Jiang Zuo conocía a Xue Yaoyao desde hacía mucho tiempo y por tanto sabía a qué se refería. —¿Estás admitiendo finalmente que la foto es para chantajearme?
—Sí, lo admito. —Xue Yaoyao apretó sus manos—. Soy despreciable, pero Su Alteza Jiu no es… no es como lo que la señorita Wu le hizo parecer.
Jiang Zuo se rio, fríamente. —Si dejas de chantajearme por alguien como él, no suena muy agradable. Xue Yaoyao, ¿qué harías si no estoy de acuerdo? ¿Le dirías a tu madre o a mi padre que te he seducido?
—Esas fotos... —Xue Yaoyao palideció, pareciendo como si toda la vida la hubiera abandonado.
Jiang Zuo se acercó a ella, bajando la voz. —No me importa, es solo una foto medio desnuda, puedes reproducirla como quieras.
Xue Yaoyao se quedó inmóvil. Era realmente inútil porque nunca pudo proteger a la gente que quería.
Sin embargo, Su Alteza Jiu le había dicho que incluso una chica normal tenía derecho a soñar.