Pasaron los años, y, contrariamente a lo que muchos pensarían, el nuevo plan de estudios fue todo un éxito: cada semestre, miles y miles de alumnos eran aceptados y cientos y cientos de profesores eran contratados. La demanda educativa era tan grande que, sin importar cuánto se expandiera la universidad ni cuántos campus se abrieran constantemente, la mayor parte de las clases tenían que ser virtuales (aunque la colegiatura seguía siendo la misma).
Aun así, la propuesta educativa continuó expandiéndose semestre a semestre.
Swindle se convirtió en el nuevo rector de la universidad y se mudó a la oficina del Dr. Jones. La conservó exactamente como él la había dejado. Incluso conservó el pisapapeles con la leyenda de "Dr. R. Jones, rector" ya que él se llamaba R. Jones, él era rector y, sobre el título de Dr., la universidad de la que él ahora se encargaba le otorgó rápidamente varios de estos títulos honoris causa.
—Señor Jones —dijo un día Abby, la secretaria de Swindle, a través del intercomunicador.
—Dime, Abby, ¿en qué te puedo ayudar?
—Aquí afuera está el jefe de la policía con un montón de reporteros. Quieren hablar con usted.
Swindle sabía que este día llegaría (siempre llegaba).
—Diles que esperen un momento —Swindle abrió la ventana de su oficina, y, cuando estaba a punto de salir, entró el jefe de la policía, Brook Peterson (aunque su exmujer lo llamaba Crooked Peterson).
—Qué bueno que lo encuentro, Dr. Jones —el jefe de la policía se acercó a él y lo rodeó con el brazo.
—Sí, verá: en este momento tengo unos negocios que atender, así que —Swindle tomó su la cartera, sacó un montón de billetes y se los ofreció al jefe de la policía— usted finja que no me vio, ¿ok?
El jefe de la policía tomó el dinero.
—Es muy generoso de su parte, pero verá: no lo puedo dejar ir; lo que pasa es que mucha gente lo está buscando. De hecho, el gobernador me pidió que viniera por usted. Vamos.
A Swindle no le quedó más opción que acompañar al jefe de la policía. Ambos salieron de la oficina y se encontraron con un montón de fotógrafos y periodistas que se encargaron de capturar el momento (y el rostro de Swindle Jones) desde todos los ángulos posibles.
—Bueno —dijo el jefe de la policía—. Vámonos.
Y Swindle no tuvo más opción que ir con él.