A penas ella dijo eso, se oyeron pasos desde detrás de la puerta. Cesaron justo afuera de la habitación del hospital.
Toc, toc, toc.
Hubo una serie de golpes en la puerta. Yun Shishi frunció las cejas y caminó para abrirla. Yun Yecheng estaba afuera con una cara cansada y sombría.
Por alguna razón, parecía haber envejecido mucho en una noche.
Sorprendida, miró más allá de sus hombros, pero no logró notar la presencia de Li Qin ni de otra persona.
Él se dio cuenta de su cautela e, inmediatamente, dijo: ―No hay nadie más, he venido solo.
―Papá…
Ella le miró con sentimientos encontrados. Abrió la boca para hablar varias veces, pero incluso después de un tiempo, no podía decir nada.
Desesperanza, angustia, arrepentimiento, decisión, esos eran los sentimientos que estaban escritos por todo su rostro, y no escapaban a sus ojos.
Le debía demasiado a esa niña. Esa vez había ido a explicarlo claramente todo.