—No es necesario asesinar a la bruja blanca. La sangre debe ser suficiente —dijo el Señor Alejandro.
Al girar, lo encontraron junto a un árbol.
—Escuché que escapaste y me preguntaba cuándo llegarías aquí. ¿Ya decidiste, chico? Si quieres unirte a nosotras —preguntó Ester mirándolo con curiosidad—. Únete a nosotras y verás lo que es gobernar los cuatro imperios.
—Me intriga la idea, pero me rehúso. Prefiero trabajar solo que con socios. Nunca sabes quién te traicionará—dijo Alejandro con calma.
—¿Es así? —dijo Ester con una sonrisa.
En un instante, arrancó el corazón de la bruja blanca y lo lanzó al fuego.
—Entonces no creo que tengamos tiempo para conversaciones. Mis hermanas brujas, tomen la sangre del brujo mestizo —ordenó.