Hablando de perros, estaba empezando a extrañar a los dos perros que le dejó a su cuñado. Parecía haber pasado una eternidad desde la última vez que estuvo con sus bebés peludos. Era una lástima que no se le permitiera llevar a sus mascotas a la Silver Leaf, sino habría llevado a sus dos akita con ella.
Lu Xinyi no se molestó en arreglar su cabello y tapar los chupones que Shen Yi había dejado en su cuello. A él le encantaba como ella dejaba que todos vieran a quién le pertenecía. No estaba seguro de si sabía que tenía esas marcas, pero guardaba silencio hasta que ella sacaba el tema.
Lu Xinyi dio un gran bostezo y con la mano se tapó la boca—. Señorita Mo, llegó justo a tiempo. Necesitamos que alguien friegue el piso de nuestra cocina —se burló.
—¡Tú…! —La cara de Mo Lihui se infló de furia. Así que este era el comportamiento real de Lu Xinyi, sin fingir ante el público.