La niña entró en la habitación que estaba más oscura que la noche en los pasillos de la mansión. Se trataba de una gran sala que no se utilizaba desde hacía mucho tiempo y en la que los objetos se cubrían con sábanas blancas para evitar que el polvo se asentara sobre ellos.
La pequeña Vivian tenía una mano apretada sobre su vestido y la otra cerca de su pecho por miedo. Estaba tan asustada que a cada paso que daba en la habitación, sus piernas temblaban y casi se caía en la oscuridad.
Había pasado más de una hora desde que Leonard, sus primos y Vivian habían empezado a jugar al escondite en la mansión. Leonard, quien ya sabía del miedo de Vivian a la oscuridad, había intentado evitar que se convirtiera en una buscadora, pero había fracasado porque uno de sus primos, Christopher, se había dado cuenta de que intentaba proteger a la chica para que no jugara de forma justa en el juego.