—No te rindas ante mí tan repentinamente Seraph, no importa cuán convincente suene esta niña —dijo Etaya con una voz baja y ronca—. Es astuta porque puede percibir tu necesidad de regresar, pero ¿no sabes de dónde viene todo esto? ¿No sabes dónde se posiciona ella en esto y lo que ganaría?
—Oh, sé dónde me posiciono —declaró Anastasia—. ¿Pero tú? ¿Dónde te posicionas tú?
—Donde siempre he estado, Anastasia —respondió Etaya, girando la cabeza hacia ella—. Su cuerpo estaba ahora tan cubierto de sangre que su piel se estaba enfriando por la pérdida de sangre —miró a Seraph con autolástima en sus ojos—. Pero nunca esperaría que mi amor, mi esposo, se rindiera ante mí. Si estuviera en tu lugar Seraph, yo nunca me rendiría.
—Anastasia negó con la cabeza mientras una risita escapaba de su boca —¿Es esta autolástima otro truco para caer en gracia al hombre que te amaba y al hombre al que amabas traicionar?