El día siguiente fue mejor.
Fue mejor porque no llovió, aunque estuvo nublado.
En cuanto llegamos al estacionamiento caminamos a nuestra clase, me daba gracia como entre Mike y Eric se peleaban por la atención de Isabella.
Durante el almuerzo me senté con mi hermano, y sus amigos los cuales ya consideraba también míos, me caían muy bien. Me puse a platicar con Jessica, Lauren y Angela.
El día paso rápido, en la clase de Trigonometría me dieron la palabra y conteste bien, en la clase de Educación Física jugamos nuevamente voleibol, la cual fue un tanto interesante… y graciosa, ya que en el equipo contrario se encontraba Isabella, la cual alegaba ser pésima en los deportes, y sí que lo era, la única vez, que le pudo dar a la pelota, esta reboto y le dio en la cabeza a uno de su propio equipo, esta vez no pude aguantarme la risa, e hizo que ella se pusiera muy roja y me mirara mal.
Mas tarde entre a la cafetería con Angela, y nos fuimos a sentar en la mesa en la que se encontraban Jessica e Isabella.
Cuando sonó la campana fui con Angela caminando hacia la clase de Biología platicando sobre un viaje a la playa, me senté en mi lugar, en cuanto sonó la campana. Ahí es cuando me di cuenta de que Edward no había ido a la clase o a la escuela.
—{Bueno… ya me quedé sin compañero.} — pensé.
Pero tener la mesa para mi sola y sin la mirada molesta de Edward fue un alivio.
Cuando al fin terminaron las clases, me fui junto con mi hermano al estacionamiento lleno de estudiantes, fuimos al auto y condujo hacia nuestra casa. Comimos algo rápido, y cada uno fue a hacer sus cosas.
Ya en la noche mi madre preparo de cenar Salmon con ensalada y arroz, nos llamó para comer y platicamos un rato.
—Y bien, ¿Qué tal la escuela? ¿Hiciste alguna amiga? —pregunto mi padre mientras se servía más ensalada.
—<Si>, me hice amiga de una chica llamada Jessica y ella me presento a sus amiga, Lauren y Angela, y también está esta chica que se sienta con nosotros, se llama Isabella Swan. —le dije.
—¿Swan? —pregunto. Yo solo asentí con la cabeza mientras masticaba. —Debe de ser la hija de Charlie Swan, éramos buenos amigos junto con Billy Black, antes de irme a Nueva York, empezamos a hablar de nuevo hace poco, me ha invitado a pescar con él y Billy. —dijo.
Asentí y seguimos platicando hasta que terminamos la cena, le ayudé a mi madre a lavar los platos, les di las buenas noches y me fui a mi cuarto.
Esta noche fue silenciosa.
El resto de la semana transcurrió sin acontecimientos relevantes. Me acostumbre a la rutina de clases.
Aunque no recuerdo todos los nombres, el viernes ya era capaz de reconocer a cada uno de los estudiantes de la pequeña escuela. Edward no volvió a la escuela en toda la semana, lo que significaba que no tenía pareja de laboratorio, lo cual no me preocupaba, trabajaba bien sola.
Todos los días con mis amigos platicábamos sobre una excursión que queríamos hacer dentro de dos semanas a La Push Ocean Park, era un viaje que había estado planeando Mike, me invitaron y me apunte, me gustaba el sonido del océano.
Mi primer fin de semana en Forks paso sin acontecimientos dignos de mención. Ya estaba acostumbrada a ayudar a mi madre con la casa, como ella trabajaba. Limpie la casa, avance en mis tareas.
Durante todo el fin de semana cayo una lluvia fina, silenciosa, me encantaba sentarme en la pequeño asiento junto a la ventana y ver la lluvia.
Mucha gente me saludo en el estacionamiento el lunes por la mañana, yo les sonreía y les saludaba de vuelta.
En clase de Literatura, el profesor hizo un examen sorpresa sobre Cumbres Borrascosas. Era fácil, sin complicaciones.
Al salir de la clase, junto con Eric, Mike e Isabella, nos dimos cuenta de que el aire estaba lleno de remolinos blancos. Oí gritos de alegría. El viento hizo que mis mejillas y nariz se pusieran rojas.
—¡Vaya! —exclamo Eric. —Nieva. —dijo mientras se alejaba para jugar con la nieve.
Estudie las pelusas de algodón que se amontonaban al lado de la acera y, arremolinándose erráticamente, pasaban junto a mi cara. Lo cual me hizo sonreír.
—¡Uf! —dijo Isabella.
—¿No les gusta la nieve? —nos preguntó Mike a Isabella y a mí.
—Claro que sí, me encanta. —le dije con una sonrisa entusiasta, mientras ella me miraba como si estuviera loca y contestaba la pregunta de Mike:
—No. Significa que hace demasiado frio como para que llueva. Además, pensaba que caía en forma de copos, ya saben, que cada uno era único y todo eso. Estos se parecen a los extremos de los hisopos de algodón. —
—Que aburrida, Isabella. —le dije. —¿Nunca has visto nevar? —le pregunte con incredulidad.
—Bella. — me contesto un poco irritada por llamarla Isabella, yo solo le sonreí. —Y si por supuesto he visto nevar. —hizo una pausa y añadió—En la tele. —
Mike y yo nos reímos. Entonces una gran bola húmeda y blanda impacto contra la nuca de Mike, me reí de él, pero guardé silencio al momento de sentir una en mi espalda. Rápido sospeche de Eric que estaba en dirección contraria a nosotros, es obvio que Mike pensó lo mismo, nos dimos una mirada cómplice, hicimos bolas de nieve y se las empezamos a lanzar a mi hermano. Solo escuche a Isabella diciendo que nos vería en el almuerzo, solo asentí sin darle mucha atención, mientras perseguía a mi hermano, que emprendía la retirada al vernos a Mike y a mí con bolas de nieve en las manos.
Pasamos toda la mañana charlando sobre la nieve, según me dijeron era la primera del año. Después de un rato Jessica, Isabella y yo, nos fuimos hacia la cafetería con mucho cuidado después de la clase de Español, ya me había secado y no quería volverme a mojar, por eso ya no participé de otra guerra de bolas de nieve.
Mike y Eric nos alcanzaron cuando entramos en la sala, se reían mientras la nieve que todavía tenían en las puntas del pelo se fundía, hicimos fila para comprar comida, compre un emparedado, un jugo y una manzana, y nos encaminamos a la mesa que siempre ocupábamos. Estábamos platicando sobre la salida a La Push cuando escuche a Jessica que estaba al lado de mi preguntarle algo a Isabella:
—Bella, ¿A quién miras? —
Siguiendo la trayectoria de su mirada me di cuenta de que miraba a la mesa de los Cullen, específicamente a Edward, no me importo y seguí platicando con los chicos.
De repente Jessica me dice con un murmuro al oído y con una risita:
—Edward Cullen te está mirando. —
—<¿Quién?> —me miro confundida cuando le hable en coreano. —Perdón, la costumbre, ¿Quién? —me hice la tonta.
—Edward Cullen, según se tu compañero de Biología. —dijo ella con una emoción que no entendí y me señaló disimuladamente donde se encontraba. Voltee a verlo y efectivamente me estaba mirando, pero ya no con odio, sino que con un punto de curiosidad y de nuevo, cierta insatisfacción. Después de unos cinco segundos deje de mirarlo.
—Bueno al menos ya no se mira enojado. —le dije.
—¿Por qué debería de estar enojado? —me pregunto.
—Creo que no soy de su agrado. —le dije sin importancia, terminándome mi manzana.
—A los Cullen no les gusta nadie… Bueno, tampoco se fijan bastante en nadie para que les guste, pero te sigue mirando. —
—Pues que acosador. —le dije en un susurro divertido.
Jessica se rio con disimulo.
Mike nos interrumpió en ese momento, estaba planificando una épica batalla de nieve en el estacionamiento preguntando que si queríamos participar. Jessica asintió con entusiasmo, mientras yo negaba. La forma en la que Jessica miraba a Mike dejaba pocas dudas: aceptaría cualquier cosa que él sugiriera.
Nos levantamos para ir a la clase de Biología, al llegar a la puerta, todos salvo algunas chicas y yo, gimieron al unísono. Estaba lloviendo, y el aguacero arrastraba cualquier rastro de nieve. Me cubrí con la capucha del impermeable y seguir caminando hacia mi clase.
Mike no dejo de quejarse mientras íbamos hacia el edificio cuatro.
Ya en clase, fui a sentarme a mi mesa, la cual estaba vacía. El profesor Banner estaba repartiendo un microscopio y una cajita de laminillas por mesa. Aún quedaban unos minutos antes de empezar la clase. Empecé a dibujar garabatos en una de las hojas de mi cuaderno de forma distraída. Oí como se movía la silla contigua, pero continúe haciendo mi dibujo.
—Hola. —dijo una voz tranquila y suave.
Levante la vista y lo mire con una ceja alzada. Se sentaba lo más lejos de mi lado que le permitía la mesa, pero con la silla hacia mí. Una leve sonrisa curvaba sus labios, pero sus ojos todavía mostraban recelo.
—Me llamo Edward Cullen. —continuo. —No tuve la oportunidad de presentarme la semana pasada. Tú debes ser Elina Yorkie. —
—{¿Este tipo es bipolar o qué?} —pensé, ahora se comportaba con amabilidad. Le dije lo primero que se me vino a la mente lo cual me intrigaba mucho.
—¿Cómo sabes mi nombre? —pregunte.
Se rio de forma suave y encantadora.
—Creo que todo el mundo sabe tu nombre, no es muy común que lleguen estudiantes nuevos. — solo asentí a su contestación.
El señor Banner empezó la clase. Explico que íbamos a realizar una práctica. Las laminillas estaban desordenadas. Teníamos que trabajar en parejas para identificar las fases de la mitosis de la células de la punta de la raíz de la cebolla en cada laminilla y clasificarlas correctamente. No podíamos consultar los libros. En veinte minutos, el profesor iba a visitar cada mesa para ver quien había acabado.
—Comiencen. —ordeno.
—¿Las damas primero, compañera? —pregunto Edward.
—Claro. —le conteste con un poco de arrogancia.
Ya había hecho esta práctica, así que me resulto sencillo saber cuál era, solo la examine unos segundo.
—Profase. —le dije con una sonrisita presumida.
—¿Te importa si hecho un vistazo? —me pregunto cuando empezaba a quitar la laminilla.
Me tomo la mano mientras formulaba la pregunta. Tenía los dedos muy fríos, como si los hubiera metido en la nieve antes de la clase, sentí una corriente eléctrica y creo que él también los sintió porque rápido quito su mano.
—Lo siento. —dijo, tomo el microscopio, lo mire esperando que terminara de examinar la laminilla.
—Profase. —asintió, escribió con esmero en el primer espacio de la hoja. Cambio la laminilla con rapidez y le hecho un vistazo por encima.
—Anafase. —murmuro, y lo anoto mientras hablaba.
—¿Puedo? No quiero que te equivoques. —le dije con una sonrisa un poco petulante.
Esbozo una sonrisa burlona y empujo el microscopio hacia mí. Mire el lente esperando que este equivocado. ¡Maldición había acertado!
—¿Me pasas la laminilla número tres? —extendí la mano sin mirarlo.
Me la entrego, esta vez con cuidado para no rozarme la piel.
Le dirigí una mirada de seguridad al decir:
—Interfase. —
Le pase el microscopio antes de que me lo pudiera pedir. Echo un vistazo y luego apunto. Acabamos antes que todos los demás. Vi a Mike intentando llamar la atención de Isabella, que de ratos se distraía para poder ver a Edward. Y como otra pareja abría un libro debajo de la mesa.
Pero eso me dejaba sin otra cosa que hacer, ya me estaba aburriendo. Volteé a ver a Edward, y me sorprendió que él ya me estaba mirando.
—{Y sigue con su mirada acosadora.} —pensé. Intente de ignorar su mirada y le pregunte.
—Te miras diferente. —dije. —¿Acabas de ponerte lentes de contacto? —
Mi inesperada pregunta lo dejo perplejo.
—No. — dijo y desvió la mirada.
Me encogí de hombros, sin darle mucha vueltas al asunto.
Observe que volvía a apretar los puños al bajar la vista. En aquel momento el profesor Banner llego a nuestra mesa para ver por qué no estábamos trabajando y echo un vistazo a la hoja, ya rellena. Entonces reviso con más detenimiento las respuestas.
—En fin, Edward, ¿no crees que deberías dejar que Elina también mirara por el microscopio? —
Lo miré un poco indignada.
—{Como si yo no fuera capaz de saber todo esto.} — pensé.
—En realidad yo respondí tres de las cinco laminillas. —le respondí, antes de que Edward pudiera contestarle.
El señor Banner me miro con expresión escéptica.
—¿Habías hecho antes esa práctica de laboratorio? —pregunto.
Sonreí con orgullo.
—Con la raíz de una cebolla, no. —
—¿Con una escama de pescado blanco? —
—Si. —
El señor Banner asintió con la cabeza.
—¿Estabas en un curso avanzado en Seúl? —
—Si. —
—Bueno. —dijo después de una pausa. —Supongo que es bueno que ambos sean compañeros de laboratorio. —
Murmuro algo más mientras se alejaba. Cuando se fue, comencé a dibujar de nuevo en mi cuaderno.
—Es una lástima, lo de la nieve, ¿no? — pregunto Edward.
Me pareció que se esforzaba por conversar un poco conmigo. Era como si hubiera escuchado mi conversación con Jessica durante el almuerzo e intentara de mostrar que me equivocaba.
—Si, es una lástima que se derritiera. —le conteste con sinceridad.
—¿A ti no te gusta el frio? —
—Todo lo contrario, me encanta. —
—Entonces para ti debe de ser genial vivir en Forks. —concluyo.
—No te lo imaginas. —le conteste con una sonrisa.
Por algún motivo que no pude entender, pareció fascinado con lo que acababa de decir.
—¿Y por eso viniste aquí? —
Nadie me había preguntado eso, no de forma tan directa como él.
—A mi padre le ofrecieron un trabajo en Seattle, y él es de aquí. Además, quería volver para recordar los buenos momentos que paso. —le dije.
—¿Y en donde vivas antes de venir aquí? —
—Bueno, viví un año y medio con mi abuela en Seúl. —
—¿Entonces tus padres te mandaron con tu abuela? —pregunto un poco confundido.
—No, yo decidí ir con ella. —hice una pausa para explicarlo mejor. —Mi abuela se enfermó hace dos años, cuando vivíamos en Nueva York. Mi madre y yo decidimos ir a cuidarla, hasta que se sintiera mejor. —le dije.
—Y fuiste feliz en Seúl. —
No era una pregunta.
—La mayor parte del tiempo. — me miro con interrogación.
—Entonces tú eras desgraciada. —señaló.
Yo negué.
—No me mal intérpretes, me gusta mucho estar con mi abuela pero después de que ella mejorara un poco, mi madre se vino aquí, y yo me quede con ella, fue mi decisión pero no estaba completamente segura de quedarme otro año y medio sin mirar a mi padre y hermano. —dije un poco desanimada.
—No parece demasiado justo. —
Se encogió de hombros, aunque su mirada todavía era intensa.
—¿Nadie te lo ha dicho? La vida no es justa. —le dije sonriendo.
—Creo haberlo oído antes. —admitió secamente.
—Bueno, eso es todo. —insistí, preguntándome porque todavía me miraba con tanto interés, ya sé que soy bonita pero que disimule.
—Fingiste bien. —dijo arrastrando la palabras. —Pero apostaría a que sufriste más de lo que aparentas. —
Le hice una mueca, resistí el impulso de darle un golpe, y desvié la vista.
—¿Me equivoco? —
Trate de ignorarlo.
—Creo que no. — murmuro con suficiencia.
—¿Y a ti que te importa? —pregunte irritada. Desvié la mirada y contemplé al profesor deteniéndose en otras mesas.
—Muy buena pregunta. —musito en voz tan baja que me pregunte si hablaba consigo mismo pero después de unos segundos de silencio, comprendí que era la única respuesta que iba a obtener.
Suspire, mirando enojada la pizarra.
—¿Te molestó? —pregunto.
Parecía divertido.
Lo miré sin pensar y le dije la verdad.
—Un poco. Estoy más molesta conmigo. Es fácil ver lo que pienso. Mi madre me dice que soy como un libro abierto. —
Frunció el ceño.
—Nada de eso, me cuesta leerte el pensamiento. —
A pesar de todo lo que yo le había dicho y él había intuido, parecía sincero.
Lo mire con diversión.
—Ahora resulta que eres un buen lector de mentes. —
—Por lo general, sí. —dijo y sonrió.
El señor Banner llamo al orden a la clase en ese momento, lo mire y escuche. No podía creer que le había contado a un desconocido una parte de mi vida.
Puse atención mientras el señor Banner mostraba con trasparencias del retroproyector lo que yo había visto sin dificultad en el microscopio.
Cuando al final el timbre sonó, Edward se apresuró a salir del aula con la misma rapidez del pasado lunes.
Tome mis cosas para salir.
Ya afuera del salón, me alcanzaron Mike e Isabella.
—¡Que fastidio! —gimió. — Todas las laminillas eran exactamente iguales. —me imagine que no quería decir que su compañera, la cual estaba al lado de él, no le ayudo en nada por estar viendo a un chico que ni siquiera sabe que existe. —¡Que suerte tener a Cullen como compañero! —
—Que te pasa soy perfectamente capaz de hacer ese trabajo tan fácil yo sola, no tuve ninguna dificultad. —le dije con indignación.
—Hoy Cullen estuvo bastante amable. —comento mientras no poníamos los impermeables. No parecía muy complacido.
Mostré indiferencia y dije:
—No sé qué mosca le picaría el lunes. —dije.
Nos encaminamos al gimnasio, mientras Mike intentaba que Isabella le prestaba atención. Otra vez nos tocó jugar voleibol, lo bueno es que en mi equipo si había gente que jugaba bien, soy un poquito competitiva. En unas de esas veces que me toco sacar por accidente, o no tanto, le pegue a Isabella justamente en la frente, lo que hizo que se callera, que mi equipo empiece a festejar por el punto, y que todos los demás se rieran junto conmigo, mientras me disculpaba.
La lluvia se había convertido en niebla cuando caminé junto con mi hermano al estacionamiento, pero me sentí mejor en el seco interior del auto. Eric encendió el coche y yo encendí la calefacción.
Mire por la ventana mientras íbamos de reversa. Fue entonces cuando me percate de que una figura blanca e inmóvil, la de Edward Cullen, se apoyaba en la puerta delantera del Volvo a unos tres coches de distancia y me miraba fijamente, lo mire con los ojos entre cerrados, voltee la vista hacia delante y lo ignore. Seguí con la vista al frente cuando pasamos junto al Volvo, pero juraría que lo vi reírse cuando lo mire de soslayo.