Susurros de incertidumbre, súplicas, entregas a Dios. Los oídos de Jen ya se habían saturado ante el barullo que creaban estas personas en su desesperación.

En ese momento, Jen lo observó. La niña de rojo apareció junto a una persona, y sin que se diera cuenta, lo asesinó. Le cortó la garganta, haciendo que sea imposible que emita sonido. La joven tuvo una muerte lenta, dolorosa y silenciosa.

Jen retrocedió unos pasos. Apartó a Tip del grupo, evitando convertirse en el siguiente objetivo de ese monstruo.

La siguiente víctima no tardó en caer al suelo. Un hombre se desangró desde su pecho. Su corazón había sido arrancado de cuajo en un simple, veloz y ágil movimiento. La niña de rojo los estaba matando uno a uno y con total tranquilidad. Aunque esta vez, alertó a los demás sobrevivientes.

El cuerpo cayendo pesadamente al suelo, fue el indicativo perfecto. El potente ruido sorprendió al grupo, quienes enseguida se dieron cuenta de que algo andaba mal.

Un pie pateó el cadáver del hombre y gritó con horror.

"¡Un cuerpo! ¡Es un cuerpo! ¡Está muerto!"

Esas palabras despertaron el terror del resto. La poca cordura que reinaba entre ellos, se perdió en un instante. Giraban sus cabezas de un lado al otro, tratando de ubicar el paradero de la niña de rojo. Sin embargo, la oscuridad hacía que fuera imposible ver qué estaba pasando. Todos estaban en desventaja menos Jen.

La niña de rojo se desvaneció. Su cuerpo desapareció, preocupando a Jen. Enfocó su vista en las distintas personas a su izquierda, pero no podía encontrar al monstruo. ¿A dónde se fue?, pensó.

En ese instante, se estremeció. Un escalofrío bajó por su espalda, obligándolo a voltear. Fue testigo de cómo la niña de rojo estiraba sus largas y afiladas uñas hacia la nuca de su hombre.

La ira invadió el corazón de Jen. Su cuerpo se movió instintivamente, sujetando el brazo de Tip y haciéndolo a un lado. Su hombre cayó al suelo desconcertado, pero Jen no tenía tiempo de explicarle qué estaba pasando.

Impulsado por la adrenalina, lanzó una patada hacia el monstruo. No le importó el estado de su pierna ni que pudiera hacerse más daño; ahora solo había un pensamiento en su cabeza.

"¡Aléjate de mi hombre perra!"

El monstruo no se inmutó; el ataque de Jen no le produjo ni un rasguño. Es solo que sus palabras parecieron molestarla un poco, ya que gritó desaforadamente. Sus alaridos casi destrozan el tímpano de los demás.

Jen comenzó a buscar en el suelo algo con que defenderse. Alcanzó a visualizar un fragmento de cerámica. Pertenecía a un florero que se rompió con el temblor.

"Si, grita lo que quiera pero no toques a mi hombre bicho asqueroso"

Jen la apuntó con el filo del fragmento, listo para saltar al ataque en cualquier momento.

Tip se percató de lo que estaba sucediendo. Se puso de pie e intentó llegar hasta Jen. El haberlo perdido de vista lo ponía inquieto; quería estar a su lado cuanto antes. Temía perderlo para siempre y sin darse cuenta.

"¡Jen!"

El monstruo estiró sus garras hacia Jen, quien las esquivó en un rápido movimiento. Sus uñas pasaron rozando su mejilla, dejando una leve herida en su piel.

Inmediatamente, Jen la apuñaló. Estiró su arma hacia su costilla, incrustándola en su cuerpo. La niña de rojo no se preocupó por su herida y volvió a arremeter contra él.

Jen debió esquivar su nuevo movimiento, perdiendo el arma de su mano. Quedó clavada en el cuerpo de la niña, quien comenzó a dirigir sus dientes hacia él. La saliva caía desde las comisuras de su boca, en una escena bastante desagradable.

Los demás sobrevivientes buscaban apartarse del enfrentamiento. Pese a no ver nada, se arrastraban hacia un rincón, rezando por que el monstruo no fijara su atención en ellos. Una de esas pocas personas era Rey.

Su piel estaba pálida y sus manos temblaban intensamente. Era ateo, pero en estos momentos, desconocía a cuantos dioses les había rezado ya. Les imploraba por que el portal se activara y regresaran a su plano.

"Por favor...¡Por favor!"

Rosé fue empujada por una persona desconocida. Cayó bruscamente al suelo, sin entender lo que sucedía a su alrededor. La oscuridad era tan intensa que hacía imposible identificar la silueta de una persona. Algo por lo que Tip no paraba de maldecir.

Sus manos se estiraban de izquierda a derecha, tratando de dar con Jen. Caminaba con dudas y desconfianza, ya que no sabía que podía haber más adelante.

La niña de rojo se abalanzó sobre Jen. Intentó arrancarle la cabeza, a lo que Jen se inclinó hacia atrás. En ese momento, sus pies pisaron unos fragmentos.

Su pierna lesionada latió de dolor. No fue capaz de mantenerse estable, ocasionando que todo su cuerpo se hiciera hacia atrás y terminara impactando contra el suelo. Jen sizó de dolor, cuando su trasero cayó contra los cristales rotos.

El monstruo volvió a gritar y se lanzó hacia Jen.

"¡Humano!"

Lumie gritó desesperado. Sin que Jen se lo pidiera, ya estaba programando el próximo salto entre mundos. Aunque no fue necesaria su intervención al final. La suerte estuvo del lado de Jen, ya que una intensa e imprevista exposición hizo estremecer la habitación. La fuga de gas y el incendio que se había propagado en la cocina, dieron paso a que todo estallara.

Esta pequeña distracción, le regaló suficiente tiempo como para ponerse de pie y tomar distancia. La niña de rojo ni siquiera le prestó atención, ya que estaba enfocada en los destrozos que estaban ocurriendo dentro de su hábitat.

Jen se apartó más y más. Retrocedió paso a paso, hasta que su espalda chocó contra los brazos de una persona. El inconfundible calor de su hombre lo envolvió y besos cayeron en su nuca y cabeza.

Jen sonrió.

"Estoy bien"

Tip no le hizo caso. Amplió la distancia contra ese monstruo y colocó a Jen detrás de sí. Adoptó una postura defensiva, listo para salir al ataque y enfrentarse contra ese ser. Que viera o no, no le importaba. La adrenalina que corría por su cuerpo era todo lo que necesitaba para hacerle frente a esa cosa.

La niña de rojo perdió el control. Las llamas que consumían la escuela, la pusieron furiosa. Desató su lado más salvaje y cruel, arremetiendo contra las personas más cercanas a ella.

Dio media vuelta y desgarró el cuerpo de un hombre. Sus dientes comieron su carne, mientras gritos de ayuda resonaban por la habitación. Los demás sobrevivientes salieron corriendo, pero tropezaron entre ellos o terminaron chocando contra las paredes.

Jen aprovechó la distracción, para sujetar a Tip y correr hacia una esquina. Con su visión nocturna, tenía una clara ventaja que no pensaba desaprovechar.

Rosé comenzó a arrastrarse por el suelo. Gateó hacia un costado, llegando hasta la pared y tomándola como referencia. Comenzó a avanzar, con la esquina como su objetivo.

Pero mientras Rosé hacía todo lo posible por resistir, Rey parecía haberse resignado a su vida. Su pavor lo había dominado. Por su mente no cruzaban buenas ideas o métodos para prolongar su vida. Solo estaba hecho un ovillo y tiritando

Y aunque suene loco de creer, eran las únicas personas que todavía estaban intactas y respirando.

La niña de rojo enfocó su atención en Rey. Lucía como la presa perfecta.

Caminó tranquilamente hacia él, permitiendo que su aliento pútrido ingresara por sus fosas nasales. Una arcada se escapó desde su garganta.

Lágrimas bajaron descontroladamente por la mejilla de Rey, mientras recitaba su testamento en su cabeza.

"Mamá...Papa..."

Pronunció entre sollozos, antes de que la niña de rojo se detuviera delante de él. Sus garras se movieron hacia su cuello, pero antes de que pudiera cortar su garganta, Rey desapareció.

Jen, Tip y Rosé se desvanecieron en el mismo segundo. La niña de rojo quedó consternada. Trató de ubicar a su preciada comida, pero se encontró con la habitación completamente vacía.

Enfurecida, dejó escapar un aullido que resonó por entre la ahora desolada y destrozada escuela. Por su hábitat ya no había rastro de los humanos que tanto la habían hecho salivar.


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