Luego de un momento, nadie contestó la puerta. Incapaz de rendirse, Qin Chu estaba a punto de empujar la puesta cuando escuchó una voz detrás de ellos.
—¿A quién buscan?
Huo Mian se volteó y vio a un chico joven, de unos 15 o 16 años. Era alto y tenía la tez obscura. Tenía una bola de baloncesto en sus manos y estaba sudado. Parecía haber regresado recién de jugar afuera.
—Niño, estamos buscando al dueño de esta casa, ¿lo has visto? —preguntó educadamente Huo Mian.
—Somos parientes lejanos del abuelo Yang —agregó Qin Chu.
—¿Están buscando al abuelo Yang? —preguntó el chico con una expresión rara en el rostro.
—¿No está en casa? Escuché que regresó hace un par de días —dijo Qin Chu.
—Él... murió—dijo el niño luego de dudarlo por un momento.
—¿Qué? ¿Murió? —exclamaron Huo Mian y Qin Chu al mismo tiempo.