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86.48% The Charm of the Beast / Chapter 96: Veintiuno. Soy brillante.

Bab 96: Veintiuno. Soy brillante.

—No sé cuánto de esto debemos contarle a Eric. —dijo mi madre.

—Ya sé, pero no creo que sea el mejor momento para decirle, apenas está empezando su trabajo en el New York Times, lo mejor es decirle hasta que lo vuelva a ver y solo si se da cuenta, ya sabes cómo es de despistado. —

—Ya pensaremos en algo. —dijo mi madre mientras le tomaba una mano a Soo y otra a Mí que aún estaban en mis piernas. 

—Tenemos tiempo para discutirlo, ¿No? —pregunto mi padre.

—Si. —dije.

En algunos sentidos había sido un día muy largo, pero en otros, demasiado corto. Mis padres llegaban tarde a cenar, ya que Sue Clearwater iba a cocinar para ellos, Charlie y Billy. Ésa iba a ser una tarde algo incómoda. 

La tensión había hecho que los minutos pasaran lentamente a lo largo del día, tanto era así, que mi padre no había relajado ni un momento los hombros y mi madre no se había separado de mí y los niños, pero tampoco se habían apresurado a irse. Mi padre vio dos partidos completos. Y mi madre me platico de todo lo que me había perdido después de mi boda. Y no se movieron hasta que Seth les recordó la hora. 

—¿No dejarán plantados a mi madre, a Charlie y a Billy, no? Venga, Elina, Soo y Minnie estarán aquí mañana. Vamos por algo de comer, ¿Sí? — 

Había quedado bien claro que mis padres no confiaban para nada de lo que había dicho Seth, pero con duda lo siguieron a la salida no sin antes hablar conmigo.

—Leah nos dijo que se iban por nosotros. —dijo mi padre al salir. 

—No quería hacer eso si podía evitarlo. Es por eso por lo que aún estamos aquí. —dije.

—Dijo que podían quedarse un poco más sólo si somos capaces de resistirnos y mantener la boca cerrada. —dijo mi madre esta vez.

—Sí, pero no puedo prometer que no tengamos que irnos en otra ocasión. Es muy complicado. —

—No necesitamos saberlo. —me recordaron. 

—Está bien. — 

—¿Nos visitarás si tienen que irse? —pregunto mi padre.

—Se los prometo. Ahora que ya saben lo suficiente creo que esto puede funcionar. Me mantendré tan cerca como quieran. —

Se miraron dudosos y al mismo tiempo se inclinaron hacia a mí con los brazos extendidos de forma cautelosa para no aplastar a Soo y Mi. Sostuve mejor a mis hijos, ahora que estaban tomando una siesta, apreté los dientes, contuve el aliento y dejé que me abrazaran. 

—<Pues mantente cerca, princesa.> —susurro mi padre. —<Cerca de verdad.> —

—<Los amo, Appa, Omma.> —susurré entre dientes. 

Se estremecieron y se apartaron. 

—<Nosotros también te amamos, cariño. Sea lo que sea lo que haya cambiado, eso sigue igual.> —dijo mi madre mientras tocaba con un dedo la mejilla de Mí y luego la de Soo. —<Se parecen muchísimo a ti.> — 

—<Si, pero también tienen algo de Edward, creo.> —mis hijos se parecían más a mi lado de la familia por los ojos rasgados. —<Soo tiene nuestros ojos, Omma.> — 

—<Supongo que sí.> —sonrió. —<¿Podremos cargarlos alguna vez?> —

Los mire con sorpresa. Después de considerarlo durante medio segundo y mirar que <Mis angelitos>, estaban dormidos, decidí que podía darme el lujo de dejarlos hacerlo ya que todo estaba yendo tan bien.

—<Cárguenlos.> —les dije.

Se acercaron y con cuidado de no despertaron los cargaron, mi padre tomo a Mí y mi madre a Soo. La piel de mis padres no estaba tan caliente como la de mis niños, pero hizo que me hormigueara la garganta al sentir cómo fluía el calor. Allí donde mi piel rozó la suya, se les puso la carne de gallina. 

No estaba segura de sí era una reacción a la nueva temperatura de mi piel o algo totalmente psicológico.

—<Está bien fuerte.> —dijeron al mismo tiempo al sentir el peso, que obviamente yo no sentía.

—<Es la niña más bonita que he visto en mi vida, incluyéndote a ti, princesa.> —dijo esta ve mi padre para después reír.

—<Qué bebé más precioso.> —dijo mi madre más como un arrullo. —<Son hermosos, cariño.> — 

Lo vi en su rostro, pude observar cómo iba creciendo allí. Mis padres eran igual de vulnerable a los encantos que desprendían sus nietos. Dos segundos en sus brazos y ya eran suyos. 

—<¿Podemos volver mañana?> —pregunto mi padre.

—<Claro que sí, Appa. Aquí estaremos.> — 

—<Por favor.> —dijo mi padre con dulzura mientras miraba a Mi. —<Nos vemos mañana, Minnie.> —

—<¡Ay, no, tú también!> —exclame.

—<¿Qué? ¿Qué dije?> — 

—<Se llama Young Mi o Mí, que significa prosperidad y belleza. Y no hay variaciones.> —dije mientras intentaba calmarme. 

—<Qué bonito.> —dijo mi madre.

Sus estómagos gruñeron. 

—<Vayan a comer. Estaremos aquí.> —dije. 

Asintieron y después me devolvieron a sus nietos con cuidado. Miraron a los demás que estaban dispersos en toda la estancia. Jacob, a que escuché buscando en el refrigerador de la cocina. Leah estaba detrás de mi atenta a Soo. Alice estaba sentada en el último escalón de la escalera, con la cabeza de Jasper en su regazo, Carlisle tenía la suya inclinada sobre un grueso libro que había apoyado en sus piernas, Esme tarareaba para sus adentros, dibujando en un cuaderno de notas, mientras que Rosalie y Emmett ponían los cimientos de una casa de naipes monumental bajo las escaleras. Edward se había instalado en su piano y tocaba algo muy bajito para él. Algo invisible había cambiado en la ambiente. Los Cullen trataban de actuar humanamente sin esfuerzos.

Mis padres los miraron sin interés, como si nada hubiera cambiado para ellos. Luego me miraron como siempre lo había hecho, con amor. Era cierto lo que habían dicho, a sus ojos nada en mi había cambiado. 

—<Nos vemos mañana, princesa.> —dijo mi padre, después sacudió la cabeza y siguió hablando. —<Creo que podré acostumbrarme… que podremos a acostumbrarnos a esto.> —dijo para después señalarme y soltar un silbido. 

—<Gracias, Appa.> —dije mientras le sonreía.

Caminaron hacia su coche. Los vi irse y en todo ese tiempo no me calme hasta que el auto estuvo en la autopista. 

Lo había logrado. 

Había logrado pasar todo el día sin herir a mis padres. Parecía demasiado bueno para ser cierto. ¿Es que acaso iba a poder permanecer cerca de mi anterior familia? 

—Wow. —susurré. Pestañeé y sentí cómo se disolvía el tercer par de lentes de contacto. 

El sonido del piano se detuvo de repente, los brazos de Edward envolvieron mi cintura con cuidado de no molestar a los bebés, y su barbilla se apoyó en mi hombro. 

—Es lo que iba a decir. — 

—¿Viste eso, amor? ¡Lo hice! —sonreí extasiada. 

—Claro que sí. Eres extraordinaria. Toda esa preocupación por convertirte en una neófita y resulta que todo sale a la perfección. —sonto una risita. 

—Yo ni siquiera estoy seguro de que sea de verdad un vampiro, así que mucho menos un neófito. —dijo Emmett desde las escaleras. —Es demasiado blanda. — 

A mi mente volvieron todos los comentarios vergonzosos que había hecho delante de mis padres y es probable que fuera buena idea el que continuara con mis hijos en brazos. Pero fui incapaz de controlar del todo mi reacción, así que le gruñí entre dientes. 

—Uy, quieta. —se río Emmett. 

Yo siseé y mis bebés se movieron. Pestañearon varias veces mientras Soo soltaba un sonido de disgusto al ser despertado. Luego miraron alrededor, Mi con la expresión llena de confusión y Soo mirando mal a Emmett. Olisquearon y luego Mi proyecto una pregunta en mi mente. 

—Volverán mañana. —le aseguré. 

—Estupendo. —dijo Emmett, y esta vez Rosalie se echó a reír con él. 

—No es nada inteligente, Emmett. —replicó Edward con resentimiento, extendiendo las manos para que le diera a los bebés.

Él me guiñó un ojo y con confusión se los di. 

—¿Qué quieres decir? —exigió Emmett. 

—¿No te parece un poco tonto de tu parte hacer enojar al vampiro más fuerte que hay en la casa? —

Emmett echó la cabeza hacia atrás y bufó.

 

—¡Ja, no me hagas reír! —dijo este. 

—Corazón. —murmuró Edward para mí mientras Emmett escuchaba de cerca. —¿Te acuerdas de que hace unos cuantos años te pedí que me hicieras un favor cuando fueras inmortal? —

Busqué entre mis memorias borrosas y humanas, hasta que encontré aquella conversación.

—¡Oh! —dije y sonreí con malicia. 

Alice soltó una larga carcajada y Jacob asomó la cabeza por la esquina, con la boca llena de comida. 

—¿Qué? —gruñó Emmett. 

—¿Enserio? —le pregunté a Edward. 

—Confía en mí. —dijo él. 

Sonreí. 

—Emmett, ¿Qué te parece si hacemos una pequeña apuesta? —

Se puso de pie de un salto. 

—Maravillosos. Vamos pues. —dijo emocionado. 

Suspire. Es que él era tan enorme... 

—Claro, a menos que tengas miedo... —sugirió él. 

Entrecerré los ojos, levante la barbilla con orgullo y lo mire mal.

—Te reto a unas vencidas en la mesa del comedor. Ahora mismo. —

La sonrisa de Emmett fue enorme. 

—Eh, Elina... —dijo rápidamente Alice. —Creo que a Esme le gusta mucho esa mesa. Es una reliquia. — 

—Gracias. —agradeció Esme. 

—No hay problema. —dijo Emmett con una sonrisa. —Sígueme, pequeña Elina. — 

Le seguí por la puerta trasera hacia el garaje y escuché cómo todos los demás caminaban detrás de nosotros. Había una gran roca al lado del río y ése era el claro objetivo de Emmett. Aunque la roca era algo redondeada e irregular, serviría para la ocasión. 

Emmett colocó su codo sobre la roca y me hizo gestos con la otra mano para que avanzara. 

Me puse nerviosa cuando observé contraerse los gruesos músculos de su brazo, pero me mantuve serena y me mentalicé para darle pelea. Edward me había dicho que sería más fuerte que un vampiro común por un tiempo, así que me fiaba de lo que mi esposo me había dicho, como garantía de que iba a vencer a Emmett. Aparte era muy competitiva no iba a dejar que me ganara.

—Bien, Emmett. Si gano, no volverás a hablar de mi vida sexual con nadie, ni siquiera con Rose. Ninguna mención, ni indirectas, ni nada. — 

Entrecerró los ojos. 

—Trato hecho, pero si yo gano, las cosas se te van a poner peor. —

Lo mire irritada, ahora sabía que tenía que ganarle, sí o sí. 

—¿Te vas a echar para atrás tan fácilmente, hermanita? —me provocó. —No hay casi nada salvaje en ti, ¿Eh? Te apuesto a que no le hicieron ni un arañazo a esa cabaña. —se echó a reír. —¿No te ha contado Edward cuántas casas echamos abajo Rose y yo? —

Apreté los dientes y agarré su enorme mano. 

—Una, dos... —comenzó a contar Jasper. 

—Tres —gruñó Emmett y empujó mi mano. 

No paso nada. 

Bueno podía sentir la presión que estaba ejerciendo, pero no sentía casi nada. Empujo con más fuerza mi mano pero no lo suficiente para moverme. Su mano empujaba la mía con una fuerza sorprendente, pero no me resultaba nada impresionante. De hecho me sentía bien. Había tenido tanto cuidado con todo desde la última vez que me desperté, intentando no romper nada, que esto era un raro alivio para mis músculos, el permitir que la fuerza fluyera con naturalidad en vez de estar reteniéndola todo el tiempo. 

Emmett gruñó, se le arrugó la frente y todo su cuerpo se tensó en una línea rígida contra el obstáculo de mi mano inmóvil. Le dejé esforzarse durante un momento mientras disfrutaba de aquella fuerza que corría por mi brazo. 

Fue cuestión de unos cuantos segundos, hasta que me aburrí un poco. Entonces flexioné el brazo y Emmett perdió unos centímetros. 

—Vamos Emmett me estoy aburriendo. —me reí y el gruño entre dientes. —Sólo se trata de que mantengas la boca cerrada. —le recordé y entonces aplasté su mano contra la roca.

Un crujido lanzó su eco entre los árboles. 

La roca se estremeció, un gran trozo se desprendió y cayó con gran ruido contra el suelo. También escuché las risas sofocadas de Edward y Jacob. 

—Quiero la revancha. Mañana. —gruño Emmett.

—La fuerza no desaparecerá tan rápido. —le dije. —Quizá sería mejor que te esperaras un mes. —

Emmett rugió, mostrando los dientes. 

—Mañana. —insistió.

—Lo que te haga feliz, hermanito. —dije burlona.

Cuando se giró para irse a grandes zancadas, Emmett golpeó la roca, produciendo una gran avalancha de fragmentos y polvo. Fue una especie de berrinche muy infantil. 

Encantada por saber que era más fuerte que el vampiro más fuerte que había conocido en mi vida, coloqué la mano con los dedos bien extendidos contra la roca. Entonces apreté los dedos lentamente metiendo los dedos en la roca. Terminé con un montón de tierra en las manos. 

—Genial. —dije asombrada. 

Con una gran sonrisa, giré en una vuelta repentina y le di un gran golpe a la roca con el borde de la mano. La piedra crujió y con una gran cortina de polvo, se partió en dos. 

Solté una carcajada.

No presté atención a las otras risitas que se oían a mis espaldas cuando golpeé y pateé el resto de la gran roca hasta que la reduje a fragmentos. No fue hasta que escuché las últimas risitas, cuando dejé mi juego. 

—¿Acaban de reírse? —pregunte asombrada.

Todo el mundo se había quedado contemplando a Soo y a Mi con la misma mirada atónita que debía de haber en mi rostro. 

—Sí. —dijo Edward. 

—Pero ¿Quién no se estaba riendo? —dijo Jacob, poniendo los ojos en blanco. 

—Dime que tú no lo pasaste genial en tu primera carrera, perro. —bromeó Edward, sin una pisca de malicia. 

—Eso es distinto. —contradijo Jacob, y observé sorprendida cómo le daba un puñetazo amistoso en el hombro a Edward. —Elina se supone que es una mujer madura, casada, madre y todo eso. ¿No debería mantener una actitud más seria? —

—Se me olvidaba que eras un niño pequeño y no el jefe de una manada de lobos. —dijo Leah con burla.

Jacob la miro mal.

Mi puso mala cara y miro a Edward, mientras Soo miraba mal a Jacob. 

—¿Qué quiere? —pregunté. 

—Menos seriedad. —dijo Edward con una gran sonrisa. —Se lo están pasando tan bien como yo viendo cómo disfrutabas. — 

—¿Es que tengo un aspecto divertido? —les pregunte a mis bebés mientras me apresuraba en su dirección y estiraba mis brazos en su dirección para cargar a Soo. Lo saqué del regazo de Edward, mientras él se levantaba para estar a mi lado y les ofrecí unos trozos de roca que tenía en la mano a Soo y otro a Mi. — ¿Quieren intentarlo? —

Ellos sonrieron y agarraron las piedras con las dos manos. Apretaron y se formó una pequeña arruga entre sus cejas mientras se concentraban. 

Se escuchó un pequeño sonido, como un chirrido y vimos un poco de polvo. Mi hizo un puchero y tiro la roca al piso, mientras Soo no se rendía, pero al final tuvo que parar sus intentos. Soltó un suspiro irritado y me la dio. 

—Mami lo hará por ti. —le dije, y aplasté la piedra hasta reducirla a polvo. 

El aplaudió y río, y ese sonido hizo que su hermana dejara el puchero y riera con él, al igual que los demás. 

El sol salió repentinamente entre las nubes, lanzando unos largos rayos sobre nosotros diez, y de inmediato me perdí en la belleza de mi piel, asombrada por el espectáculo. 

Soo acarició mi piel que brillaba y después puso su brazo al lado del mío. Su piel tenía una tenue luminosidad y sutil. Nada que lo obligara a ocultarse en pleno día soleado. Me miro he hizo un puchero al ver la diferencia entre nosotros.

—No te preocupes <Mi angelito>, tú eres mucho más guapo. —le aseguré. 

Jacob se había puesto la mano sobre los ojos, simulando protegerlos del brillo. 

—Elina la friki. —dijo. 

—Es una criatura tan sorprendente —murmuró Edward, como si estuviera de acuerdo con él, aunque tomándose el comentario de Jacob como un cumplido.

Estaba tan deslumbrado. 

En ese momento me sentí tan feliz, tenía todo y mucho más de lo que alguna vez había deseado. Me sentía tan amada que no cabía en mi propio gozo. En aquel lugar encajaba a la perfección, que no podía pedirle más a la vida que lo que tenía en ese momento.


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