—Te vas arrepentir, muchacho, no sabes con quién te estás metiendo.
—Y tú tampoco. Has sido muy descuidado, no entiendo cómo puedes ser tan reconocido en el bajo mundo, si eres tan imbécil. Traer un solo hombre a que te cuide el trasero, no es muy inteligente de tu parte. Has sido cazado por un simple estudiante. Al parecer es mi día de suerte.
Trató de arrodillarse y se quejó.
—Permíteme ayudarte— me fui a su espalda y lo ayudé a parar; se quejó al tener contacto con el suelo y cayó de rodillas—. Olvidaba que no puedes pararte.
—¡Maldito cabrón! En cualquier momento llegaran mis hombres y te van a liquidar.
—Aún si logran llegar, no podrás caminar y, lo más probable ya estés muerto cuando eso suceda. Estás sangrando mucho— le di una patada a sus pies—. Haré que tomes asiento— busqué la silla, y lo alcé para sentarlo, pero no puso resistencia—. Estás pesado, ¿Qué mierda comes? Volviendo al tema principal; te haré la historia larga, corta.
—¿Mataste a mi hija, infeliz?
—Déjame contarte. Cuando conocí a su hija me caía muy mal; era muy engreída, creía que se merecía todo, quería comer de aquí, le hacía falta un hombre que le diera lo que en su trabajo parece que no le daban. Salí con ella por órdenes de arriba y, terminé obsesionado con su cuerpo y esa forma tan rica de tener sexo. Era muy divertido cogérmela.
—¡Hijo de puta!— trató de levantarse, pero cayó sentado en la silla.
—Resulta que luego de comenzar a salir con ella, empezó a actuar extraño y no entendía la razón. Un día me enviaron unas fotos donde aparecía con otro hombre y, al ir al lugar, ella estaba revolcándose como una zorra, con un tipo que se notaba que era mucho mayor que ella. Eso me hizo molestar, me estaba encariñando de esa puta. Luego comprobé que trabajaba en ese lugar, dando sus buenos servicios. Me pregunto ¿qué la llevó a entrar al negocio de la prostitución? No creo que la hayas metido tu.
—Mi hija no es una prostituta.
—Era prostituta.
—¿Era?
—Luego de verla, no tuve de otra que sacarme esa espinita que tenía en el pecho. Solo fue una zorra que me utilizó y eso no lo tolero. Disfruté muchos los últimos momentos que tuve con ella. Tenía un culo de infarto.
—¡Te voy a matar, hijo de puta!— trató de levantarse, pero cayó al suelo.
—No sabes cómo gritó por el dolor, ¿Dónde estabas cuándo eso ocurrió? Tu hija era una sucia que no merecía seguir respirando. Tarde o temprano tenía que matarla, digamos que le hice un favor y, saqué mucho a costa de ella. Hubieras visto cómo quedó luego del balazo que le di en la cabeza. La liberé de su sufrimiento— se arrastró hasta llegar a mis pies.
—¡Te mataré!— arañaba mis piernas y, con ella lo empujé haciéndolo quedar boca arriba, para luego poner ambas piernas en sus hombros y ejercer presión contra el suelo.
—No hay peor tortura que el remordimiento—me agaché encima de él—. Es tu culpa de que ella esté muerta ahora. Ella era mi objetivo y no solo el mío; al ser hija tuya, ya estaba condenada desde que nació a tener ese destino. No sé porque te afecta tanto — al verlo llorar y rechinar lo dientes, reí—. Que patético. ¿Qué dirían tus enemigos al verte llorando como una niña?
—¡No es mi culpa, no lo es!
—La culpa es huérfana y nadie la quiere. No sabes cómo gritaba tu nombre desesperada, para que la ayudaras. Lo único que recuerdo de ella eran sus lágrimas, gritos y su culo roto. ¿Quieres saber qué ocurrió luego? — sonreí malévolo—. Su cuerpo lo llevé a lo que llamamos "el mercado negro". Tú más que nadie debes saber de lo que hablo, ¿Cierto? Ordené a que removieran todos sus órganos y los vendieran; un dinero extra para mi bolsillo, no vendría mal.
—¡Eres un cabrón!— forcejeaba en el suelo, y más reía.
—Un cabrón con clase, suegro. Imagina e imagina y vuelve a imaginar sus gritos de desesperación y como la penetraba una y otra vez, hasta aburrirme de sus gritos.
—¡Ya no más!
—Admite que es tu culpa, no estuviste para protegerla cuando más te necesitó. La mataría una y un millón de veces más, lastima que no tenía una cuchilla para ser yo quien cortara pedazo a pedazo cada parte de su cuerpo. Hubiera sido divertido verla morir desangrada, a tener que acabar con su sufrimiento tan rápido. Adivina lo que haré contigo, ahora que si tengo una cuchilla conmigo — sonreí, y la acerqué a su rostro—. Comencemos con las orejas.
Puse mi rodilla en su cara, girándola a un lado y con mi otra rodilla presioné su hombro junto a su brazo. Fui cortando lentamente su oreja y, el suelo se fue llenando de su detestable sangre. Sus gritos hacían eco en el lugar.
Al terminar con una, fuí directamente a la otra. Cortaba lentamente, para que el proceso fuera más desesperante.
Metí la cuchilla en su boca y forcé sus dientes para meter su oreja en la boca.
—Buen chico — me levanté y puse mi zapato en su cara, ejerciendo presión contra el suelo.
Un teléfono sonó y me alertó, miré en dirección a la puerta y no vi a nadie, pero escuché los pasos de alguien que salió corriendo. Alguien vio algo que no debía.
Me agaché y le agarré el pelo para mover su cabeza hacia atrás y tener visible su cuello; luego di un corte horizontal con todas mis fuerzas y me levanté rápidamente.
Tengo que encontrar a la persona que acaba de ver esto.