Al escuchar la respuesta de Helmosuin, Klein no pudo evitar contraer la comisura de sus labios. Casi se congeló en el acto.
«Mis enemigos no están en Bayam... Incluso si fueras a morir en la puerta del Rey del Mar, no sería de mucha utilidad...» Poco a poco inhaló profundamente, escogiendo no insistir en dicha cuestión. En cambio, preguntó—: Helmosuin, no, Sr. Hilarion, ¿Cómo me notó?
«¡Incluso viniste aquí antes de morir para advertirme especialmente!»
Ese era también el mismo desconcierto que sentía por Arrodes y Reinette Tinekerr. Simplemente nunca tuvo la oportunidad de hacerles esa pregunta a ellos.