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Bab 16: II

—Por favor espere aquí, señor Reed —dijo la asistenta mientras señalaba uno de los asientos de la sala de espera—. La junta iniciará dentro de muy poco.

Gregorious Reed (cuya firma podía leerse como G.Reed) era un hombre alto con un nivel alarmante de sobrepeso. Usaba un traje hugo ross y un anillo de oro en la mayoría de sus dedos. Su cabello era gris y escaso, y su rostro estaba cubierto con arrugas, manchas de la edad y una múltiple papada. Respiraba con cierta dificultad.

Quizá Swindle Jones no debió usar un disfraz tan pesado y sofocante.

En fin, G.Reed tomó asiento y miró a su alrededor. En la sala de espera había varios pacientes con vendas o yesos en alguna parte de su cuerpo, y otros con enfermedades y dolencias que no podían verse a simple vista. Algunos oraban con desesperación o simplemente se sumían en sus pensamientos resignados.

De cuando en cuando aparecía un grupo de enfermeros que empujaba con rapidez la camilla de un paciente, y de cuando en cuando aparecía un doctor que se acercaba a un grupo de personas y les decía apáticamente algo; dichas personas o gritaban de alegría y se abrazaban entre ellos o rompían en llanto e intentaban consolarse mutuamente. Fuera cual fuera su reacción, el doctor simplemente daba media vuelta y regresaba por donde había venido.

—Yo no voy a firmar esto —dijo de repente un hombre joven que tenía un documento en las manos.

—Tienes que firmarlo —le ordenó una mujer que estaba con él—. Es por papá.

—¡Es un insulto! —gritó el joven—. ¡Papá está muriendo, y ellos solo piensan en cubrirse la espalda!

—¡Pues sí, pero tienen a los mejores doctores! ¡Y ¿qué otra cosa podemos hacer?!

El joven miró a la mujer, y ambos compartieron una mirada de rabia e impotencia.

El joven finalmente firmó a regañadientes dicho documento.

G.Reed sintió bastante curiosidad al respecto. Sin embargo, debido que sería bastante extraño que un desconocido se acercara a ellos y les preguntara al respecto, se acercó a una de las recepcionistas.

—Disculpe, ¿qué es ese documento que firmaron los de allá?

La recepcionista lo miró tanto con extrañeza como con recelo.

G.Reed colocó un billete de $100 en el escritorio.

—¿Qué es ese documento que firmaron los de allá?

—Eso es una responsiva —dijo la recepcionista inmediatamente después de tomar el billete—. Dice que el hospital no se hace responsable en caso de que la operación falle, ya que hay altas probabilidades de que eso suceda.

—Y ¿si no la firman?

—Pues no lo operan.

—Y, si no lo operan, ¿qué sucedería con el paciente?

—Moriría —dijo fríamente la recepcionista.

G.Reed sonrió y salió de la sala de espera.

Después de caminar por un tiempo, se encontró en el departamento de oncología.

Recorrió los pasillos y, después de pasar un tiempo mirando a todos los pacientes en su camino, encontró a quien estaba buscando: Nui Sanz. Ella estaba en una silla de ruedas, y un enfermero la llevaba de vuelta a su habitación.

Ambos pasaron en frente de G.Reed sin siquiera notar su presencia. G.Reed sonrió ya que su informante tenía razón: Nui Sanz había elegido aquel hospital para su tratamiento y, por ende, iba a gastar ahí todo el dinero que había ganado en la demanda.

G.Reed los siguió.

El enfermero entró a una habitación y dejó a Nui Sanz ahí.

—Disculpe —G.Reed interceptó al enfermero cuando este salió—, ¿qué tratamiento le están dando a ella?

—Esa información es confidencial —dijo el enfermero secamente.

G.Reed le dio un billete de $100.

—Debido a su estado, lo único que podemos hacer es someterla a quimioterapia para mantenerle el cáncer bajo control, hacerle estudios para monitorear su estado y darle medicamentos aliviar sus síntomas.

—Y ¿qué tan efectivo es eso?

El enfermero negó con la cabeza.

G.Reed sonrió, le dio unas palmadas en el hombro al enfermero.

Y regresó a la sala de espera.

—Bueno, primero que nada, démosle la bienvenida al más reciente inversionista del hospital St. Ann, Gregorious Reed.

G.Reed stood up and agradeció los aplausos de los presentes.

La sala estaba llena de personas increíblemente similares a G.Reed.

Los aplausos pronto terminaron, y G.Reed tomó la palabra:

—Caballeros, estoy extremadamente agradecido por esta aquí, y quisiera decir que hoy tuve la oportunidad de dar un paseo por este hospital. He aprendido varias cosas y confirmado muchas más, por lo que estoy seguro de que, con mi ayuda, este hospital será uno de los mejo—

—Te agradecemos las palabras —lo interrumpió otro inversionista—, pero honestamente nosotros consideramos que el hospital no está haciendo suficiente dinero, así que estamos buscando estrategias para solucionar eso.

G.Reed sonrió.

—Oh, eso es muy simple: si el hospital quiere más dinero, lo único que tiene que hacer es cobrar más por sus servicios.


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