Mientras el poder en la sangre de Lucien nutría profundamente su alma, su piel empezó a palidecer y secarse, como una vieja momia enterrada en una tumba durante muchos años, o un álamo moribundo luchando en el desierto.
Las piernas de Lucien temblaban, sus músculos se aflojaron y su ritmo cardíaco disminuyó. No obstante, su alma renovada se elevó en el aire y miró su cuerpo marchito.
La espeluznante sensación llegó a Lucien de una forma tan repentina que le hizo sentir que estaba en el mundo de la meditación.
Mientras Lucien pensaba que iba a morir cuando su poder de Bendición había sido drenado por el desarrollo de su alma, un extraño poder penetró en su cuerpo a partir de los afilados dientes de Rhine, y la gran mejora en el alma de Lucien se detuvo de inmediato. El pequeño poder restante de la Bendición fue estimulado por la extraña energía y así empezó a recuperarse rápidamente en las venas de Lucien.