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22.16% Alma Negra / Chapter 43: 43

Bab 43: 43

Me acomodé de vuelta en mi asiento y comencé a manejar, estaba cansado de estos estúpidos impulsos. Me están desenfocando de lo que realmente importa y no lo soporto.

—¿Recuerdas que me preguntaste si había pasando una mala experiencia con alguien? Pues sí, hay algo detrás de esa regla que me impuse por todos estos años. Mi cuerpo puede ser de quién sea, pero el afecto, los besos, las caricias y mi amor, solo le pertenecen a una mujer; es por eso que no me interesa más ninguna. Me da asco besar a otra mujer que no sea ella. ¿Ahora comprendes, mocosa?

—Sí— es un vil mentira, pero todo sea para mantenerla lejos.

Al llegar a la casa, ella se bajó antes que yo y agarró la bolsa.

—Voy a lavar tu traje y luego te lo entrego.

—No, solo tíralo.

Caminé dentro de la casa y me detuve antes de subir las escaleras.

—Voy a hacer los trámites para que comiences a estudiar de nuevo en la universidad. ¿Qué estabas estudiando?

—Contabilidad.

—¿Contable? No puedo imaginarte, yo que pensé que eres muy tonta. Veo que las apariencias engañan. ¿Lo estudias porque te gusta o por el dinero?

—Porque me gusta.

—¿Cuánto tiempo tenías estudiando?

—Llevaba solo un año.

—¿Y cómo es eso posible? Eres muy joven.

—Estuve en un colegio y terminé mi cuarto año en tres meses, para ser exacta a mis 18 años lo terminé.

—Me sorprendes, puedes llegar a ser inteligente en algunas cosas.

—Si ya terminaste de hablar, me iré a la habitación.

—Sube—ella subió y me quedé viéndola, quizá si me sirva tenerla de mi parte. Podría servirme de mucho en el negocio. ¿Quién diría que encontraría esa joya? Solo debo pulirla y la tendré en mis manos.

Tres semanas después

—Él es el informante, Señor.

—Pero ¿qué tenemos aquí? ¿Cuánta información has pasado, hombre? — apreté su oreja y me acerqué a su rostro —. ¿Sabes lo que le sucede a los soplones? Se quedan sin lo que saben usar mejor y con lo que les falta. ¿Qué tal si vas hablando, y así vamos fortaleciendo nuestros lazos?

—No voy a decirte una sola palabra.

—Siempre dicen lo mismo, hasta que se ven en aprietos; ahí es donde se sabe quién es macho, aunque en poco tiempo dejarás de serlo.

—Vas a perderlo todo. Van a acabar contigo por ser un traidor, en este mundo los traidores no duran nada.

—Un burro hablando de orejas.

—Te van a cazar y no falta mucho.

—Ya quiero verlo — le solté la oreja y caminé a la mesa—. Ya que no vas hablar, comencemos con algo sencillo. ¿Qué prefieres perder primero, tus dedos, orejas, o pezones? Te estoy dando a escoger, escoge la mejor que te parezca.

—Púdrete, John.

—Tu eres quien va a pudrirse—agarré el alicate y la tijera—. Hoy estoy de buen humor, así que comencemos con lo más sencillo— me acerqué a su pecho y rocé el alicate, hasta llegar a su pezón, su rostro palideció y sus ojos se abrieron de par en par—. No es la primera vez que cazamos a un soplón, aunque hace mucho no aparecía uno— acerqué el alicate y agarré su pezón con la punta del mismo y lo jalé, su grito y quejidos, me hicieron reír—.Pareces una mujer caliente chillando, ¿Quién te mandó?

—No te diré una sola palabra.

—De acuerdo—llevé la tijera a la areola y fui cortando lentamente con la tijera, mientras que ejercía algo de presión en el alicate. Sus gritos hacían eco en el lugar y mis muchachos reían. Al terminar el proceso, acerqué el alicate a su boca y la giró.

—¿Quieres probarlo? — rechinó fuertemente sus dientes y las lágrimas bajaban por su mejilla—. La niña está llorando. Tranquilo, apenas estamos comenzando, amigo— con mi otra mano le di un puño en la cara, con la intención de que abriera la boca, pero no lo hizo. Iba a forcejear para abrirla, cuando mi reloj sonó, avisando que tenía que ir a buscar a Daisy a la universidad. Yo que me estaba divirtiendo y siempre interrumpen en la mejor parte. Tiré el alicate al suelo y caminé hacia uno de mis hombres—. Quiero que lo castren. Sigan el interrogatorio, debo ir a buscar a la loca.

—¿A la loca, señor?

—A mi hermana.

—Como ordene, señor.

—Esto no se va a quedar así, Alma. Van acabar contigo y dónde quiera que esté, voy a disfrutar cuando te hundas— gritó con su respiración agitada.

—Me iré tranquilo, amigo. Cuando eso pase, ya habrás sido devorado por los gusanos — sonreí, y salí del lugar.

Fui a la universidad a buscar a Daisy, pero no había salido. Ella siempre me espera aquí. ¿Dónde demonios se metió? Planeaba bajarme del auto, cuando mi celular sonó, era un número desconocido, lo que me estuvo muy raro.

—¿Bueno? — respondí.

—Debes estar preguntándote dónde está tu querida hermana, pues te tengo una buena noticia, está conmigo y mis hombres.

—¿Quién eres, y qué quieres?

—Al fin tengo en mi poder una de tus debilidades, Alma negra; porque así es como te llaman ahora, ¿No es así?

—¿Qué quieres?

—Te enviaré la información de dónde quiero encontrarte. No cabe mencionar que quiero que vayas solo, y no trates una estupidez, o de lo contrario, tu hermanita será quien pague las consecuencias. Ya sabes cómo son las cosas en este negocio, ¿Cierto?

—Perfecto, envíame la información y ahí le caigo.

—Veamos cuán negra tienes el alma, querido John. Por lo que veo, si te debe importar mucho para haber accedido tan rápido, yo que creí que la dejarías a su suerte.

—Deja la ridiculez y envíame la información, y no te atrevas a tocarla o seré yo quien no responda.

—Ya veremos— colgó la llamada.

Maldita mocosa. ¿Cómo te dejaste atrapar así de fácil? Te he estado dejando sola y no te he puesto a entrenar como se supone. Ahora no puedo asegurarte que no te causen más dolor. Debí haber tomado cartas en el asunto.

                   Daisy

Me dolía la cabeza, y al abrir mis ojos me encontraba en un lugar desconocido, amarrada de piernas y manos. Al mirar delante de mi, habían varios hombres armados, y a mi otro lado, una chica amarrada al igual que yo. No sé quién era, pero traté de acercarme a ella. Se veía muy golpeada y estaba inconsciente; con mis manos amarradas traté de tocarla y no reaccionaba.

—Hasta que al fin despiertas, linda— me asusté al ver la atención de todos esos hombres encima de mi.

—¿Quiénes son ustedes?— pregunté asustada.

—No importa quienes seamos. Eres muy bonita, no te pareces en nada al idiota de Alma.

—¿Alma? ¿Quién es Alma?

—Oh, ¿no sabes quién es? — todos rieron—. Tu hermano. ¿Acaso no sabes quién es tu hermano? — ¿John?

—¿Qué quieren conmigo? — pregunté con mi voz temblorosa.

—Pasar el rato, jugar unos juegos de mesa, quizás baloncesto, ¿Qué crees que queremos contigo? — se acercó, y me agarró el cuello. Fue tan fuerte, que lágrimas involuntarias bajaron por mis mejillas, no podía respirar y luchaba por hacerlo—. ¿Realmente eres hermana de él? Luces muy débil— me soltó el cuello y comencé a toser—. Cuéntame sobre tu hermano, debes saber algo importante que puedas decirnos.

—No sé nada, señor.

—Claro, que idiota soy, ¿Cómo pensé qué nos dirías algo sobre tu hermano?— me agarró el pelo y me sacudió —. ¿Eres realmente hermana de Alma negra?

—Yo no sé de qué estás hablando.

—De John, pendeja. ¿Vas a decirme que no sabías que le decían así? — sacudí mi cabeza y me miró fijamente—. Como ven, señores, la niña no sabe cómo le dicen a su hermano — me dio una bofetada y caí a un lado, mi rostro dolía mucho—. ¿Será que sí sabes porqué le llaman así, o tampoco? Tú hermano es muy conocido, es como una leyenda, linda— no sé de qué estaba hablando este hombre, solo quería salir de aquí—. ¿No me digas que tampoco sabías que John mató a tus padres? — ¿A mis padres? Claro que lo sabía.

—¿Y qué sucede con eso? — pregunté.

—¿Estás admitiendo que lo hizo? ¿Significa que realmente mató a tus padres, y tú conocías sobre ese secreto?

—No entiendo nada.

—Es una lastima que Leonardo se haya dejado madrugar de su propio hijo.

—¿Quién es Leonardo?— pregunté confundida.

—Me estás molestando, niña. ¿No conoces a tus padres o qué?— ¿Se estará refiriendo a los verdaderos padres de John y Juliana? —. Dejemos a un lado ese tema y vamos a decidir qué haremos contigo. Podemos divertirnos un poco mientras llega tu hermano John. ¿Qué te parece? Siempre he tenido la curiosidad de probar a la hermana de alma negra, ¿Así que por qué no aprovechar este momento? — me acarició el brazo y me arrastré.

—¡No me toques!— le grité.

—No solamente seré yo, todos tendrán un turno contigo, así que relájate y sé una niña buena, ¿De acuerdo? — todos rieron.

John, ¿¡Dónde estás!?


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