8 horas después:
Estuvimos con la niña en todo momento. Dormía mucho, pero despertaba cada dos horas sin falta, buscando alimentarse de Daisy y se volvía dormir. Tiempo atrás, no me hubiera imaginado una vida así, con un bebé y casado. No es malo como pensaba. No puedo negar que es mucha responsabilidad, pero vale la pena. Comienzas a preocuparte por alguien más que en ti, y te logras dar cuenta de lo importante y lo valioso que es tener alguien que se preocupe de la misma forma por ti. Me siento culpable por haberlas puesto en peligro. Tuve tanto miedo de perderlas, que incluso todavía me duele el pecho. Creo que ya estoy viejo para estas emociones tan fuertes. Tengo que pensar en una forma de acabar con todos y cada uno de los que le quieren hacer daño a mi familia. No dejaré que logren su objetivo. Tengo que llevarlas a un lugar seguro y cuidar de ellas lo mejor que pueda. Quiero disfrutarme esta nueva etapa con mi hija, sin necesidad de preocuparme al sacarla a la esquina. Quiero poder hacer lo que cualquier hombre de familia normal hace. Tengo que deshacerme de todos si quiero eso.
Estaba mirando por una de las ventanillas del avión, pues ya habían aterrizado y apreté mi pecho al sentir ese dolor otra vez. Daisy se dio cuenta y se acercó.
—¿Estás bien, cielo? ¿Estás teniendo problemas con el corazón?
—Desde que me enamoré de ti.
Daisy rio.
—No sé si trataste de ser romántico, pero me gustó mucho. Has estado despierto en todo momento. Debes descansar ahora cuando nos bajemos.
—Tú eres quien necesita descansar. Tampoco has dormido y has tenido un día de perros gracias a mi.
—Deja las tonterías. Lo que pasó no fue tu culpa. Sabíamos que iba a pasar tarde o temprano.
—Daisy, planeo acabar con todos ellos. Sé que es muy arriesgado y no sé si las cosas salgan bien, pero debo hacerlo por nosotros y nuestra princesa. No quiero que tenga que vivir encerrada por esto o vivir con miedo. Espero puedas entenderme.
—Yo quiero ayudarte, John.
—¿¡Estás loca!?
—Enamorada, que es casi lo mismo. John, ambos debemos proteger a nuestra hija y la mejor forma es uniéndonos.
—¡Me rehúso! Casi te pierdo una vez, y no va a pasar dos veces. Esta vez tuvimos suerte, pero no siempre la tendremos.
—Soy tu esposa y debo apoyarte. Quiero que me enseñes a poder defenderme del todo, no puedo depender solo de ti. Tú tienes tus propias cargas, y es por eso que, quiero aliviarte un poco de ese peso. Un peso compartido es más liviano, tú mismo lo dices. Yo quiero también proteger a nuestra hija. Ella nos necesita y es por eso que debo ser fuerte como tú. Quiero apoyarte y ayudarte para salir de esta juntos los tres. Dame una oportunidad de hacer algo por ti y por ella, ¿Si? — acarició mi mejilla —. No tengas miedo, yo sé que tú no dejarás que nada nos pase. Solo quiero que liberemos a nuestra hija de esto, pero también que te liberes tu. Sabía que este momento llegaría, por eso quiero ser yo quien te apoye ahora. No quiero ser una carga más. Permíteme estar a tu lado en los momentos buenos y malos, no olvides que me lo prometiste.
—¿Me prometes que no harás una necedad de las tuyas?
—Lo prometo. Haré todo lo que digas.
—Me sentiré más tranquilo si logras aprender a defenderte mejor. No quiero que si un día falto… — me interrumpió molesta:
—¡Cállate, John! Eso no va a ocurrir. Si permites que esa gente hija de puta se salga con la suya, vas a hacerme sentir decepcionada. Tú eres mucho más fuerte que todos ellos. ¿Qué hay con esa actitud tan deprimente? Mi verdadero John jamás diría eso. Ahora mismo estaría buscando un plan para cortarle el cuello a cada uno y disfrutar de ello. ¿Qué hay con ese hombre sádico, astuto y sin escrúpulos, ese que sería capaz de matar a cualquiera que lo haga enojar? Aún debe quedar esa alma negra por alguna parte, ¿Me equivoco? Esa alma negra y podrida debes tenerla con tus enemigos. Es momento de ser optimista y hacerlos pagar a todos. Quita esa cara y deja ese miedo. Te necesitamos fuerte, mi cielo— puso sus brazos alrededor de mi cuello y se acercó más—. Cuando lleguemos quiero que te atienda un médico y luego vas a descansar. Ya después quiero escuchar los planes que tienes en mente, ¿De acuerdo?
—Suena bien.
—Ese es mi lindo esposo— me besó, y sonrió.
Tiene las palabras justas para relajarme y para hacerme sentir mejor.