—Ahora sé de qué está hecho el demonio. —Se limpió las gotas de sudor de la frente antes de girarse para mirar a Huo Yunting—. Pero alivia un poco, para ser sincera. —Ella se rio.
El hombre se levantó y fue a buscarle una toalla caliente del mostrador. En el momento en que regresó, hincó una rodilla y le limpió las mejillas enrojecidas. —Bueno, no me digas que pensabas en mi cuando lo golpeaste.
—¿Lo sabías? —bromeó ella. Para ser honestos, ella no pensaba en nadie.
—Bueno, si querías golpearme, golpéame en la cama, de cualquier manera, como el misionero tal vez.
—... —Lu Zhaoyang estaba sin palabras.
Dios, cualquier mierda que este hombre pudiera decir en público...
—Ya terminé. Estaré en la ducha. Espérame. —Se levantó de su asiento, solo para caer de nuevo sobre él—. Oh... —Estaba tan agotada por el combate cuerpo a cuerpo, que ya no podía controlar su cuerpo.