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Una inmensa opresión emanó de Zeus, mientras sus ojos de águila escudriñaban todas las nociones del cerebro.
Cada paso que daba era como un empujón malicioso, haciendo que uno fuera incapaz de no retroceder.
Así de tremendo era su imponente poderío.
Para ser capaz de rivalizar con Zeus, Cráneo también era extraordinario. Su cuerpo hercúleo de sangre y acero se sentía como si las agujas perforaran la piel del enemigo.
Viéndolo, de manera similar tuvo la idea de huir de inmediato.
Bajo su majestuosa presión, los miembros del núcleo que guiaban cada uno llenaban los huecos detrás de ellos. Cuando se combinaban, los enemigos se sentían como si fueran colocados en una piedra de molino para ser triturados, una sensación de huesos que se rompían.