Desperté con mucho dolor de cabeza y miré alrededor. Me di cuenta que estaba en la enfermería de la escuela. Lo último que recuerdo fue mi visión borrosa y Noah estaba conmigo. Me levanté lentamente de la cama y al mover la cortina, la puerta se abrió repentinamente.
—Que bueno que despertaste, ¿Cómo te sientes? — preguntó Noah. Estaba muy nervioso al ver que realmente me estaba hablando a mi. No podía hablar de los nervios—. Te traje algo de comida, espero te aproveche— nunca había visto una sonrisa tan amable y tierna en mi vida. Al menos nunca nadie me había dedicado una a mi—. Ven, siéntate en la cama— me haló el brazo y me ayudó a sentarme. ¿Por qué no muestra asco al tocarme o al estar cerca de mi? No lo comprendo. Abrió la bolsa que trajo y el olor a comida hizo que mis tripas sonaran. Estaba avergonzado de que me ocurriera eso frente a ella—. ¿Hace cuánto no comes? — me miró fijamente.
—¿Por qué haces esto?
—¿Así que sí puedes hablar? — sonrió dulcemente —. Hablaremos mejor cuando comas — sacó el plato y me acercó el cubierto —. Espero te guste. No sé cuál es tu comida favorita, así que te traje la mía — no debería aceptar esto, pero estaba muriendo de hambre. No quería rechazar lo que estaba haciendo por mi, era algo que nadie había hecho antes por alguien como yo.
Comí lo más que pude, me sentía muy lleno; era como si mi estómago estuviera cerrado. Entre más cucharadas comía, más náuseas sentía. Comí despacio, no quería vomitar otra vez.
—Te traje un jugo de manzana, no sé si te guste, pero puedo ir a cambiarlo.
—Gracias — me pasó el jugo y tuve contacto con su mano —. Lo siento— desvié la mirada.
—¿Por qué?
—Debe ser incómodo que te haya tocado alguien como yo.
—¿Y cómo eres tú?
—Repugnante.
—No creas en lo que los demás te dicen. No considero que seas repugnante, ni nada por el estilo; en realidad me gustaría que fuéramos amigos.
—¿Amigos?
—Sí, eso quiero— ¿Yo? ¿Amigo de un ángel?—. No tienes que responder ahora, pero realmente me gustaría que aceptaras. ¿Puedes contarme lo que te sucedió?
—¿De qué?
—¿Padeces de alguna enfermedad o algo así?
—No.
—La enfermera me dijo que estabas muy deshidratado y piensa que puedes tener anemia. Intentaron llamar a tu mamá, pero no respondió el teléfono.
—¿A mi mamá?— mi cuerpo comenzó a temblar.
"Si me llaman una vez más de la escuela, te dejaré encerrado con las ratas para que te coman vivo, ¿Quedó claro?"
Al recordar sus palabras, lágrimas involuntarias bajaron por mis mejillas.
—¿Dije algo malo?
—Me tengo que ir— me levanté de la cama, pero ella se metió en el medio.
—No te vayas todavía. Sé que algo te está pasando y quiero ayudarte.
—No está pasando nada.
—¿Y qué te pasó en la espalda? —acarició con su mano mi hombro y me estremecí por eso—. No tienes que decirme si no quieres. Vi sangre en tu camisa y me tomé el atrevimiento de mirar. La enfermera no las vio, pero yo sí. Espérame aquí, iremos a otra parte.
—¿A dónde? — Noah caminó al escritorio de la enfermera y en la bolsa donde trajo la comida puso varias cremas, una pequeña cinta transparente y unas gasas.
—¿Qué haces? Puedes tener problemas por eso.
—No, mientras sea para usarlas en alguien que lo necesita. Quiero curarte. Se pueden infectar y no te pusiste nada para curarlas. ¿Has visto cómo está tu espalda?
—No, pero debe ser un asco.
—Ven— me agarró la mano y caminamos por el pasillo de la escuela. Nunca nadie me había agarrado la mano. En realidad me sentía muy feliz, pero no entendía la razón por la que hace todo esto.
—¿A dónde me llevas?
—Ya mismo lo sabrás— me trajo detrás del salón de Educación Física—. Aquí nadie nos verá.
—Se supone que estés en clase. Puedes tener problemas por mi culpa.
—Esto es más importante que escuchar lo mismo todos los días — sonrió divertida. Alzó mi camisa y me puse nervioso, es la primera chica que me ve así—. Relájate, trataré de hacerlo con calma— estaba concentrada en lo que hacía. Al principio dolía, pero la forma delicada de hacerlo me permitió soportarlo. Viéndola así de cerca me hacía sentir bien. No pensé que podría existir alguien tan especial y hermosa como ella. ¿Cómo puede estar sonriendo tanto al estar al lado mío?
—¿No te produce asco? Tus manos se ensuciarán.
—No me produce asco, mi sueño es ser enfermera. Listo, ya terminé — bajé mi camisa luego de que ella terminara —. Debes tomar medicinas y lavarte bien la espalda, así te vas a curar más rápido.
—Gracias.
—Deberías sonreír, eres muy lindo — sentí mis mejillas calentarse, nunca nadie me había dicho eso.
"Estás muy feliz, ¿Verdad? Si no sonríes, te sacaré los dientes."
Sonreí nervioso, tratando de ocultar ese temor que me produjo las palabras de mi mamá.
—Deberías entrar a clase, no quiero causarte problemas.
—Con una condición.
—¿Qué condición?
—Que el lunes nos encontremos en el recreo aquí.
—¿Por qué?
—Ya te dije, quiero que seamos amigos.
—Ya tú tienes amigos. ¿Por qué insistes en tener de amigo a alguien como yo?
—Porque... — desvió la mirada y agarró fuertemente su falda—, porque sí — se veía nerviosa, y al verla de esa forma no podía dejar de mirarla.
—Nunca he tenido amigos.
—Yo seré la primera entonces— sonrió dulcemente y se levantó. En realidad no quería que se acabara este momento, pero sabía que solo le causaría problemas y lo menos que quiero es eso. Ella ha sido muy amable conmigo y, aunque no entienda sus razones, le debo mucho.
—Gracias nuevamente— bajé mi cabeza, y ella puso su mano en mi mentón.
—No bajes la cabeza — me dio un beso en la mejilla y sonrió antes de irse. Tragué saliva y un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo. Mi corazón se quería salir del pecho. ¿Me besó un ángel? Acaricié mi mejilla donde sus suaves labios besaron, tenía la sensación de que aún sus suaves labios estaban ahí. ¿Por qué hizo eso?