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90.67% Saga de Ender y Saga de la Sombra – Orson Scott Card / Chapter 214: Capítulo 9

Bab 214: Capítulo 9

Para: demostenes@UltimaGranEsperanzaParaLaTierra.pol

De: PeterWiggin@hegemonia.gob/hegemon

Asunto: Mientras estabas de viaje

He hecho que mi personal calculase cuánto tiempo ha pasado para ti desde que iniciaste tu viaje relativista al futuro. Como mucho, pudieron darme un rango de posibles duraciones subjetivas... en cualquier caso, unas semanas. Para mí, un par de años. Por tanto, me siento seguro al decir que te echo más de menos de lo que tú me echas a mí. Ahora mismo probablemente todavía crees que jamás me echarás de menos. El mundo está lleno de gente convencida de lo mismo. Recuerdan vagamente que fui elegido para el puesto de Hegemón. Simplemente no pueden recordar qué hace el Hegemón. Cuando se molestan en pensar en mí, piensan que mi nombre es Locke.

Sin embargo, estoy en guerra. Mis fuerzas son diminutas, comandadas por, de entre todos los posibles, el viejo amigo de Ender, Bean. Los otros niños del jeesh de Ender (el «ejército» en el argot de la Escuela de Batalla, pero se ha puesto de moda y así los llaman) fueron todos secuestrados por los rusos, inspirados por un pequeño cabrón artero llamado Achilles, que fue expulsado de la Escuela de Batalla. Parece que Achilles escogió a su enemigo principal bastante mejor que Bonito de Madrid... Fue Bean quien se enfrentó a él en un conducto de aire oscuro, o eso cuentan, y, en lugar de matarlo, lo entregó a las autoridades. ¿Habías oído esa historia? ¿Lo supo Ender cuando sucedió? Achilles es un Hitler sigiloso, un Stalin con cerebro, un Mao con energía, un Pol Pot con sutileza... el monstruo que prefieras, y Achilles posee todas las virtudes poco convenientes que hacen muy difícil pararlo y mucho más difícil matarlo. Bean jura que lo hará, pero ya tuvo una oportunidad y no la aprovechó, así que soy más bien escéptico.

Me gustaría que estuvieses aquí.

Más aún, la verdad es que me gustaría que Ender estuviese aquí. Estoy haciendo la guerra con la ayuda de un ejército compuesto por unos pocos cientos de hombres... muy leales y genialmente entrenados, ¡pero sólo son doscientos! Bean no es el comandante más de fiar. Siempre gana, pero no siempre hace lo que se le dice y no siempre va a donde le digo. Escoge entre sus misiones. Eso sí, no discute conmigo delante de sus hombres (que supuestamente son «míos»).

El problema es que esos chicos de la Escuela de Batalla son todos muy cínicos No creen en nada. Ciertamente no creen en MÍ. Simplemente porque Achilles no deja de intentar asesinar a Bean y tiene aterrorizada a toda la Escuela de Batalla, creen que no le deben al hermano mayor de Ender Wiggin su servicio personal para toda la vida. (Es broma, no me deben nada.)

Hay guerras por todo el mundo, alianzas que cambian... lo que predije que sucedería después de que los chicos de la Escuela de Batalla volviesen a casa. Son armas excelentes: potencialmente devastadoras, pero sin restos radiactivos, sin nubes en forma de hongo. De alguna forma siempre me vi cabalgando en la cresta de la ola. Ahora me encuentro arrastrado al fondo de la ola, de forma que apenas sé en qué dirección está la superficie y constantemente me quedo sin aire. Llego a lo alto, boqueo y una nueva ola me hunde.

En cualquier caso, por ahora hay unos cuantos privilegios inherentes a este puesto. El ministro de Colonización Graff me comenta que tengo acceso ilimitado al ansible: puedo hablar contigo siempre que quiera. Felicítame por no abusar de esa opción. Sé que estás preparando una historia de la Escuela de Batalla y se me ocurrió que podría serte útil tener información sobre las carreras de los graduados más importantes de la Escuela de Batalla, quizá para un epílogo. Los miembros del jeesh de Ender lucharon contra los insectores y ganaron; pero todos los demás están ahora implicados de una forma u otra, ya sea como cautivos, siervos, líderes, figuras decorativas o víctimas, en la estrategia y las tácticas militares de cualquier nación que tenga la suerte de contar al menos con un graduado y disponga además de la fuerza suficiente para conservarlo.

Así que prepárate para recibir un montón de información. Graff me dice que llevará semanas enviarlo todo desde su oficina (ahora está en la antigua estación de la Escuela de Batalla), pero que a ti te parecerá que llega toda de una vez. Espero que eso no moleste excesivamente al capitán de tu nave (tengo entendido que es un don nadie, no Mazer Rackham como se esperaba), pero lo estoy enviando con el grado de prioridad de la hegemonía, lo que significa que no podrá leer nada de esto y cualquier mensaje que ÉL espere tendrá que aguardar su turno. Discúlpate en mi nombre. O no, como creas conveniente.

En mi vida he estado tan solo. Todos los días deseo que estés aquí. Por suerte, padre y madre han resultado ser sorprendentemente útiles. No, debería decir «serviciales». Pero dejaré el «útiles» para que puedas decir: «No ha cambiado nada.» También te echan de menos, y entre la información que te envío hay cartas de padre y madre. También las cartas que le envían a Ender. Espero que el chico supere esa fase y les responda. Echarte de menos me ha hecho comprender mejor lo que sienten por Ender (y ahora por ti): para ellos sería toda una alegría que él les escribiese. ¿Y qué le costaría hacerlo?

No, yo no voy a escribirle. No tengo acciones en esa empresa. Mamá y papá están deprimidos de tenerme sólo a mí como prueba visible de que se reprodujeron. Vosotros dos, alegradles la vida. ¿Qué OTRA cosa tenéis que hacer? Os imagino deslizándoos a la velocidad de la luz, con sirvientes trayéndoos julepes y colonos zalameros rogándole a Ender que cuente una vez más cómo el mundo natal de los insectores voló en mil pedazos.

Escribir esto en ocasiones me hace sentir como si te hablase como lo hacía antaño. Pero en este momento es un recordatorio doloroso de que no se parece en nada a hablar contigo.

Como monstruo oficial de la familia, espero que me compares con un verdadero monstruo como Achilles y me concedas algunos puntos por no ser tan horrible como se puede llegar a ser. También te digo que he aprendido que, cuando no es posible confiar en nadie (y quiero decir en nadie) te queda la familia. De alguna forma logré ser partícipe en el alejamiento de dos de las cuatro personas en las que podía confiar. Muy torpe por mi parte, ¿n'est-ce pas?

Te quiero, Valentine. Me gustaría haberte tratado mejor desde la niñez. A Ender también. Ahora, disfruta leyendo. El mundo está tan patas arriba que me alegro de que no estéis aquí. Pero te prometo una cosa: haré lo posible por restaurar el orden y traer la paz. Sin, espero, hacer demasiado la guerra.

Con todo mi corazón, tu irritante hermano,

PETER

El almirante Morgan hizo esperar a Ender dos horas fuera de su despacho. Sin embargo, era justo lo que Ender esperaba, así que cerró los ojos y aprovechó el tiempo para disfrutar de una larga y relajante siesta. Se despertó al oír a alguien gritar desde el otro lado de la puerta:

—Bien, despiértale, hazle entrar. ¡Estoy listo!

Ender se sentó de inmediato, consciente instantáneamente de su entorno. Aunque jamás había entrado en combate sabiéndolo, había adquirido la costumbre militar de permanecer atento incluso dormido. Cuando el alférez encargado de despertarle llegó, Ender ya estaba de pie y sonreía:

—Tengo entendido que es la hora de mi reunión con el almirante Morgan.

—Sí, señor, por favor, señor. —El pobre chico (aunque tenía seis o siete años más que Ender era demasiado joven para que un almirante le estuviese gritando todo el día) se deshacía en deseos de agradar a Ender. Así que Ender se esforzó por mostrarse visiblemente encantado:

—Está de mal humor —le susurró el alférez.

—Veamos si puedo alegrarle un poco —dijo Ender.

—No es muy probable —susurró el alférez. Luego abrió la puerta—. El almirante Andrew Wiggin, señor.

Ender entró mientras lo anunciaban; el alférez se retiró a toda prisa y cerró la puerta.

—¿Qué demonios crees que haces? —preguntó el almirante Morgan con el rostro lívido. Como Ender llevaba durmiendo dos horas, eso significaba que Morgan había conservado la lividez durante todo ese tiempo o era capaz de activarla a voluntad, como gesto dramático. Ender apostaba por esto último.

—Me reúno con el capitán de la nave, como me ha pedido.

—Señor —dijo el almirante Morgan.

—Oh, no hace falta que me llame señor —dijo Ender—. Basta con Andrew. No me gusta insistir en los privilegios de mi graduación. —Ender se sentó en un sillón cómodo junto a la mesa de Morgan, en lugar de en la silla incómoda que había justo delante.

—En mi nave no tienes graduación —dijo Morgan.

—No tengo autoridad —dijo Ender—. Pero mi graduación viaja conmigo.

—Fomentas la rebelión en mi nave, requisas recursos vitales subvirtiendo una misión cuyo propósito principal es llevarte a la colonia que se supone que estás preparado para gobernar.

—¿Rebelión? Leemos La fierecilla domada, no Ricardo III.

—¡Todavía estoy hablando, niño! Puede que te creas el heroísmo personificado porque tú y tus amiguitos jugasteis a un video-juego que resultó ser real, ¡pero no toleraré esta subversión en mi propia nave! Lo que hicieses para volverte famoso y conseguir esa graduación ridicula ya es pasado. Ahora estás en el mundo real y no eres más que un mocoso con delirios de grandeza.

Ender permaneció en silencio, mirándole con tranquilidad.

—Ahora puedes responder.

—No tengo ni idea de lo que me está diciendo —dijo Ender.

Momento en el que Morgan dejó escapar una retahíla de obscenidades y vulgaridades tal que pareció que había recopilado las expresiones favoritas de toda la flota. Si antes estaba rojo, ahora se había puesto violeta. Y durante todo ese proceso, Ender se esforzó en comprender qué aspecto de leer una obra de teatro le había puesto tan demencialmente furioso.

Cuando Morgan calló para tomar aliento, apoyándose (no, dejándose caer) sobre la mesa, Ender se puso en pie.

—Creo que será mejor que prepare los cargos contra mí para el consejo de guerra, almirante Morgan.

—¡Consejo de guerra! ¡No voy a someterte a un consejo de guerra, niño! ¡No me hace falta! ¡Puedo ponerte en estasis durante el resto del viaje sólo con el poder de mi firma!

—Me temo que no puede hacerle tal cosa a alguien con la graduación de almirante

—dijo Ender—. Y da la impresión de que la presentación formal de cargos para un consejo de guerra será la única forma que tendré de obtener una expresión coherente de lo que se supone que he hecho para ofender su dignidad y provocar tal alarma.

—Oh, ¿quieres una expresión formal? Qué tal esto: secuestras todas las comunicaciones de ansible durante tres horas de forma que a todos los efectos

estamos aislados del resto del universo conocido, ¿qué tal suena? Tres horas significan más de dos días en tiempo real... Por lo que sé, podría haber habido una revolución, o mis órdenes podrían haber cambiado, o podrían estar pasando un buen montón de cosas, ¡y ni siquiera puedo enviar un mensaje para preguntar!

—Eso es ciertamente un problema —dijo Ender—. Pero ¿por qué cree que tengo algo que ver?

—Porque tu nombre aparece por todas partes —dijo Morgan—. El mensaje va dirigido a ti. Y sigue llegando, ocupando todo nuestro ancho de banda de ansible.

—¿ Se le ha ocurrido pensar —dijo Ender con tacto— que el mensaje es para mí, no mío?

—De Wiggin a Wiggin, totalmente confidencial, tan cifrado que ninguno de los ordenadores de a bordo puede abrirlo.

—¿Ha intentado abrir un mensaje seguro dirigido a un oficial de alto rango sin pedir antes el permiso de dicho oficial?

—¡Es una comunicación subversiva, niño, por eso he intentado abrirla!

—Sabe que es subversiva porque no puede abrirla, y ha intentado abrirla porque sabe que es subversiva —dijo Ender. Mantuvo la voz baja y alegre. Ender no seguía impasible porque supiese que eso volvería loco a Morgan... aquello no era más que la guinda. Simplemente daba por supuesto que la conversación estaba siendo grabada para ser usada luego como prueba, y Ender no iba a decir nada ni a manifestar ninguna emoción que no le fuese provechosa en algún consejo de guerra posterior. Por tanto, Morgan podía insultarle cuanto quisiera... Ender no iba a decir nada que pudiese citarse aisladamente y hacerle parecer subversivo o furioso.

—No tengo que justificarme ante ti —dijo Morgan—. Te he hecho venir y he cancelado tu supuesta lectura de la obra para que abras la transmisión delante de mí.

—Una comunicación segura y totalmente confidencial... no estoy seguro de que sea apropiado que insista en verla.

—O la abres ahora mismo, delante de mí, o vas a estasis y no sales de esta nave hasta volver a Eros para tu consejo de guerra.

El consejo de guerra de alguien, pensó Ender, pero probablemente no el mío.

—Déjeme echar un vistazo —dijo Ender—. Aunque no puedo prometer abrirlo, ya que no tengo ni idea de qué es ni de quién es.

—Es tuyo —dijo Morgan ácidamente—. Dispusiste su envío antes de partir.

—No lo hice, almirante Morgan —dijo Ender—. Doy por supuesto que tiene un punto de acceso seguro en su despacho.

—Sí, ven aquí y ábrelo ahora —dijo Morgan.

—Le sugiero que gire el terminal, almirante Morgan —dijo Ender.

—¡He dicho que vengas aquí!

—Con mis respetos, almirante Morgan, no habrá ningún vídeo en el que se me vea sentado a su mesa.

Morgan le miró fijamente, otra vez colorado. Luego giró hacia Ender la holopantalla de su mesa.

Ender se inclinó y escogió algunas opciones en la holopantalla mientras el almirante Morgan se acercaba a mirar.

—Más despacio, para que vea qué haces.

—No hago nada —dijo Ender.

—Entonces irás a estasis, niño. Nunca has estado preparado para gobernar nada. No eres más que un niño que ha recibido demasiados halagos y que está completamente mimado. ¡Nadie en esa colonia te va a prestar atención! Tu única forma de sobrevivir como gobernador sería con mi apoyo... y, después de esto, puedes estar seguro de que no te lo daré. Estás acabado en este juego de disfraces.

—Como desee, almirante —dijo Ender—. Pero no estoy haciendo nada con este mensaje porque no hay nada que yo pueda hacer. No va dirigido a mí y no tengo forma de abrir una comunicación segura que no es mía.

—¿Crees que soy idiota? ¡Tu nombre aparece por todas partes!

—En el exterior especifica al almirante Wiggin, que soy yo, porque se ha enviado desde la ComFI a través de un canal militar seguro y el receptor no tiene cargo en la flota. Pero, tan pronto como lo abres, y estoy seguro de que sus técnicos llegaron hasta ese punto, se ve que el Wiggin al que va dirigida la porción segura del mensaje no es A. Wiggin ni E. Wiggin, que sería yo, sino V. Wiggin, que es mi hermana Valentine.

—¿Tu hermana?

—¿Sus técnicos no se lo han dicho? Y aunque la verdadera autoridad del mensaje es el propio ministro de Colonización, una vez más, el remitente es P. Wiggin, y su título parece ser el de Hegemón. Lo encuentro interesante. El único P. Wiggin que conozco personalmente es mi hermano mayor, Peter, por lo que da la impresión de que mi hermano es ahora Hegemón. ¿Lo sabía usted? Yo no. No lo era cuando partí.

A su espalda, un largo silencio con origen en el almirante Morgan. Al fin Ender se volvió para mirarle... una vez más, haciendo lo posible por evitar que cualquier manifestación de triunfo se reflejase en su rostro.

—Creo que mi hermano, el Hegemón, le escribe en privado a mi hermana, con la que mantuvo una larga relación colaborativa. Quizá le pida consejo. Pero esto no tiene nada que ver conmigo. Ya sabe usted que no he visto a mi hermano ni he mantenido comunicación con él desde que entré en la Escuela de Batalla, a los seis años. Y sólo reanudé la comunicación con mi hermana unas semanas antes del

lanzamiento de nuestra nave. Lamento que haya interrumpido las comunicaciones, pero, como le he dicho, no sé nada sobre esto y no tiene ninguna relación conmigo.

Morgan se apartó y se sentó a su mesa.

—Estoy asombrado—dijo Morgan. Ender aguardó.

—Estoy avergonzado —dijo Morgan—. Me parecía que las comunicaciones de mi nave estaban siendo atacadas, y que el agente atacante era el almirante Wiggin. Por tanto, sus reuniones repetidas con un subconjunto de los colonos, a las que ha estado invitando a miembros de mi tripulación, se parecían sospechosamente al motín. Así que lo he encarado como un motín. Ahora comprendo que la premisa fundamental era falsa.

—Un motín es algo muy grave —dijo Ender—. Ha hecho bien en alarmarse.

—Resulta que su hermano es verdaderamente Hegemón. Me llegó la noticia hace una semana. Dos semanas. En cualquier caso, hace un año que lo es en tiempo de la Tierra.

—Es perfectamente correcto que no me lo contase —dijo Ender—. Estoy seguro de que pensó que lo descubriría por otros medios.

—No se me pasó por la cabeza que esta comunicación pudiese ser suya y no para usted.

—Resulta fácil pasar por alto a Valentine. Se mantiene siempre en segundo plano.

Así es ella.

Morgan miró agradecido a Ender.

—Así que lo comprende.

Por supuesto que comprendo que eres un idiota paranoico sediento de poder, dijo Ender en silencio.

—Claro que lo comprendo —respondió Ender.

—¿Le importa si hago venir a su hermana?

De pronto era «le importa»... pero Ender no tenía interés en hacer sufrir a Morgan.

—Por favor, hágalo. Siento tanta curiosidad por este mensaje como usted.

Morgan envió un alférez a buscarla, y luego se sentó e intentó conversar de cosas triviales mientras esperaban. Contó dos historias muy divertidas sobre sus días de entrenamiento... nunca había sido de la Escuela de Batalla, había ascendido «de la forma dura, grado a grado». Estaba claro que sentía rencor por la Escuela de Batalla y la inferioridad implícita de cualquiera que no hubiera sido invitado a asistir a la misma.

¿Se trata de eso?, se preguntó Ender. ¿De la rivalidad tradicional entre los graduados de una academia militar y los que no disfrutaron de esa ventaja?

Valentine llegó para encontrarse a Ender riéndose de una historia de Morgan.

—Val —dijo Ender, todavía riendo—. Tienes que ayudarnos con algo. —En un momento le explicó lo del mensaje que había acaparado horas de tiempo de ansible, cortando todo lo demás—. Ha provocado mucha consternación y, naturalmente, el almirante Morgan está preocupado. Nos tranquilizaría que abrieras el mensaje aquí mismo y nos dieses una idea de qué es.

—Tendré que ver cómo lo abre —dijo Morgan.

—No, no lo hará —dijo Valentine. Se miraron un buen rato.

—Lo que Valentine pretende decir —dijo Ender— es que no quiere que usted vea sus procedimientos de seguridad... considerando que es un mensaje del Hegemón, podrá comprender su cautela. Pero estoy seguro de que nos indicará cuál es el contenido del mensaje de una forma que podamos verificar sin problemas. —Ender miró a Valentine y le dedicó una sonrisa burlonamente encantadora y un encogimiento de hombros—. ¿Por mí, Val?

Él sabía que ella entendería que aquello era una farsa representada para beneficio de Morgan; por supuesto, cooperó.

—Por ti, cabeza de patata. ¿Dónde está el acceso?

Enseguida Valentine estuvo sentada a un extremo de la mesa, abriéndose paso por la holopantalla.

—Oh, es sólo semiseguro —dijo—. Basta una huella digital para abrirlo. Cualquiera hubiese podido acceder tras cortarme el dedo. Tendré que decirle a Peter que emplee seguridad total, retina, ADN, pulso... para que tengan que mantenerme con vida si quieren acceder al mensaje. Simplemente, no me valora lo suficiente.

Se quedó sentada un rato, leyendo.

—No puedo creer que Peter sea tan idiota. Ni Graff, ya puestos. Aquí no hay nada que no se hubiese podido enviar sin seguridad, y no hay ninguna razón para no enviarlo a trozos en lugar de con un único flujo ininterrumpible de alta prioridad. No son más que un montón de artículos, resúmenes y demás sobre los acontecimientos en la Tierra durante los últimos años. Parece que hay guerras y rumores de guerra. — Echó un vistazo a Ender.

Ender captó la referencia a la versión del rey Jacobo. Varios años antes había memorizado largos pasajes como parte de su estrategia para lidiar con las crisis menores en la Escuela de Batalla.

—Bien, transmitirlo desde luego ha llevado tiempo, y tiempo y más tiempo —dijo.

—Bien, eso es lo embarazoso —dijo Valentine—. No tengo ningún problema en dejarle ver toda la información... es más, le sugiero que la añada a la biblioteca para que todos tengan acceso a ella. Seguro que a la gente le resultará fascinante tener una idea de lo que ha estado pasando en la Tierra. Yo misma no veo el momento de leerlo.

—¿Pero? —preguntó Ender.

—La carta inicial en sí... —Valentine parecía sinceramente avergonzada—. Mi hermano se refiere a usted con condescendencia. Espero que comprenda que ni Ender ni yo hemos hablado de usted con Peter... lo que dice es suposición suya. Le garantizo que Ender y yo le tenemos en la máxima consideración.

Y, dicho eso, giró la holopantalla y Ender y Valentine se quedaron sentados en silencio viendo a Morgan leer.

Al final, Morgan suspiró, luego se inclinó hacia delante y apoyó los codos sobre la mesa, con los dedos en la frente.

—Bien, efectivamente me siento avergonzado.

—En absoluto —dijo Ender—. Es un error perfectamente comprensible. Prefiero volar con un capitán que se toma en serio todas las amenazas potenciales a su nave que con uno que pensase que perder las comunicaciones durante tres horas no tiene mayor importancia.

Morgan aceptó la rama de olivo.

—Me alegro de que lo vea así, almirante Wiggin.

—Ender —le corrigió Ender. Valentine se puso en pie, sonriendo.

—Por tanto, si no le importa, lo dejaré todo descifrado sobre su mesa, siempre que me garantice que todo acabará en la biblioteca, excepto la carta personal de mi hermano. —Se volvió hacia Ender—. Dice que me quiere, que me echa de menos y quiere que te diga que escribas a nuestros padres. Ya no son jóvenes y les duele no saber de ti.

—Sí —dijo Ender—. Debería haberlo hecho tan pronto como partió la nave. Pero no quería ocupar tiempo de ansible con asuntos personales. —Le sonrió con pesar a Morgan—. Y, al final, hemos acabado en esta situación simplemente porque Peter y Graff tienen una idea exagerada de su propia importancia.

—Le diré a mi egocéntrico hermano que envíe de otra manera los mensajes futuros

—dijo Valentine—. Doy por supuesto que no le importará que envíe por ansible ese mensaje.

Iban hacia la puerta con un Morgan todo sonrisas, escoltándolos y diciendo «me alegra que lo comprendan», cuando Ender se detuvo.

—Oh, almirante Morgan —dijo.

—Por favor, llámame Quincy.

—Oh, jamás lo haría —dijo Ender—. Nuestra graduación lo permite, pero si alguien me oyese hablarle de esa forma, no habría modo de borrar la imagen visual de un adolescente hablándole al capitán de la nave de una forma que sólo se podría considerar irrespetuosa. Estoy seguro de que está de acuerdo. Nada puede minar la autoridad del capitán.

—Muy sabio —respondió Morgan—. Está cuidando mejor de mi puesto que yo mismo. Pero ¿deseaba decir algo?

—Sí. La lectura de la obra. No era más que eso... Leemos La fierecilla domada. Yo interpreto a Lucencio. Val también tiene un pequeño papel. Todos estaban muy emocionados. Y ahora ha sido cancelada sin explicación.

Morgan pareció confuso:

—Si es sólo una lectura de la obra, entonces, adelante.

—Claro que lo haremos —dijo Ender—, ahora que contamos con su permiso. Pero verá, algunos de los participantes invitaron a asistir a miembros de la tripulación. Y es posible que la cancelación haya causado una mala impresión. Es un problema para la moral, ¿no le parece? Querría proponerle una especie de gesto, para demostrar que realmente ha sido un malentendido. Para borrar cualquier mala impresión.

—¿Qué tipo de gesto? —preguntó Morgan.

—Simplemente... cuando la volvamos a programar, ¿por qué no viene a verla?

Que se le vea riéndose de una comedia.

—Podría interpretar un papel —dijo Valentine—. Estoy segura de que el hombre que interpreta a Christopher Sly...

—Mi hermana bromea —dijo Ender—. Es una comedia y todos los papeles se encuentran por debajo de la dignidad del capitán de la nave. Sólo propongo su asistencia. Quizá sólo durante la primera parte. En el intermedio siempre puede alegar tener que ocuparse de algún asunto urgente. Todos lo comprenderán. Pero, mientras tanto, verán que realmente se preocupa por ellos y por lo que hacen durante el viaje. Será muy beneficioso para su liderazgo, tanto durante el viaje como tras nuestra llegada.

—¿Tras nuestra llegada? —preguntó Valentine.

Ender la miró con unos ojos completamente inocentes.

—Como me ha señalado el almirante Morgan durante nuestra conversación, es poco probable que algún colono esté dispuesto a aceptar el liderazgo de un adolescente. Deberán tener la garantía de que la autoridad del almirante Morgan está detrás de todo lo que yo haga, oficialmente, como gobernador. Por tanto, creo que

eso hace que sea todavía más importante que vean al almirante y que le conozcan, para que confíen en que les ofrecerá un liderazgo fuerte.

Ender temía que Valentine perdiese el control en ese momento y se riese o le gritarse. Pero no hizo nada de eso.

—Comprendo —se limitó a decir.

—La verdad es que se trata de una buena idea —dijo el almirante Morgan—. ¿Lo hacemos ahora mismo?

—Oh, no —dijo Valentine—. Todos están demasiado molestos. Nadie lo haría bien. Mejor será que vayamos a calmar los ánimos y a explicar que ha sido todo por mi culpa. Y luego podremos anunciar su asistencia, que le alegra que se realice la lectura y que tendremos la oportunidad de actuar para usted. Los emocionará y los hará felices. Y, si puede permitir la asistencia de los miembros de la tripulación que no estén ocupados, mejor.

—No quiero que nada relaje la disciplina existente en la nave —dijo Morgan. La respuesta de Valentine fue inmediata.

—Si usted está allí con ellos, riéndose de la obra y disfrutándola, no veo cómo podría causar ningún problema entre la tripulación. Incluso podría contribuir a subir la moral. La verdad es que la obra nos sale bastante bien.

—Significaría mucho para todos nosotros —dijo Ender.

—Por supuesto —dijo Morgan—. Lo haré y allí estaré mañana a las 19.00. Era la hora de inicio de hoy, ¿cierto?

Ender y Valentine se despidieron. Los oficiales que los vieron irse estuvieron asombrados y aliviados de verlos sonreír y charlar tranquilamente.

Hasta que llegaron al camarote no abandonaron la fachada, y sólo lo justo para que Valentine dijese:

—¿ Planea que seas una figura decorativa y gobernar tras el trono ?

—No hay trono —dijo Ender—. Me resuelve muchos problemas, ¿no crees? Iba a ser difícil para un chico de quince años dirigir a un montón de colonos que, cuando yo llegue allí, ya llevarán cuarenta años viviendo en Shakespeare y cultivando sus tierras. Pero un hombre como el almirante Morgan está acostumbrado a dar órdenes y a ser obedecido. Todos aceptarán su autoridad.

Valentine le miró como si estuviese loco. Luego Ender le ofreció el ligero estremecimiento del labio inferior que siempre indicaba que estaba siendo irónico. Esperaba que Valentine llegase a la conclusión correcta: que con toda seguridad el almirante Morgan tenía medios de escuchar todas sus conversaciones y que en aquel mismo instante seguro que los usaba, por lo que no podían considerar privado nada de lo que dijeran.

—Vale —dijo Valentine—. Si a ti te parece bien, a mí me parece bien —dijo, desorbitando los ojos, como hacía siempre que quería hacerle saber a Ender que mentía.

—He dejado atrás las responsabilidades, Val —dijo Ender—. Tuve más que suficientes en la Escuela de Batalla y Eros. Planeo pasar el viaje haciendo amigos y leyendo todo lo que pueda.

—Y al final, podrás escribir una redacción: «Qué hice en mis vacaciones de verano.»

—Siempre es verano cuando tu corazón rebosa de alegría —dijo Ender.

—Mira que eres tontorrón —respondió Valentine.


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