Yan Se estaba en la mesa una hora después y miró la suntuosa cena preparada. Tomó un par de palillos y comenzó a comer.
Lu Bai dejó el bol de sopa y la miró. —¿Dónde está mi habitación?
—Esto es muy estrecho. Te quedarás conmigo en mi habitación. ¿Te importa? —Yan Se, se desdijo de sus palabras, no quería limpiar una habitación para él, simplemente porque ella era perezosa.
—¡Soy un j*dido crédulo! —Frustrado, Lu Bai decidió acomodarse él mismo. «Los tragones y los mezquinos son difíciles de mantener», pensó.