El corrector no era suficiente para borrar la marca que me hizo Yoongi en el cuello. ¿Cómo mierda no me di cuenta? Ni siquiera lo noté en el momento, debió haberme dolido. Estoy frustrada, tendré que utilizar un chocker para poder taparla. Tomé uno que era grueso y negro, combina con mi vestido azul. Me puse unos aretes de cadena, dejé mi cabello ondulado suelto y salí de la habitación. Como siempre, tengo una navaja en la media, simplemente por si acaso. Me gusta estar lista para cualquier situación que requiera que utilice mis habilidades de batalla adquiridas.
Daehyun me esperaba recargado en la puerta del dormitorio de Jungkook y Yoongi.
—Ja, lograste ocultar la marca de Min— dijo burlón al verme.
—Cierra la boca— advertí—, o te la voy a coser.
—Que agresiva— comentó caminando hacia el elevador—. No entiendo como es que Min pasó de una chica dulce a enamorarse de ti.
¿Una chica dulce? ¿A mí qué me va a importar la vida amorosa de Min Yoongi? Yo también tengo mi historial y no se lo comparto a los demás. Va, no es como si Yoongi me lo hubiera dicho, pero de todos modos nadie sabe de mi historial. Ni siquiera mis hermanos. Solo yo sé lo que he hecho.
Rodé los ojos sin que Daehyun se diera cuenta. Min Yoongi me pasa por el arco del triunfo. Hoy me voy a asegurar de dejar eso en claro. Soy joven, soltera y me importa una mierda lo que puedan pensar de mí. Le voy a callar la boca a Daehyun por hacerme ver como una tonta embobada con un chico.
Subí al auto de Daehyun. Iríamos a un antro en el centro de la ciudad. No tengo ni la menor idea de porqué acepté a venir. Supongo que hasta yo sé que el resto de mi vida no me la iba a pasar encerrada en el gimnasio golpeando un saco de boxeo. Ya era de noche. Cerca de las nueve. Los edificios tenían sus luces encendidas. Los autos frecuentaban más las calles. Las parejas salían. La gente terminaba de cenar.
Daehyun estacionó después de conducir durante veinte minutos. Tenía buena pinta. El típico antro al que no pueden entrar a menos que no estén en la famosa "lista". Si no estás en la lista, basta con que alguien del antro te conozca, que le des un moche a los guardaespaldas o que crean que eres una chica linda, cosa que no funcionaría con Daehyun. Reí un poco ante la idea de él intentando entrar de esa manera.
Caminamos juntos hacia la entrada. Con una sola mirada hacia Daehyun nos abrieron el paso al antro. Autoridad. No sé si es atractivo o ególatra. Creo que me quedaré en medio. Sin prejuicios.
Gente bailando, pegándose los unos a los otros, bebiendo, pero no fumando. No se puede fumar dentro, solo en los balcones de fuera.
—¿Me vas a dejar sola?— pregunté a Daehyun al ver que se iba con una chica a la pista.
—Solo iré a bailar con ella— aclaró—, vuelvo en un rato. No me extrañes mucho— guiñó un ojo y desapareció entre la gente con la chica.
Rodé los ojos. Él fue quien me invitó y luego me deja sola entre un mar de gente donde seguramente no conozco a nadie. Solo queda una sola cosa qué hacer. Beber.
Me acerqué a la barra. Había varios chicos y chicas atendiendo.
—¡Oye!— llamé a uno de los chicos— ¿Me das un mojito cubano?— pedí.
El chico asintió y comenzó a preparar mi bebida. Yo comencé a mover mis dedos al son de la música. Mis uñas sonaban vagamente contra la barra. No tenía muchas ganas de socializar, entonces no hago contacto visual con los demás. Sí, soy una antisocial, Taehyung me lo ha dicho muchas veces. Estoy consciente de ello. Sin menos gente a tu alrededor, menos son aquellos a quienes puedes perder y menos son los que te pueden hacer daño.
Recibí mi mojito. Tomé de este. Delicioso.
Luego de unos segundos sentí una mano alrededor de mi cintura.
—Reconozco tu trasero donde sea— escuché en mi oído.
Sonreí.
Me giré a ver al chico que me seguía tomando por la cintura.
—¿Te sigue volviendo loco?— pregunté pícara.
—Pasan los años y no dejo de pensar en ti— confesó—, te extraño.
—Mark Tuan— pronuncié su nombre—, te recuerdo que fuiste quien decidió terminar lo nuestro.
—Te dije que me arrepentiría algún día— pasó su otra mano detrás de mí y tomó de mi mojito.
—Yo también te extrañé— confesé—. Durante mucho tiempo. No supe más de ti cuando me dijiste que te ibas de Seúl.
—El primer amor no se olvida, cariño— comentó guiñándome un ojo—. No tengo mucho de haber regresado. Estaba en Estados Unidos, en Los Ángeles. No quería arrastrarte a mi vida de mierda, lo sabes.
Y vaya que lo sé. Lloré por ello durante días, pero siempre estando segura de que nadie me veía. No quería mostrarme débil ante los demás.
—Ya te dije, ambos tenemos una vida de mierda— hablé—. Aunque no es como si siguiera importando— me giré de nuevo adaptando mi posición anterior. Tomé de mi mojito. Un trago largo. Casi me lo termino.
—¿Tienes a alguien?— preguntó serio.
—No— contesté rápidamente—. Solo hay un idiota que cree que me tiene a sus pies. Juega con mi mente.
—Tienes una debilidad por los idiotas— sonrió triste—, lo dice uno.
—¿Y tú? ¿Vienes con alguien?— pregunté antes de terminar mi trago.
—Se supone que estoy en un trabajo— aclaró—, solo. Pero mis ganas de acercarme a ti han podido más que mi deber.
—Yo hubiera hecho lo mismo— dije—. No podría simplemente no querer verte. Además, te ves demasiado guapo con el cabello castaño— dije pasando mi mano por su cabello.
Se salió mi lado cursi. Mark fue mi primer amor. El chico al que le di mi primer beso, mi primera vez. Un chico demasiado parecido a mí. Tenía una vida poco convencional, y yo estaba encerrada en casa de mi padre. Nos encontramos por casualidad, comenzamos a frecuentarnos porque sentíamos ser un escape el uno para el otro. Y terminamos por enamorarnos cuando menos nos dimos cuenta. Yo tenía 17 y él 19. Han pasado cinco años. Y yo sigo viéndolo como el mejor chico del mundo. Nunca dejaré de amarlo. El primer amor no se olvida. Yo nunca olvidaré a Mark.
No estamos en malos términos, eso es obvio. Pero sabemos que no volveremos a intentar lo nuestro, por más que nos duela a ambos.
—Tus ojos perdieron chispa— comentó cerca de mí.
—No estoy muy concentrada estos días— confesé—. Hay algo que me incomoda, no quiero que sea así. Tengo mejores cosas en las que debería enfocarme.
—Entonces no dejan de incomodarte los pequeños detalles— rió.
—No es un pequeño detalle— defendí—. En mi cabeza es la gran cosa, y eso es lo que detesto.
—Si es un chico no hagas nada el respecto.
—Es sospechoso— afirmé—. Pero al mismo tiempo eso es lo que me atrae.
—La curiosidad mató al gato— dijo.
—Pero la satisfacción lo trajo de vuelta— contradije cerca de él. Demasiado cerca.
¿En qué momento nos acercamos tanto el uno al otro? Nuestros labios están a escasos centímetros. Mierda. No he podido contra ello. Lo tomé de la nuca y lo acerqué hacia mí para que nuestros labios se unieran. Me correspondió. Lo besaba como nunca lo había hecho. Lo quería. Lo sigo haciendo. Él también a mí, lo puedo saber por la manera en la que me besa. Pasó sus manos por mi cintura. Mi mente se puso en blanco.
Profundizó el beso. Yo no me quejé al respecto. Necesitaba esto. Sus labios. A él.
Nos separamos por falta de aire. Nos quedamos con las frentes juntas durante un tiempo.
—Te quiero— dije—. Te quiero, Mark.
—Mierda— pronunció—. La sigo teniendo difícil contigo. Vámonos.
Me tomó de la mano. Saldríamos del antro. Me supongo que a Daehyun no le molestará que me vaya. Después de todo, él está con una chica.
Subí al auto de Mark. Echó a andar el auto. Vi algo a lo lejos. Una silueta de un hombre. Nos acercamos más y pude ver su rostro. Min Yoongi. No. Basta. Lo volví a ver a un par de kilómetros más a delante. ¡Sal de una puta vez de mi cabeza! De nuevo. Lo vi mover los labios. Es como si todo fuera en cámara lenta. Su espejismo pronunciaba "No lo hagas". La siguiente vez lo vi dijo "Te lo advierto, Turner." "Baja del maldito auto." "Te he marcado, no puedes cambiar eso."
Mark estacionó frente a una casa. Me supongo que es la suya. Bajamos del auto. Él insertaba la clave que abre la puerta. Esta se abrió y Mark entró. Frente a mí se volvió a presentar el espejismo de Yoongi. "Es tu última advertencia." Pasé a través de él. Cerré la puerta detrás de mí. Mark me tomó por las mejillas y comenzó a besarme como en el antro. Sus manos pasaron a mi cintura. Yo di un leve salto y enrollé mis piernas en su cintura.
Comenzó a subir las escaleras. Al llegar al segundo piso caminó hacia la tercera puerta y la abrió. Cerró la puerta con una patada mientras seguíamos besándonos. Me recostó en la cama, él encima de mí. Comencé a quitarle el cinturón y a desabrocharle los pantalones. Él se los retiró y procedió a quitarme el vestido. Yo le retiré la camisa. Sus besos comenzaron a bajar por mi abdomen. Se detuvo por un momento.
Su cara se puso a mi altura. Una de sus manos subió hasta el tatuaje, debajo de mi pecho.
—¿LOA? ¿Estás de joda? ¿Qué mierda haces ahí?— preguntó con la respiración agitada.
—Hablemos después de esto, por favor— pedí—. Te necesito.
Dicho eso, volví a besarlo.