De repente se inclinó y cubrió la boca de ella con sus delgados labios. Su lengua se enganchó y succionó a la de ella con mucho cuidado. Luego le dio otro mordisco en los labios, preguntándole: —¿Por qué? Parece que te gusta él.
Ella negó apresuradamente con la cabeza.
Nunca había tenido ninguna idea extraña sobre Gu Xingze.
El hombre le dio una risa espeluznante antes de morderle la comisura del labio. Ella se retrajo con dolor, pero fue arrastrada aún más cerca de él por su brazo.
—¡Entonces no dejes que te vuelva a tocar! —La melancolía emanaba de él y de cada una de sus palabras.
Sus pestañas vibraban de miedo mientras él seguía diciendo con frustración.
—Será mejor que recuerdes que eres mi mujer. ¡No me gusta que nadie toque a mi mujer! ¡Esto no está permitido, aunque sea debido a tu trabajo!
—Yo... yo entiendo. ¡No habrá una próxima vez! —Su voz temblaba.
—¡No habrá una próxima vez! —ladró otra advertencia.