La calma de Sheyan hizo que Ammand se sintiera mal, ya que inhaló profundamente antes de volver a exhalar. Por alguna razón desconocida, su corazón se sonrojó con una sensación ominosa.
Evidentemente, Harrod podía sentir que algo estaba mal. Mientras el vapor de sangre se asimilaba profundamente en su cuerpo, el vapor de sangre que le rodeaba se fue diluyendo gradualmente. Entonces, una ráfaga de niebla de sangre brotó de sus fosas nasales; como si anunciara la tormenta de verano que se avecinaba, donde oscuras nubes cubrían los cielos. Su aliento ensangrentado era denso como un inminente huracán.
En un instante, Harrod levantó su espada de dos manos. Vívidamente vista en ambas manos agarrando el asta de la gran espada, ¡se había formado una capa de hielo cristalino que se parecía a un par de guantes de glaciar!