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85.58% The Charm of the Beast / Chapter 95: Veinte. Un favor.

Bab 95: Veinte. Un favor.

—Hay que ir con los niños. —dije.

No quería que se despertaran y no estar ahí. Además ¿Cómo se verían hoy? Eso era algo que llevaba tiempo rondando mi cabeza.

Edward me vio distraída y preocupada.

—Todo estará bien, corazón. Hay que vestirnos y regresar a la casa en menos de dos segundos. —

Me levante de un salto junto con Edward, y entonces mire como su piel brillaba como diamante con la luz que se filtraba, entonces mire hacia donde estaba la casa grande y luego a otra vez a Edward y así como tres veces.

 —{Que tentación.} —pensé. —{No, Elina, concéntrate.} —suspire.

—Todo consiste en el equilibrio, corazón. Pero lo estás haciendo tan bien que no creo que te tardes mucho en equilibrarte. —dijo.

—Pero tendremos todas las noches para nosotros, ¿No, amor? —pregunte con un puchero.

Sonrió de forma picara.

—¿Crees que soportaría ver cómo te pones ropa si no fuera ese el caso? —dijo.

Eso me ayudo más en el equilibrio, además de mi preocupación de ir y ver como Soo y Mi se miraban más grandes. No soportaría perderme algo importante por un deseo carnal que podía esperar unas horas. 

Corrí al armario que la verdad estaba ansiosa de ver.

—¿Cuál es la mía? —

Tal y como me había explicado Edward, la habitación era más grande que nuestro dormitorio. Más bien habría que decir que era más grande que toda la casa entera, y para que mentir me encantaba. 

Todo estaba envuelto en bolsas para ropa, impecable y sin etiquetar, fila tras fila.

—Según a como me lo han explicado, todo esto de aquí es tuyo. —dijo señalando una barra que abarcaba la pared izquierda.

—¿Todo eso es mío? ¿Cómo le hare para encontrar algo no tan formal? —dije mientras abría una de las bolsas y veía un vestido elegante color salmón.

—Deja te ayudo. —

Olfateo el aire y siguió el aroma hasta el final de la habitación. Ahí había un armario empotrado, lo abrió y ahí estaba un montón de ropa casual y muy bonita.

—Ahí lo tienes. —dijo mientras de un cajón sacaba un par de jeans de cintura alta y pierna ancha.

—¿Cómo lo hiciste? —

—La mezclilla tiene un olor particular. —dijo. —Todo tiene su propio aroma. —

Olí los jeans para grabarme el aroma para futuras búsquedas.

También saqué de ese mismo armario un crop top de cuadros que hacía juego con una camisa manga larga que dejé abierta, y por último me puse unos tenis blancos.

Cuando termine de vestirme, Edward ya estaba vestido con sus pantalones caquis y un suéter color crema. Me tomo de la mano y salimos corriendo hacia el jardín escondido, y saltamos el muro de piedra.

Cuando llegamos a la casa, <Mis angelitos> ya estaban despiertos, sentados en el piso mientras Rose y Emmett cuidaban de ellos, jugando con una pila de cubiertos de plata estropeados. Tan pronto como me vieron a través del cristal soltaron todo lo que tenían en la manos y señalaron en mi dirección. Todos comenzaron a reír.

Yo ya había cruzado la puerta cuando habían comenzado las risas, camine rápidamente hacia ellos y los cargue. Nos sonreímos y ellos se acurrucaron en mi pecho.

Habían cambiado, pero no demasiado. Eran un poco más altos y sus proporciones iban cambiando de las propias de unos bebés a la de unos niños. El pelo de Mi había crecido un centímetro.

Se tomaron de la mano y pusieron una imagen en mi mente. Me estremecí, tenían hambre.

—¿Cuánto tiempo llevan despiertos? —pregunte mientras Edward salía corriendo a la cocina.

—Solo unos cuantos minutos. —dijo Rosalie. —Íbamos a llamarles. Han estado preguntando por ti, bueno… Mi lo pidió amablemente, Soo lo exigió. Esme ha sacrificado su segundo mejor juego de plata para mantener entretenido al pequeño monstruo. —dijo con afecto mirando a mi niño. —Mi solo quería jugar con algo aunque estaba igual de impaciente. —dijo sonriéndole. —Solo… no queríamos…eh …molestarlos. —

Rosalie se mordió el labio para retener la risa y volteo a otro lado. Pero pude sentir la carcajada silenciosa de Emmett a mis espaldas.

Intente no verme avergonzada.

—Pronto prepararemos sus habitaciones en la cabaña. —les dije a mis bebés. —Les va a encantar. Es como un cuento de hadas. —mire a Esme. —Gracias, Esme, muchas gracias. Es perfecta. —

Emmett soltó una carcajada.

—¿Aun sigue de pie? ¿No rompieron muchas cosas? —dijo sin dejar de reír.

Lo mire mal y respire profundo, recordando las consecuencias que tendría si le hacía caso a mi mal temperamento.

Me imagine a mí misma detrás de él y además dándole un golpe en la cabeza. Como las veces anteriores un escalofrío paso por mi columna y así como imagine paso.

Una ilusión de mí misma se paró detrás de Emmett, todos la vieron menos el, aguantaron las ganas de reír para no alertarlo. La ilusión le palmeo el hombro, el volteo y se sorprendió de verme ahí.

—¿Pero qué…? —la ilusión le dio el golpe. —Auch, ¡Elina! —me reclamo, pero yo sabía que no le había dolido nada.

Todos soltaron las carcajadas. <Mis angelitos> soltaron unas risita y aplaudieron.

—Para que ya no me molestes. —sonreí y le saqué la lengua. —¿Y los lobos? —

Mire por la ventana y no había rastro de nadie.

—Leah y Jacob se fueron temprano por la mañana. —dijo Rose. —Y Seth los siguió. —

—¿Qué es lo que tanto les preocupa? —pregunto Edward cuando regreso a la habitación con las tazas de los bebés.

Rosalie y Esme tomaron a los bebé mientras yo contenía la respiración. Talvez todos creyeran que mi otro don era el auto control, pero no había forma de que yo fuera capaz de alimentarlos. Por ahora.

—Ni lo sé, ni me preocupa. —gruño Rosalie. — Él estaba observando como dormía Mí, con la boca abierta como el idiota que es, cuando él y Leah salieron casi corriendo. Me puse super contenta por deshacerme de ellos. Cuanto más tiempo pasan aquí en la casa, menos posibilidad hay de sacar de aquí la peste. —

—Rose. —le regañó Esme.

Rose resoplo.

—Supongo que no importa. No nos quedaremos aquí mucho tiempo. —dijo esta.

—Sigo pensando que podríamos irnos directamente a New Hampshire y dejar que las cosas se tranquilicen. —dijo Emmett, continuando con una conversación que debían de haber comenzado antes. —Elina ya está matriculada en Dartmouth, y así no parecerá que se está tomando demasiado tiempo en incorporarse a las clases. —soltó una risa burlona. —Estoy seguro de que serás la número uno de tu clase... Al parecer no tienes nada interesante que hacer por las noches aparte de estudiar. —

Rodee los ojos.

—{No le hagas caso, no le hagas caso.} —pensé y me sentí orgullosa de poder mantener mis nervios a raya.

Así que me sorprendí cuando Edward, no.

Gruñó, con un repentino y sorprendente sonido, y su expresión cambio a una furia que jamás había visto en él. 

Antes de que ninguno de nosotros pudiera decir algo, Alice se puso de pie. 

—¿Pero qué está haciendo? ¿Qué es lo que está haciendo ese perro que me ha estropeado el día? ¡No puedo ver nada! ¡No! — 

Pude ver como las manos de Edward se cerraron en forma de puños y en un gruñido dijo:

—Se lo ha dicho a tus padres, Leah intento detenerlo pero Jacob se los dijo y creen que los están siguiendo y que vienen hacia aquí, hoy. —

Alice dijo algo que no comprendí y después salió corriendo por la puerta de atrás.

—¿Se los dijo? —pregunte preocupada. —Pero… ¿Es idiota o qué? ¿Cómo lo pudo hacer? —mis padres no podían saber nada de mí, eso los podrían en el tope de la lista de los Vulturis. —¡No! ¡¿Cómo pudo hacer eso?! —

—Jacob y Leah vienen en camino. —dijo Edward entre dientes.

Debía de haber empezado a llover más lejos, hacia el este, porque cuando Jacob y Leah atravesaron la puerta, este se sacudió el pelo mojado como un perro, dejando caer gotas en la alfombra y en el sofá. Tenía una sonrisa y los ojos brillantes, llenos de alegría. Caminaba a saltitos, como si estuviera entusiasmado con la idea de destruir la vida de mis padres. Leah venia detrás de el con una mirada de enojo, tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados.

—Hola, chicos. —saludo como si nada Jacob.

Se hizo un silencio profundo.

Leah y Seth se colocaron atrás de Jacob al sentir la tensión en el ambiente.

—Rose, Esme. —dije mientras extendía los brazos.

Sin decir ni una palabra ellas me pasaron a mis hijos. Los aprete a mi pecho, sosteniéndolos como una garantía de que no saltaría directo a patearle el trasero a Jacob.

Ellos estaban muy quietos viendo todo lo que pasaba.

—Graham y Sun llegaran pronto. —dijo Jacob como si nada. —Les aviso. Supongo que Alice fue a conseguirte unos lentes o algo así, ¿No? —

—¿Qué has hecho? —dije entre dientes.

Jacob quito su sonrisa.

—La rubia y Emmett me despertaron esta mañana mientras hablaban como locos de que todos se iban al otro lado del país, como si yo los pudiera dejar irse. Tus padres eran el punto más importante del asunto, ¿No? Bueno, problema resuelto. — 

—¿Es que acaso no te das cuenta de lo que has hecho? ¿Sabes en qué peligro los has puesto? —dije.

Él resopló. 

—Yo no los he puesto en peligro, en lo que a ti se refiere, tú tienes alguna especie de autocontrol sobrenatural, ¿No?, No tan bueno como el de crear ilusiones, si me preguntas. —

Edward cruzo con rapidez la habitación para encararse con Jacob. Aunque era casi media cabeza más bajo que Jacob, éste se echó hacia atrás intentando evitar su ira. 

—Eso es sólo una teoría, perro. —gruño. —¿Crees que la vamos a poner a prueba con sus padres? ¿Has considerado por un momento el dolor físico que le harás pasar a Elina, incluso aunque ella pueda resistirlo? ¿O el dolor emocional, si es que no puede? ¡Supongo que lo que pasa es que lo que le suceda a Elina ya no te importa! —y soltó la última palabra entre dientes. 

Mi pequeña Mi proyecto en mi mente con angustia la repetición de la escena en su cerebro. Mientras Soo miraba con el ceño fruncido a Jacob.

Las palabras de Edward al fin atravesaron el ánimo extrañamente irritado de Jacob. Hizo una mueca. 

—¿Elina sufrirá dolor? —pregunto.

—¡Como si le hubieras pegado una plancha de hierro al rojo vivo contra la garganta! — 

Hice una mueca al recordar el aroma de la sangre humana pura. 

—No sabía eso. —susurró Jacob. 

—Pues entonces quizá deberías haber preguntado primero. —le gruñó Edward entre dientes. 

—Podrías haberme detenido. —dijo jacob

—Tú eres el que se tenía que haber parado a pensar... —regaño Edward.

—Yo intente detenerte. —dijo Leah.

—Esto no tiene nada que ver conmigo. —los interrumpí. —Esto tiene que ver con mis padres, Jacob, ¿Cómo has podido ponerlos en peligro de esta manera? ¿No te das cuenta de que no le dejas ninguna alternativa entre la muerte o la conversión en vampiro? — mi voz tembló y mis ojos tenían lágrimas que ya no podían derramar. 

Jacob todavía estaba preocupado por las acusaciones de Edward, así que las mías no parecieron alterarle. 

—Tranquilízate, Elina. No le he dicho nada que tú no hubieras planeado decirle. —

—¡Pero vienen hacia aquí! —grite.

—Ah, sí, ésa es la idea. ¿No se trataba de dejar que sacaran conclusiones equivocadas? Pues creo que les he dado una pista falsa estupenda. — dijo.

Lo mire enojada.

—Explícate ya de una vez, Jacob. Me estoy quedando sin paciencia. —

—No les he dicho nada de ti, Elina. En realidad, no. Les hablé de mí, más bien, se los mostré. — 

—Entró en fase delante de ellos. —dijo Edward. 

—¿Que tú qué? —dije.

—Graham es valiente como tú, ni se desmayó ni se asustó ni nada, la verdad es que me dejó impresionado. Tendrías que haberle visto la cara cuando empecé a quitarme la ropa. No tuvo precio. —se echó a reír con satisfacción. —En cambie Sun…eh…—se rasco la nuca nervioso. —Ella si se desmayó. — 

—<¡Pero que te pasa!> ¡Le podía haber dado un ataque al corazón a mi Appa! ¡Y espero que mi Omma este bien, si no le sacare una cita a tu cara con mi puño! — 

—Ellos están bien. Graham es duro y Sun despertó a los pocos segundos. Si lo piensas un minuto, te darás cuenta del gran favor que te acabo de hacer. —

—No sabes nada, Jacob —dije entre dientes. —Tienes treinta segundos para explicármelo todo con detalle antes de que le entregue a Rosalie y Esme mis hijos y te arranque tu miserable cabeza. Y Seth no va a poder detenerme esta vez. —

—¡Wow, Elina! primera vez que te pones tan dramática. ¿Esto es cosa de vampiros o qué? —

—Veintiséis segundos. —conté. 

Jacob puso los ojos en blanco y se dejó caer en la silla más cercana. Los otros dos lobos tomaron asiento a su lado. Leah todavía se veía molesta pero en sus ojos había un deje de alegría que supuse fue por lo que había hecho Jacob. 

—Pues esta mañana llamé a la puerta de su casa y les pregunté si querían venir a dar un paseo conmigo. Me miraron confundidos, pero cuando le dije que tenía que ver contigo y que habías regresado a la ciudad, me siguió hasta el bosque. Les dije que ya no estabas enferma y que las cosas se habían puesto algo complicadas, pero que todo estaba bien. Estaban a punto de salir corriendo para venir a verte, pero les dije que tenía que enseñarles algo antes. Y entonces entré en fase. —dijo y se encogió de hombros. 

Aprete los diente. 

—Quiero que me lo expliques palabra por palabra. —dije. 

—A ver, me has dicho que sólo tenía treinta segundos. —mi mirada debió de convencerle de que no estaba de humor para bromas. —Vamos a ver... revertí la fase y me vestí y entonces, cuando Graham comenzó a respirar de nuevo y Sun se recuperó de su desmayo y Leah me golpeo por ser tan idiota les dije: "Graham, Sun, no viven en el mundo en que creían vivir. Las buenas noticias son que nada ha cambiado, excepto que ahora lo saben. La vida seguirá igual que siempre. Ya pueden volver a hacer como que no se creen nada de esto". Bueno, eso o algo parecido… ¡ah! y Leah me volvió a golpear. —

Le sonreí a Leah en forma de agradecimiento aunque todavía tenía ganas de darle un buen golpe.

—Les llevó menos un minuto recobrarse y luego Graham quiso saber lo que realmente te había pasado con todo ese asunto de la enfermedad rara. Les dije que habías estado enferma pero que ya te encontrabas bien sólo que habías cambiado un poquito en el proceso de recuperación. Entonces, Sun me exigió saber qué quería decir con "cambio", y le expliqué que ahora te parecías un poco más a Esme que a ella. — 

Edward gruño mientras yo lo miraba aterrada. Todo esto iba directo al peligro. 

—Después de unos cuantos minutos, Graham me preguntó con mucha tranquilidad si también te habías convertido en un animal. Y yo le dije: "¡Ya querría ella ser algo tan genial!". — 

Jacob comenzó a reír. 

Rosalie hizo una mueca de disgusto.

—Empecé a contarles más cosas sobre los hombres lobo pero ni siquiera había terminado de decir la palabra entera cuando Graham me detuvo y me dijo que prefería no saber los detalles. Luego, me preguntó si tú sabías dónde te metías cuando te casaste con Edward y le contesté: "Claro que sí, lo ha sabido todo desde hace años, desde que pisó Forks". Eso no les gustó para nada. Dejé a Graham y a Sun decir todo tipo de comentarios que no entendí hasta que se desahogaron y después de haberse calmado sólo querían dos cosas. Una de ellas era verte, así que le dije que sería mejor que me permitiera venir primero para explicar el asunto. — 

Resople enojada. 

—¿Y qué era lo otro que querían? —pregunte. 

Jacob sonrió. 

—Esto te va a gustar. Era que les contara lo menos posible de todo esto. Deseaban que te guardaras para ti todo aquello que no fuera esencial que ellos supieran. Sólo querían saber cómo estabas y nada más. —

Sentí alivio por primera vez desde que Jacob había entrado por la puerta. 

—Creo que puedo con eso. —dije

—Pero, ellos prefieren creer que las cosas son normales. —

La sonrisa de Jacob se volvió presumida, quizá porque creyó que iría a decirle gracias por todo lo que había hecho. Eso nunca iba a pasar. 

—¿Qué le has contado sobre Young Soo y Young Mi? —pregunte. 

—Ah, sí. También le conté que Edward y tú habían rescatado dos pequeñas bocas que alimentar. Un par de huérfanos. —Jacob resopló. —No creo que les importe que haya mentido, al fin es parte del juego, ¿No? —nadie contesto así que continuo. —Tus padres ya no deberían haberse sorprendido por nada pero me preguntaron si los habías adoptado: "¿Como unos hijos? ¿Somos una especie de abuelos?", preguntó Graham. "Dame cinco, abuelito", le dije a Graham. Incluso sonrieron un poco y todo. — 

La lagrimas volvieron a mis ojos, pero esta vez de felicidad. ¿Mis padres habían sonreído ante la idea de ser abuelos? ¿Mi Appa y mi Omma tenían que ver a Soo y a Mí?

—Pero es que ellos cambian tan rápido... —susurré. 

—Esa parte yo se las explique, no quería que este tarado lo echara todo a perder. —dijo Leah mientras miraba mal a Jacob. —Les dije que ellos eran más especiales que todos nosotros juntos. Y les dije: "Confíen en mí no querrán saber nada más de esto, pero si pueden ignorar todo lo que les resulté extraño, sería mejor, porque ellos son las personas más maravillosa del mundo". Y entonces les conté que si podían adaptarse a esta situación, se quedarían por aquí un poco más de tiempo y tendrían la oportunidad de conocerlos, pero se tendrían que ir si todo esto era demasiado para ellos. Y ellos concordaron en que siempre y cuando nadie les diera más información de la que podía digerir, todo estaría bien. —

Jacob se me quedó mirando con una media sonrisa, atento. 

—No te voy a dar las gracias. —dije. —Todavía mis padres están en un peligro. — 

—Lo siento si te duele. Yo no sabía que eso era así. Elina, las cosas son diferentes ahora entre nosotros pero siempre serás mi mejor amiga y yo siempre te voy a querer aunque ahora es mejor todavía. Por fin hay un equilibrio entre nosotros, ya que ahora ambos tenemos gente sin la cual no podemos vivir. ¿Seguimos siendo amigos? —me sonrió.

Le devolví la sonrisa.

—Si no mato a mis padres esta noche, pensare si te perdono o no. —dije. 

—Cuando no los mates esta noche, me deberás una disculpa bien grande. — 

Puse los ojos en blanco. 

—Eso nunca pasara, Jacob. —

Leah camino hacia a mí con inseguridad y extendió los brazos con dirección a Soo.

—¿Puedo...? —pegunto. 

—La verdad es que ahora los llevo en brazos porque no quiero tener las manos libres para matar a Jacob. Quizá más tarde. —dije.

Leah lo miro mal, pero no insistió. Pude ver como ella se acercaba a Jacob, le pegaba y le decía en un susurro "Por tu culpa, idiota". 

Alice llegó corriendo a la habitación con las manos llenas y una expresión que daba un poquito de miedo. 

—Tú, tú, y tú. —dijo con brusquedad mirado a los licántropos—Si se van a quedar váyanse a esa esquina y prometan que van a quedarse quietos un ratito. Necesito ver. Elina, será mejor que les des a los bebés. De todas formas, necesitas tener las manos libres. —

Jacob y Leah sonrieron con triunfo. 

Sentí miedo iba a probar suerte basándome en mi dudoso autocontrol con mis padres humanos como conejillo de Indias. No podía imaginarme el dolor si fallaba. Mi respiración se aceleró. 

—Tómenlos. —murmure mientras les pasaba a mis hijos. 

Asintieron. 

Jacob les hizo un gesto y todos caminaron hacia la esquina más lejana de la habitación. 

Edward regresó a mi lado y me acarició el rostro. 

—Puedes hacerlo, sé que puedes. Yo te ayudaré, y los demás también. —me dijo. 

Sentí como el pánico me iba dominando. 

—Si pensara que no puedes con esto, nos iríamos hoy mismo, en este minuto. Pero sé que eres capaz, y serás mucho más feliz si tus padres permanecen en tu vida. —me tranquilizo.

Mi respiración se regularizo un poco. 

Alice alzó la mano. Tenía una pequeña caja blanca. 

—Esto te irritará los ojos... No te hará daño pero te nublará la visión. Es molesto, pero aunque no se parecerá a tu antiguo color de ojos, al menos será mejor que el rojo brillante, ¿No? —

Lanzó la caja de lentes de contacto al aire y yo la atrape. 

—¿Cuándo los conseguiste? —pregunte.

—Cuando se fueron de luna de miel. Estaba preparada para varias posibles versiones de futuro. —explico.

Asentí y abrí el estuche. En corea era muy común que las chicas llevaran lentes de contacto así que no era tan difícil. Tomé las pequeñas lentes marrones y me las puse. 

Pestañeé, podía ver a través de ellas pero también se percibía la textura del delgado lente. Mi ojo se concentró en las ralladuras microscópicas y las secciones curvas. 

—¿Cómo me veo? —pregunte.

Edward sonrió. 

—Algo extravagante. Aunque claro... —

—Sí, sí, ella siempre tiene ese aspecto hermoso. —dijo Alice con impaciencia. —Es mejor que el rojo y eso es todo lo que puedo decir en su favor. Es de un color café fangoso y tu color era mucho más bonito. De todos modos, ten presente que no duran para siempre, porque la ponzoña de tus ojos las disolverá en unas cuantas horas. Así que si tus padres están aquí más rato, tendrás que disculparte e ir a cambiártelas. Lo cual de todos modos es una gran idea, porque los humanos necesitan ir al baño de vez en cuando. Ahora, Esme, dale unas cuantas recomendaciones sobre cómo actúan los humanos mientras yo lleno el tocador de señoras de lentes de contacto. — 

—¿Cuánto tiempo tengo? —pregunto Esme.

—Sus padres llegarán aquí en unos cinco minutos. Dile solo lo esencial. —Esme asintió una sola vez y me tomo de las manos. 

—Lo más importante es no quedarse demasiado quieto o moverse demasiado deprisa —dijo.

—Siéntate cuando ellos lo hagan. —intervino Emmett. —A los humanos no les gusta estar de pie. —

—Deja que tus ojos vaguen de un lado para otro cada treinta segundos más o menos. —añadió Jasper. —Los humanos no se quedan mirando fijamente las cosas durante mucho rato. —

—Cruza las piernas durante cinco minutos y luego cambia a los tobillos durante otros cinco. —comentó Rosalie. 

Asentí a las sugerencias que me hicieron. Ya había notado cómo ellos hacían estas cosas el día anterior. Pensé que sería capaz de imitar sus movimientos. 

—Y pestañea por lo menos tres veces por minuto. —aconsejó Emmett antes de salir corriendo a donde estaba la televisión, encenderla, poner el canal en un partido de fútbol universitario y asentir para sí mismo. 

—Mueve las manos también. Apártate el pelo de la cara o haz como si te estuvieras rascando algo. —dijo Jasper. 

—Dije Esme. —se quejó Alice cuando regresó. —La van a abrumar entre todos. — 

—Creo que todo será de utilidad. —dije. —Sentarme, mirar alrededor, pestañear, moverme de vez en cuando. — 

—Muy bien. —aprobó Esme y me apretó los hombros. 

Jasper puso mala cara. 

—Debes contener el aliento tanto como sea posible pero mover un poco los hombros para que parezca que estás respirando. —dijo este.

Inhalé una vez más y asentí. 

Edward me abrazó por la cintura. 

—Puedes hacerlo. —murmuro en mi oído. 

—Dos minutos. —anunció Alice. —Quizá deberías sentarte en el sofá. Después de todo has estado enferma. De ese modo ellos no tendrá que ver desde el principio si te mueves bien o no. —

Alice me empujó hacia el sofá. Yo intenté caminar con lentitud como lo hacía cuando era humana. 

—Jacob, Leah, necesito a mis bebés. —les dije. 

Ellos pusieron mala cara y no se movieron. 

Alice sacudió la cabeza. 

—Elina, eso no me ayuda a ver. —me reprocho.

—Pero yo los necesito. Hacen que mantenga la calma. —

—Maravilloso. —gruñó Alice—Sostenlos lo más quietos que puedas y yo intentaré mirar a su alrededor. — 

Jacob y Leah suspiraron y me dieron a mis hijos.

Edward tomó asiento a mi lado y pasó sus brazos a nuestro alrededor. Se inclinó hacia delante y los miró muy seriamente a los ojos. 

—Young Soo, Young Mí, van a venir dos personas especiales a verlos, a ustedes y a su Omma. —dijo con una voz muy seria, como si esperara que ellos entendieran palabra por palabra. Ellos le devolvieron la mirada. —Pero ellos no son como nosotros, ni siquiera como Jacob y Leah. Deben tener mucho cuidado con ellos. —dijo, para después mirar solo a Mi. —No les digas cosas de la manera en que nos las dices a nosotros. —ahora miro a Soo. —No muevas las cosas como cuando estas jugando. —

Soo y Mi se tomaron de la mano y lo miraron.

—Exactamente. —dijo Edward. —Y van a hacer que sientan mucha sed. —miro a Mi. —No debes morderle. No se cura como Jacob. — 

—¿Te entendieron? —le pregunte. 

—Claro que me entienden. Tendrán cuidado, ¿Verdad, Soo, Mi? ¿Nos ayudaran? — 

Lo miraron de nuevo. 

—No, no me preocupa que muerdas a Jacob, Mi. Eso me parece estupendo. — 

Jacob se echó a reír entre dientes. 

—No, Soo, tu no lo puedes morder aunque te caiga mal. —sonrió Edward.

Jacob se calló cuando miro que Soo lo miraba mal. 

—Quizá deberías irte, Jacob. —dijo Edward mirándole de mala manera. 

Edward no había perdonado a Jacob porque sabía que no importaba lo que pasara ahora, yo iba a sufrir de todos modos. Pero estaría feliz de soportar el ardor con tal de tener a mi familia en mi vida inmortal. 

—Le dije a Graham y a Sun que estaríamos aquí. —dijo Jacob, señalando a Leah y a él. —Necesita un poco de apoyo moral. —

—¿Apoyo moral? —se burló Edward. —Según lo que saben, el monstruo más repulsivo que hay aquí eres tú. —

—¿Repulsivo? —rezongó Jake, y después se echó a reír para sus adentros. 

Escuché unas llantas dar la vuelta en la carretera para tomar el camino de tierra de la entrada de los Cullen. Mi respiración se aceleró de nuevo. 

Me concentré en el rápido ritmo del corazón de Soo y Mi para tranquilizarme y funcionó. 

—Bien hecho, Elina. —susurró Jasper. 

Edward tensó su brazo sobre mis hombros. 

—¿Estás seguro? —le pregunté. 

—Seguro. Tú puedes hacer cualquier cosa. —sonrió y me besó. 

No fue precisamente un piquito en los labios y mis salvajes reacciones vampíricas me tomaron otra vez con la guardia abajo. Me acorde que tenía a mis hijos en brazos cuando Soo dio un chillido y separo a Edward de mí. Mire a Soo con diversión mientras él pegaba su mejilla con mi mejilla y miraba mal a Edward. 

—Hey. —exclamo Edward divertido al ver como su hijo me abrazaba y me besaba en la mejilla mientras lo miraba desafiante.

Me eché a reír. Mientras volvía a acomodar a mis bebés en mis brazos.

—Más tarde. —le dije a mi esposo y le guiñé un ojo. 

—Concéntrate, Elina. —me dijo Jasper. 

—Bien. —dije.

Puse de lado mis deseos. Mis padres eran lo importante ahora, mantenerlos hoy a salvo. Luego tendríamos toda la noche... 

—Elina. — 

—Lo siento, Jasper. —sonreí inocente.

Emmett se echó a reír. 

El sonido del carro de mis padres se acercó más y más. Todo el mundo se quedó inmóvil. Moví las piernas como cuando juegas con un bebé y practiqué los pestañeos. 

El coche aparcó en la fachada de la casa aunque el motor se mantuvo encendido durante unos segundos. Me pregunté si mis padres estaban tan nerviosos como yo. Entonces el motor se apagó y se escucharon un par de puertas ser cerradas. Luego, pasos por el pasto y después en las escaleras de madera, más pasos en el porche. Y un silencio. 

Toc, toc, toc. 

Inhalé aire por última vez. <Mis angelitos> se acurrucaron de forma más profunda entre mis brazos, escondiendo el rostro entre mi pelo. 

Carlisle salió a la puerta. Su expresión tensa se cambió a una de bienvenida. 

—Hola, Graham, Sun. —dijo, aparentando estar avergonzado de forma apropiada. 

Después de todo, se suponía que estábamos en Atlanta, en el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, y mis padres sabían que les habíamos mentido. 

—Carlisle. —le saludó mi padre con dureza. —¿Dónde está Elina? —

—Estoy aquí, Appa. —dije. 

Mi voz había sonado demasiado fuerte. Además había usado parte de mi reserva de aire. Tragué de modo apresurado un poco más, contenta de que el olor de mis padres no hubiera llegado la habitación todavía. 

El rostro preocupado de mis padres me dejó ver con claridad cómo de fuera de tono había estado mi voz. Abrieron los ojos con sorpresa cuando me vieron. 

Leí todas las emociones conforme se fueron deslizando por sus rostros. 

Sorpresa. Incredulidad. Dolor. Pérdida. Miedo. Ira. Sospecha. Más dolor. 

—<¿Eres tú, cariño?> —susurró mi madre.

—<Sí.> —dije. —<Hola, Appa, hola, Omma.? — 

Tragó una gran bocanada de aire para tranquilizarse. 

—Hola, Graham, Sun. —les saludó Jacob desde la esquina de la habitación. —¿Qué tal? —

Mis padres lo miraron con muy mala cara, se estremecieron ante el recuerdo y después volvieron a mirarme. 

Caminaron lentamente a través de la habitación hasta que estuvieron a pocos pasos de mí. Mi padre lanzó una mirada acusadora a Edward para después mirarme, mi madre no me dejo de examinar con preocupación en ningún momento. 

El calor de sus cuerpos me golpeaba con cada latido de sus corazones. 

—<¿Princesa?> —preguntó esta vez mi padre. 

—<Soy yo, de verdad, Appa.> —dije en voz más baja.

Me miraron preocupados. 

—<Lo siento.> —añadí. 

—<¿Estás bien?> —me preguntó mi padre. 

—<Más que bien.> —le prometí. —<Sana como una manzana.> — 

Y aquí se me acabó el oxígeno. 

—<Jake me dijo que había sido... necesario. Que te estabas muriendo.> —dijo mi padre como si no se creyera ni una sola palabra. 

Me armé de valor, me concentré en el peso cálido de mis hijos, me incliné hacia Edward buscando apoyo e inhalé en profundidad. 

El olor de mis padres era como un puñado de llamas, perforándome la garganta. Pero era mucho más que dolor. También había una aguda punzada de deseo, porque olían de la manera más deliciosa que cualquier otra cosa que pudiera haber imaginado. Eran una tentación doble que me hacía la boca agua. 

Pero ahora no estaba de caza, y éstos eran mis padres. 

Edward me apretó los hombros en ademán de simpatía y Jacob me lanzó una mirada de disculpa. 

Intenté recuperarme, ignorar el dolor y el ansia de la sed. Estaban esperando mi respuesta.

—<Dijo la verdad.> —

—<Entonces estás de acuerdo.> —gruñó mi padre.

Mi madre me miro con más preocupación y pude ver como se le humedecían los ojos.

Debajo de mi pelo, Soo y Mi olisquearon el aroma de mis padres. Los sujeté con más fuerza. 

Mi madre vio cómo bajaba la mirada con ansiedad y la siguió. 

—<Oh.> —exclamó mientras la preocupación desaparecía de su rostro para solo dejar sorpresa. —<Son ellos, los huérfanos que Leah me dijo que habían adoptado. < —

—<Si, son ellos. > —dijo Edward.

Por un momento se me había olvidado de que había aprendido a hablar coreano.

Mi y Soo miraron entre mi pelo, olisqueando de nuevo. Miraron a mis padre y se escondieron de nuevo. 

—Ellos... ellos son... bueno, son preciosos. —dijo mi padre. 

—Sí. Lo son. —admitió Edward. 

—Es una gran responsabilidad. —admitió mi padre. 

—Lo sabemos. —dijo Edward.

—Mmm. Bueno. —dijo mi madre. —Jacob dice que se llaman Soo y Minnie. — 

—No. —dije seria y cortante—Se llaman Young Soo y Young Mí. Les decimos Soo y Mi porque es más corto, pero nada de Minnie. — 

Mi padre me volvió a mirar. 

—¿Y qué sientes respecto a esto? ¿Es que nos quieres hacer abuelos tan jóvenes? — 

Edward sonrió. 

—También Carlisle y Esme son abuelos. —dije.

Mi padre lanzó una mirada hacia Carlisle que aún estaba de pie al lado de la puerta de entrada. Parecía como el hermano menor. 

Mi padre se echó a reír. 

—Merece la pena verse de esa forma. —murmuro y su cálido aliento cubrió con ligereza el espacio que había entre nosotros. 

Soo y Mi se inclinaron para percibir mejor el olor, dejándose ver con claridad y mirando a mis padres por primera vez. Mi madre jadeó y mi padre abrió mucho los ojos. 

Sabía lo que ella estaba viendo. Mis ojos, sus ojos, copiados con exactitud en el pequeño rostro de mi niño. Jacob se levantó y se acercó a dar una palmadita en sus espaldas. Se inclinó para susurrarles algo. Sólo que ellos no sabía que todos podíamos oírlos. 

—No necesitan saberlo. Todo está bien. Se los prometo. —

Asintieron. Luego los ojos de mi padre llamearon y dio un paso hacia Edward con los puños firmemente cerrados mientras mi madre lo miraba sorprendida. 

—No quiero saberlo todo, pero ¡Ya basta de mentiras! —dijo

—Lo siento. —dijo Edward. —Pero necesitan conocer la historia que haremos pública más de lo que necesitan conocer la verdad. Si van a formar parte de este secreto, la historia que contaremos a todo el mundo es la única que tiene valor. Se trata de proteger a Elina, Mi y a Soo, al igual que al resto de todos nosotros. ¿Podrán soportar las mentiras por ellos? —

La habitación se quedó en silencio. Mi padre lo miro serio y mi madre se limpiaba las lágrimas con un pañuelo que le había dado Esme. 

—Cariño, deberías habernos avisado de alguna manera. —dijo mi madre.

—¿Hubiera cambiado algo? —dije.

Mi padre puso mala cara, y se acercó a mi junto con mi madre. Ella se sentó en el lado del sillón que estaba vacío a un lado de mí y mi padre le hizo un movimiento con la mano a Edward para que se moviera, cosa este hizo, y se sentó a mi lado.

Mis hijos los miraron y sonrieron. 

Pude escuchar un carraspeo por parte de Edward y como negaba casi imperceptible hacia Young Mi. Ella volteo a verme y proyecto en mi mente su sed, curiosidad y el rostro de mis padres en sus pensamientos. Había un matiz sutil en su mensaje que me hizo pensar que ella había entendido las palabras de Edward a la perfección. Reconoció la sed, pero hizo caso omiso de ella en el mismo pensamiento y por la conexión que tenía ella con Soo supe que él pensaba igual. 

—Vaya. ¿Qué edad tiene? —pregunto mi madre mientras les miraba los dientes.

No supe que contestar. 

—Tres meses. —contesto Edward. —Bueno al menos tiene el tamaño de un bebé de tres meses. En algunos sentidos son más pequeños y maduros en otros. —

Mi le saludó con la mano y Soo le sonrió. 

Mi padre los miro con asombro y mi madre sonrió con ternura. 

—Leah les dijo que eran especiales, ¿No?. —dijo Jacob. 

Mi padre se estremeció al escuchar su voy y mi madre se puso pálida.. 

—Oh, vamos. —gruñó Jacob. —Soy la misma persona de siempre, simplemente hagan como si esta tarde no hubiera sucedido nunca. — 

Lo miraron como si estuviera loco, pero asintieron una vez.

—Quiero saber algo, solo por curiosidad, ¿Cuál es su papel en todo esto, Jake, Leah? —les preguntó mi padre. —¿Cuánto sabe Billy o Sue de este asunto? ¿Por qué están aquí? —preguntó mirando el rostro de Jacob que observaba maravillado a Mí, y Leah que le sonreía a Soo. 

—Bueno, eso sí que te lo podemos explicar. Billy y Sue está al tanto de todo, y eso tiene que ver con un montón de cosas sobre los licántro... —comenzó a decir Leah pero mi madre la interrumpió. 

—¡Shh…! —la calló mi madre, cubriéndose las orejas. —No importa. — 

Jacob mostró una amplia sonrisa. 

—Todo va a estar bien. Simplemente no se crean nada de lo que vean. — 

Mi padre masculló entre dientes algo y mi madre lo miro mal. 

—¡Siii! —se escuchó la voz de Emmett. —¡Arriba los Gators! — 

Jacob y mi padre se pusieron en pie de un salto. El resto de nosotros nos quedamos en nuestros lugares. 

Mi padre miró a Emmett. 

—¿Va ganando Florida? —pregunto. 

—Acaba de anotar el primer touchdown. —confirmó Emmett. Lanzó una mirada en mi dirección, alzando las cejas como si fuera el villano en un dorama. —Pero parece que alguien de por aquí también se ha anotado un tanto no hace mucho. — 

Contuve un siseo como pude. Como podía decir eso enfrente de mis padres. Eso era pasarse de la raya. 

Pero mi padre se interesó más en el partido que en la indirecta, pero por otro lado mi madre me miro con una sonrisita y levanto las cejas, solo mire hacia otro lado avergonzada.

Mi padre inhalo y camino hacia donde estaba Emmett, sentándose en la silla vacía para poder ver el partido. 

—Bien. —dijo mi padre. —Veamos si son capaces de mantener la ventaja. —

—Hombres. —murmuro por lo bajo mi madre mientras negaba.


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